COn mucho gusto . CUADERNO DE GASTRONOMÍA Y VINOS
La sabiduría del vino
El vino nos permite viajar a la inversa, regresando a un tiempo que se conserva vivo en la botella. Catarlo es un ritual placentero que nos acerca a la sabiduría.
A base de dar prioridad a la vida urbana lo sabemos todo sobre el asfalto, el aluminio y el vidrio, mientras olvidamos los ciclos de la naturaleza que acontecen más allá de los cinturones de rondas. Lentamente hemos reducido el aceite, el pan y el trigo a objetos de consumo. Un proceso que deja sin magia unos alimentos en los que el vino es el sacramento que nos lleva del presente al pasado. No existe otro elemento que conserve una singularidad que nos es asequible acariciando una botella como si fuera una lámpara de Aladino. En cada una de ellas se encierra una historia viva.
Lo malo es que la visión urbanita del vino ha acabado con una liturgia, la única que nos permite viajar hacia los años transcurridos. Descorchar un tinto de reserva es dar un salto hacia un tiempo que no está perdido, porque en la copa nos esperan todos los parámetros que definieron la añada, desde el clima y el suelo hasta el trabajo del hombre.
Frente a esta realidad se imponen las leyes que igualan el vino a cualquier bebida alcohólica, una política que muestra el botellón colectivo, sin entrar en el detalle de que entre toda la miseria bebida, no aparece ni una botella de vino que sea digna de este nombre.
Pero, por más que nos machaquen con máquinas capaces de crear todo tipo de imágenes virtuales, en nuestro inconsciente guardamos la magia del vino, la que lleva a potenciar la inteligencia, la sensualidad y el placer de la conversación. Quizás por esta razón nos indignamos cuando nos doblan su precio en un restaurante, mientras nos parece natural que multipliquen por veinte el de la ensalada. Viceversa, aquellos que habitan el momento inmediato encuentran lógico soltar la pasta por un gadget, mientras critican ferozmente un gasto tan hedonista como pueda ser un paseo en el tiempo hasta las viñas de nuestra bodega favorita.
Por fortuna cada vez está más presente la concepción del vino como una forma de cultura que nos aproxima a la naturaleza. Visitarlo in situ a través de las rutas enológicas, adentrarse en las grandes enotecas que guardan botellas como si fueran libros es un arma infalible contra la imbecilidad del pelotazo alcohólico.
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