destinos bohemios para motomamis

Bares para Rosalía: 10 locales míticos de Barcelona dignos de un videoclip

‘Vampiros’ ha puesto al Marsella en el mapa mundial. Pero no es la única trinchera emblemática de Barcelona que podría salir en un videoclip

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A1-173223136.jpg / JORDI OTIX

Òscar Broc

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Rosalía ha sacado el bar Marsella en el videoclip de 'Vampiros' y media Barcelona se ha acordado de que este legendario tugurio sigue abierto y en mejor forma que nunca. Parecía que, en estos tiempos de velocidad terminal y tendencias que duran seis minutos, los barceloneses nos habíamos olvidado de nuestro mayores, de esos bares que se mantienen en pie en plena tormenta gentrificadora y salvaguardan el recuerdo de una Barcelona que se desvanece cual espectro. Hoy visitamos algunos de estos espacios emblemáticos, trincheras veteranísimas que también podrían haber aparecido en el videoclip que la cantante catalana comparte con su novio, Rauw Alejandro. Baby, no me llames, que esta noche se sale. Pues eso.  

1. Vampiros modernos

Absenta para motomamis

Chinchín bohemio en el Marsella.

Chinchín bohemio en el Marsella. / JORDI OTIX

El ritual de la absenta, con el tenedor debidamente puesto en la corona del vaso y el inevitable terrón de azúcar empapado, se puede practicar en muchos garitos de Barcelona, pero en ninguno resulta más místico que en el Marsella (Sant Pau, 65). Como ya hizo con el bar El Pollo, bareto arrabalero con segunda vida y tortillas escandalosas, Rosalía ha puesto en boca de todos otro monumento del Raval. El Marsella, escenario de su último videoclip, es el bar con más solera del barrio y uno de los pocos bastiones que recuerdan la Barcelona bohemia de antaño. Hemingway o Picasso fueron algunos de los tótems que salieron a cuatro patas de este reducto modernista, un bareto a prueba de gentrificación que ha salvado la vida varias veces y que todavía hoy mantiene intacta su magia. Con fecha de nacimiento 1820, el Marsella no se arruga ante la modernidad, de hecho acumula desafiante cada vez más polvo, para solaz de los alérgicos a los nuevos tiempos.   


2. Vuelta el ruedo

Dos orejas

 El Bar del Toro, segunda residencia de ‘millennials’ en busca de autenticidad.

 El Bar del Toro, segunda residencia de ‘millennials’ en busca de autenticidad. / JORDI OTIX

El Bar Roso, conocido popularmente como el Bar del Toro (Sant Gil, 2), bien podría haber sido el escenario de un videoclip de 'El mal querer'. Ubicada en las entrañas del Raval, esta vieja taberna se ha convertido en la segunda residencia de incontables 'millennials' cansados de tanto hipsterismo y ávidos de autenticidad. Carajillos, cañas y combinados se maridan con tapas clásicas, embutidos, conservas y bocatas en un entorno que recuerda al bar de pueblo de tu infancia. La estrella de la casa es una cabeza de toro disecada y expuesta en lo alto de una pared, un morlaco intimidante que observa con paciencia el abarrotado comedor y parece presto a cobrar vida en cualquier momento. Lo de este bar, con más años que la chepa de la abuela de la Fabada Litoral, es digno de estudio: martes por la noche y no cabe ni un alfiler. ¡Ole!   


3. Maravillosos 70

Sin pamplinas

El Mónaco, un superviviente instalado en los 70. 

El Mónaco, un superviviente instalado en los 70.  / Instagram

Un superviviente. Un milagro. El Mónaco (Pallars, 164) es una fotografía de los años 70. El mobiliario parece haber resistido varias glaciaciones. Su máquina de tabaco antigua y su futbolín deberían ser patrimonio de la humanidad. No sabemos hasta cuándo aguantará en pie este local histórico, pero el día que baje la persiana los vecinos de Poblenou llorarán su pérdida. De momento, su propietario, Simón García, no tiene ninguna intención de dejarlo. «Hasta que la salud aguante», me dice riendo. «Un quinto, unas olivitas y unos berberechos», le contesto yo. Y pasa la vida, que diría Pata Negra.  


4. Arriba y abajo

Coctelería modernista

55 años contemplan esta coctelería: L’Ascensor.

55 años contemplan esta coctelería: L’Ascensor. / Instagram

«Al primero segunda, por favor». En la entrada de L’Ascensor (Bellafila, 3) solo falta un botones que te marque el piso y te dé las buenas noches. 55 años contemplan esta coctelería en la que se han emborrachado celebridades musicales del calibre de Loquillo o El Último de la Fila. Me contaron hace tiempo informadores muy fiables que el ínclito Lou Reed visitó una vez el bar y casi se desvaneció delante de la barra de tanto pimple. L’Ascensor es historia y siempre tiene historias. Su decoración modernista te embriaga, pero la joya de la corona es la entrada de un viejo ascensor también modernista, que se ha conservado intacta y sigue atrayendo todos los flases. En la barra, coctelería fina e impecable, el combustible perfecto para noches eternas de bohemia, pasión, subidas y alguna bajada (que se lo pregunten a Lou Reed, si no).  


