"Somos los de la vendimia de la playa, pero además hemos de salvar vidas"

Sillas de vigilancia a las que hay que encaramarse con dificultad y dispensarios donde no entra una camilla son algunos de los déficits que denuncian los socorristas

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Carla Riverola

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Una mañana de agosto, la playa del Coco de Badalona, situada entre el puerto y el famoso Pont del Petroli, está llena de gente que disfruta del sol. La mejor vista panorámica de la zona la tiene sin duda el socorrista, sentado en lo alto de la silla de vigilancia, que tiene incorporado un parasol.

Pero hoy el vigilante lleva también una sudadera porque hace viento y está más nublado de lo habitual. “Estas sillas no son un lugar de trabajo adecuado; no podemos estar 10 horas sentados en sillas de árbitro de tenis”, espeta Xavi, nombre ficticio de un socorrista, miembro de la plataforma SOS Socorristas, que prefiere no revelar su identidad para no tener problemas con la empresa.

Habla de unas sillas bajas y acolchadas, con una estructura de metal y unas escaleras que montan y desmontan todos los días. El socorrista debe saltar para acceder al primer escalón y poder bajar de ella. Xavi está convencido de que “la silla no cumple con la normativa de prevención de riesgos laborales”, a pesar de que el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) es quien se encarga también de la gestión del mobiliario. Pero lo peor de todo, dice, es que están expuestos a “todas las inclemencias meteorológicas y durante muchas horas al día”. En esta playa no hay torres de vigilancia, que son lugares mucho más resguardados. Sí las tienen, en cambio, en Sant Pol de Mar, Sitges o Castelldefels, cuyos ayuntamientos, con la insistencia de los socorristas, han decidido invertir en ello.

La camilla no cabe

El socorrista también critica los nuevos módulos de servicios -instalados por el AMB-, donde atienden los primeros auxilios. Con un diseño moderno, cuentan con baño, nevera, camilla y otros utensilios médicos, agua corriente y electricidad, pero Xavi asegura que una camilla del SEM no podría pasar porque el acceso da directamente a la arena.

Sin embargo, dice que esto no es lo peor que deben afrontar los socorristas. “Aquí en Badalona aún tenemos unas condiciones decentes, pero hay compañeros que se pasan nueve horas al día vigilando una playa sin ni siquiera tener un baño y deben ir a algún bar para hacer sus necesidades. Esto está pasando hoy en lugares como Calella de Palafrugell”, explica. También tienen que “aguantar que haya módulos sin luz ni agua corriente, como en la playa de La Fosca, en Palamós”. 

Pero mientras Xavi cuenta todo esto, los bañistas siguen relajándose en la playa, jugando a voleibol o disfrutando del agua. “Nadie nos conoce. Todo el mundo se piensa que somos los típicos jóvenes que trabajan de socorristas en verano para ganar unas cuantas pelas”, dice entre sentimientos de resignación y humor y a pesar de que muchos intentan vivir de ello durante todo el año. Otro compañero que se suma a la conversación dice que “solo reconocen” el trabajo las personas que han atendido. La gente tiene aún la imagen, que ellos consideran falsa, de que el socorrismo es un chollo de trabajo en el que “estar todo el día sentado y ponerse moreno”.

Pero según SOS Socorristas, el sueldo medio no supera los 900 euros al mes por una jornada completa. En cambio, el salario es mayor en el socorrismo de piscinas, aseguran. Si a las condiciones económicas se le suma los “defectos en infraestructuras”, los socorristas se convierten en “los menos protegidos dentro del socorrismo”. Y lo dicen con cierta tristeza: “Este trabajo se ha convertido en la vendimia: los socorristas somos los temporeros de la playa. Nadie regula nuestro sector y tenemos sueldos bajísimos”. Con el añadido, recuerdan, de que deben “arriesgar” sus vidas “para salvar la de los demás”. “Urge una ley catalana para la seguridad de las playas”, concluye Xavi.

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