QUÉ HACER HOY EN BARCELONA
María Antonieta al desnudo
El Teatre Gaudí recupera esta obra que da una visión distinta de la reina
Eduardo de Vicente
Periodista
María Antonieta ha sido uno de los personajes históricos a los que la ficción ha recurrido en más ocasiones. Por ejemplo, ciñéndonos tan solo al cine, podemos recordar la versión con Norma Shearer y Tyrone Power de 1938, la francesa con Michéle Morgan (1956) o la más reciente aproximación de Sofia Coppola (2006), al servicio de Kirsten Dunst. Y eso por citar solo las más populares y sin contar las series televisivas. El Teatre Gaudí recupera ahora una original adaptación que parte de la biografía que publicó Stefan Zweig (autor de Carta de una desconocida o los relatos que inspiraron El Gran Hotel Budapest) dramatizada por la actriz uruguaya Analía Puentes y Camilo Zaffora y dirigida por Jessica Walker.
La propia Puentes es quien da vida a la reina de Francia y permanece durante toda la obra desnuda como ejemplificando la fragilidad de su personaje. Se nos presenta con los acordes del Memorial de Michael Nyman (que utilizó Peter Greenaway para El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante) mientras va lanzando vivas a Francia y gritando “Yo soy la reina” (en francés). Está encima de una cama desecha, vestida únicamente con una peluca y un collar mientras juguetea con las sábanas, unas plumas o las sábanas y, a sus pies, pétalos de rosa.
Delirante y cómica
La música se transforma en el Verano de Las cuatro estaciones, al tiempo que ella se maquilla todo el cuerpo y baila al ritmo del tema de Vivaldi. Empieza a hablar con su amante, el conde sueco Von Fersen mientras ejecuta acrobacias sobre el cabezal. Recuerda cómo se conocieron en un baile de máscaras y, anudando una tela roja con la que crea diversas formas, recuerda su vida en Versalles junto a los artistas e intelectuales de la época como Rousseau, Voltaire o Montesquieu pero también bromea sobre otros franceses populares contemporáneos.
El tramo inicial, altamente delirante, resulta el más divertido, ella pretende marcar tendencia y así se le confiesa a su amiga, la marquesa de Polignac invitándola a tomar un té mientras hace gárgaras intentando hablar en francés. Y es que María Antonieta, como Zweig, era vienesa. Hace juegos de palabras y se transforma en su madre para recordar sus consejos de que no se metiera en política y que reinar no es un juego.
Dramática e incomprendida
Su parte más frívola aparece cuando duda qué vestido ponerse o relata su atareada vida diaria en palacio, pero también empieza a desvelar su amargura. La historia nos recuerda que se casó con tan solo 14 años con el rey Luis XVI, su relación insatisfactoria con su marido que solo pensaba en comer, dormir y cazar y su amargo desenlace con el estallido de la Revolución Francesa. El tramo final es el más triste, pero también el más reivindicativo, en el que muestra su anhelo frustrado de ser ella misma y sentirse libre.
Es un auténtico tour de force al servicio de la entrega absoluta de su protagonista, Analía Puentes, que se vacía en la representación con máxima intensidad, cambiando del registro más alocado al más dramático y creando un personaje poliédrico que conmueve al espectador. Es una hora que no deja respiro y que nos muestra a una mujer que está más cerca de ser una víctima que un verdugo, que no sería esa monarca superficial que conocíamos sino alguien atrapado que solo intentaba sobrevivir. Un chivo expiatorio al que también le pesó su condición de mujer para ser vilipendiada y responsabilizada de todos los males del pueblo. Otro ejemplo (como María Magdalena, Yoko Ono y tantas otras) de cómo la historia ha maltratado a determinadas figuras femeninas y eso, en esta semana dedicada a la mujer, conviene recordarlo y revisarlo más que nunca.
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