El diario de Noah

El arte como terapia

Äuge de las obras sobre salud mental en teatro y danza

"En el escenario encontramos la libertad de ser quienes realmente somos, sin juicios ni expectativas externas"

FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA

FESTIVAL INTERNACIONAL DE MÚSICA Y DANZA DE GRANADA / MANU MITRU

Noah Zafra

Noah Zafra

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En este sitio encuentro un refugio donde puedo ser completamente yo misma, donde mis sentimientos son válidos y mis emociones son bienvenidas. En el escenario encontramos la libertad de ser quienes realmente somos, sin juicios ni expectativas externas. Desde el momento en que las cortinas se abren hasta que se cierran se desata un torbellino de sentimientos que embriagan el alma. He aprendido que está bien sentir, está bien ser vulnerable, y que a veces, la mejor manera de sanar es permitirnos ser auténticos y sinceros con nosotros mismos.

En este viaje de autodescubrimiento, descubro que los sentimientos son el hilo conductor que une cada acto, cada nota y cada paso. En el escenario de la vida somos todos artistas, interpretando nuestros propios roles con pasión y determinación. Y aunque el telón pueda caer al final de la función, los sentimientos que hemos experimentado perduran eternamente en nuestra memoria, recordándonos que somos seres conectados por el vínculo universal de la emoción.

Está bien sentir, está bien ser vulnerable. A veces, la mejor manera de sanar es permitirnos ser auténticos

En el escenario, donde los mundos se entrelazan, donde los corazones laten al unísono con el ritmo de las emociones, encuentro mi refugio. Soy una adolescente de casi 18 años navegando entre luces que danzan y sombras que susurran secretos. Una danza que refleja los anhelos y las luchas del corazón humano.

Soy una adolescente de casi 18 años navegando entre luces que danzan y sombras que susurran secretos

Las artes escénicas son mi escape, mi manera de enfrentar los demonios que acechan en la oscuridad de mi mente inexperta. Cuando estoy en el escenario no soy yo misma, soy un reflejo de las experiencias y los sentimientos de otros. Me transformo en personajes que viven y sufren, que aman y luchan, y en ese proceso encuentro una liberación que solo el arte puede brindar. La interpretación es mi ventana hacia otros mundos, una oportunidad para caminar en los zapatos de quienes nunca he sido, pero que de alguna manera siempre seré.

En cada ensayo, en cada función, descubro un nuevo pedazo de mí misma. Una melodía etérea y con la capacidad de acariciar mi alma, es la banda sonora de mi vida adolescente y sus muchos altibajos. Cada nota es un latido que resuena en mi interior, prometiéndome que nunca estaré sola, despertando pasiones dormidas, susurrándome secretos que solo entienden aquellos dispuestos a perderse en su magia.

Pero no todo es fácil en este viaje. Detrás de las sonrisas en el escenario, a menudo se esconden lágrimas de frustración y ansiedad. La presión, por ser perfecta, por cumplir con las expectativas, puede ser abrumadora. A veces me pregunto si soy suficientemente buena, si merezco ocupar este espacio sagrado entre las tablas.

La presión, por ser perfecta, por cumplir con las expectativas, puede ser abrumadora

Pero entonces recuerdo que el arte es imperfecto por naturaleza. Son nuestras imperfecciones las que nos hacen humanos, nuestras cicatrices las que nos dan profundidad. Aprendo a abrazar mis fallos, a convertirlos en parte de mi historia, de mi arte. Conecto con mi cuerpo, calmo mi mente y encuentro paz en medio del caos, permitiéndome fluir en armonía con el ritmo de mi propio ser. Y así, entre aplausos y ovaciones, sigo mi camino, sabiendo que mientras tenga el arte, nunca estaré sola en esta batalla.