ciutat vella
Larga vida al Marsella
El histórico bar de Sant Pau, 65 se salva de la piqueta gracias a la compra del edificio por el ayuntamiento. El establecimiento se inauguró en 1820 y es uno de los más emblemáticos del Raval
La parte baja de la Rambla del Raval desemboca en una estrecha calle particularmente repleta de pequeños negocios de inmigrantes. Envuelto en una atmósfera de ajetreo, voces extranjeras y runrunes indescifrables, se encuentra el histórico bar Marsella (Sant Pau, 65), con casi 200 años a sus espaldas. Prohibido estacionarse en las mesas, reza un letrero en su interior. «Pertenece a la época franquista —explica su dueño, Josep Lamiel—, para prohibir las reuniones clandestinas». Porque se sabía que en el Marsella, frecuentado por intelectuales y artistas de la época, se reunían personas contrarias al régimen para compartir sus inquietudes.
El bar Marsella, cuyo futuro fue incierto durante los últimos dos años debido a desacuerdos entre Lamiel y los antiguos titulares del local, acaba de pasar a ser propiedad del Ayuntamiento, que ha comprado el edificio de la calle Sant Ramon, 1, esquina Sant Pau por 1.093.000 euros.
Larga herencia
El Ayuntamiento ha ejercido así el derecho preferente de compra que tenía sobre él desde el momento en que este se incluyó en el Área de Conservación y Rehabilitación, alegando circunstancias dadas en este edificio que han puesto en riesgo la cohesión social.
Sea como fuere, tras la intensa incertidumbre, Josep Lamiel, que pasará a pagar el alquiler al consistorio, continuará al frente de un negocio que heredó de sus padres y estos, a su vez, de sus abuelos. «Yo he crecido en este bar», reivindica. Un bar que, protegido por el Catálogo de Patrimonio e inaugurado en 1820, ha vivido la gran evolución urbanística del Raval, sin dejar por ello de mantenerse «fiel a su espíritu». Un bar que, ante la amenaza de cierre, ha movilizado a la ciudadanía de Barcelona en una recogida de firmas que pedía su protección.
«El Marsella, como el London o el Pastís, es uno de los locales más emblemáticos del Raval», cuenta Pep García, presidente de la Associació de Veïns del Raval. «Es un orgullo para el barrio, una joya de la arquitectura modernista», añade.
La singularidad del Marsella, con su aura bohemia y la buena fama de su absenta, no pasa inadvertida a una clientela principalmente joven. Yolanda Jiménez, gestora cultural de 28 años, llegó hace diez a Barcelona procedente de Ourense. «El Marsella es uno de mis primeros recuerdos —rememora—. Tiene ese sabor a los locales de La Habana: añejo, intenso y lleno de sentido». Ariadna Gàlvez, de la misma edad y trabajadora en el Servei Civil Internacional de Catalunya, destaca: «Es como el recuerdo de algo que ya pasó, pero que se queda en el mismo lugar».
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