Explorar tierra adentro

Cerdeña es mucho más que playa (y estas son las pruebas)

La segunda isla más grande del Mediterráneo ofrece una interesante experiencia sensorial que combina turismo activo, gastronomía, arqueología y tradición

Los senderos del interior de Cerdeña conducen a parajes abruptos de una belleza hipnótica, como la Cueva de Santa Bárbara o las minas de Porto Flavia

Un excursionista avanza por una ruta de senderismo en el interior de Cerdeña, con vistas excepcionales

Un excursionista avanza por una ruta de senderismo en el interior de Cerdeña, con vistas excepcionales

Joan Simó

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En 1986, la cantante Giuni Russo conquistó Italia con su éxito 'Alghero', una historia de amor sobre motos cromadas y madres escandalizadas que tenía lugar durante un idílico atardecer veraniego en tierras sardas. Ya hacía tiempo que Cerdeña, en especial su Costa Smeralda, era polo de atracción turística para la jet set de todo el mundo, pero la canción de Russo sirvió para ir un paso más allá, convirtiendo la isla en una especie de mito, de meca para quienes querían escapar de su vida cotidiana y buscar la libertad.

Desde entonces, pensar en Cerdeña es pensar en playas, en yates, en villas paradisíacas con vistas al mar… Pero sería absurdo quedarse únicamente con el tópico. Esta región autónoma italiana, que concentra el 10% de las zonas verdes del país transalpino, es capaz de ofrecer mucho más. Dicen que, más que una isla, es un continente. Un continente pequeño, añadiríamos. Para ir de la bulliciosa Cagliari –que comparte latitud con Valencia– a las escarpadas costas de Punta Falcone –desde las cuales se divisa la vecina Córcega–, bastan tres horas de coche. Tres y media si somos previsores. Aun así, 24.100 km² dan para mucho y con sólo alejarse un poco de los lugares más turísticos de la isola se descubre un universo radicalmente diferente. 

Cerdeña impresiona

Hablamos de una Cerdeña de belleza abrupta, que resuena con el canto polifónico tradicional y donde, en el momento más inesperado, uno puede encontrarse con alguno de los cerca de 7.000 'nuraghes' que puntean su territorio. Se trata de edificaciones con más de 3.000 años de historia que anticipan la complejidad de los castillos medievales. Verlos impresiona, y más aún partiendo de la base que, en muchas ocasiones, se encuentran en medio de la nada, como si hubieran brotado por arte de magia.

Y es que la Cerdeña interior no es un lugar donde todas las preguntas tienen respuesta, sino un territorio propenso a la leyenda, al misterio y la tradición. Ejemplo de ello son las celebraciones del carnaval de Mamoiada, protagonizado por seres enmascarados que responden al nombre de Mamuthones. Su marcha es hipnótica y remite a otros tiempos en los que la vida era más lenta y complicada, pero no menos hermosa.

Senderos milenarios

Una buena forma de entrar en contacto con este mundo olvidado es adentrarse en los senderos milenarios que recorren la isla. Destacan los antiguos caminos de peregrinación religiosa, como el Camino Minero de Santa Bárbara: con 400 km de extensión, esta ruta permite al visitante conocer mejor la región de Sulcis, la más meridional de la isla, y entrar en contacto con maravillas naturales como la Cueva de Santa Bárbara o las curiosas minas de Porto Flavia, suspendidas sobre el mar. 

La bicicleta o el caballo pueden ser aliados ideales para este tipo de excursión, cuyo único inconveniente es la posibilidad de acabar agotado. Aunque eso tampoco es un grave problema, porque Cerdeña destaca por una capacidad receptiva de primera calidad que, aparte de agradable, es original. Solo así puede entenderse un modelo como el que propone la hospitalidad difusa, que abarca diversos edificios gestionados como un único establecimiento y permite una integración más armónica del turista en el ambiente isleño. Reposar en uno de estos establecimientos garantiza al recién llegado vivir de cerca de la cultura autóctona. 

Cagliari, el punto de partida

Cagliari, la capital de la isla, puerto de llegada y de salida, es también un lugar apasionante para detenerse, con lugares de interés como el Bastión de Saint Remy, el santuario de Bonaria, la Catedral de Santa Maria, la Torre del Elefante, la colonia de flamencos de las marismas Molentargius… una demostración más de que los encantos de Cerdeña son inabarcables. Lo bueno es que hay tanto por ver que tendremos excusa para volver.