5. Desde 1860

Pasado perfecto

Casa Almirall, icono modernista con barra de mármol. 

Casa Almirall, icono modernista con barra de mármol.  / Feran Sendra

La entrada de Casa Almirall (Joaquín Costa, 33) te exige un par de minutos de adaptación al medio. Es como si en la calle de Joaquín Costa hubiera un agujero de gusano que te enviara directamente a la Barcelona de finales del siglo XIX y principios del XX. En el primer salón de este icono modernista parece que nada se ha movido desde entonces. Los marcos de madera que envuelven las botellas, la preciosa barra de mármol, la musa de hierro que sostiene la luz sobre la barra, los viejos taburetes y mesas velador, la majestuosa puerta de madera de la entrada (una joya modernista que hipnotiza a más de un transeúnte)… Parece que estés flotando en un sueño. Si eres un cazador nocturno de antigüedades, en este rincón fuera del espacio y el tiempo podrás sumergirte en un vaso de absenta y, con un poco de suerte, soltarle la chapa a los fantasmas del pasado.  


6. Clásico del Raval

Gent blaugrana

La Masia, bareto a la antigua usanza. Tiene 70 años.  

La Masia, bareto a la antigua usanza. Tiene 70 años.   / Elisenda Pons

En este negocio familiar vuelan las cañas y los tentempiés de bareto a la antigua usanza. ¡Una de boquerones con olivas y otra cerveza, que la tarde se alarga! Un rótulo 'vintage' y unas pizarras con los ofrecimientos del día reciben al visitante. La Masia (Elisabets, 16) es una mezcla de bar de pueblo, casa de comidas y, si me apuran, peña culé. Los pósters dedicados al Barça no engañan y tampoco su vitrina con las tapas del día. Albóndigas, bacalao, croquetas, tortillas, La Masia no tiene tiempo que perder con florituras modernillas. En esta trinchera con 70 años de historia se come y se bebe como se hacía antes, y que así sea por muchos siglos más. Si te apetece diseño minimalista danés y un 'mocktail' con extracto de chia, definitivamente estás en el lugar equivocado.   


7. Casa Popeye

Como siempre

 Dole Café: servicio a la antigua, trato cercano y tortillas de órdago.

 Dole Café: servicio a la antigua, trato cercano y tortillas de órdago. / Instagram

Si Rosalía hubiera grabado un videoclip en el Dole Café (Manuel de Falla, 16) las habría pasado canutas para meter a todo el equipo de rodaje, pero tanto las tortillas como los bocadillos habrían compensado el órdago. En este antiguo negocio hacen bueno aquello de «si algo funciona no lo toques», de ahí que parezca que tus átomos hayan realizado un viaje instantáneo hasta una cafetería popular de los años 80. Servicio a la antigua, trato cercano, clientela de toda la vida, cartelería retro, azulejos viejunos, acero inoxidable, muestrario de tortillas para que salive el personal y un bocadillo para gobernarlos a todos: se llama Popeye, llega planchado y crujiente, y lleva espinacas, jamón serrano y queso.   


8. Tasca inmortal

Have a cava day

Esta tasca nació en 1969: Can Paixano. Imposible irse sin catar su cava. 

Esta tasca nació en 1969: Can Paixano. Imposible irse sin catar su cava.  / Elisenda Pons

No busques comodidades ni diseño industrial en territorio Paixano. En esta tierra se vive al margen de las tendencias; los cambios nunca son bienvenidos. Es el secreto de su éxito. Can Paixano (Reina Cristina, 7) se revela como un agujero oscuro, recargado, aceitoso, estrepitoso… Lleno de vida. He aquí una tasca nacida en 1969 que supura autenticidad y te enamora desde el primer hasta el último plafón de madera vieja. La plancha ruge. El humo de la panceta y los frankfurts se queda en tu camiseta. Los bocadillos de batalla y las conservas son tremendamente populares, pero no tanto como los espumosos de la casa, unos brebajes celebérrimos que tienen en el cava rosado su punta de lanza. Queda claro: en Can Paixano se entra solo y se sale con un millón de amigos, como Roberto Carlos. 


9. Caña y tortilla

Bohemia renovada. Se remonta a 1893 y ha pasado ya por varias manos sin ver alterado su espíritu canalla. El legendario Resolís (Riera Baixa, 22) ha vuelto con una carta repleta de caramelos en forma de tapas y platillos, y una colección de vinos de lo más apañada.

Ha subido el nivel, pero no ha tocado el espíritu de centro de acogida para bohemios y lechuzas. Ideal para un alto en el camino con pincho de tortilla y caña, o para esa copa después de cenar que se multiplica por varias. Aquí Rosalía se sentiría como en casa; uno de los baretos más auténticos del Raval.    


10. Bonus track

Vuelve lo viejo

Bareto Olímpic: un bar moderno que reivindica lo viejo.  

Bareto Olímpic: un bar moderno que reivindica lo viejo.   / Elisenda Pons

El Olímpic lleva muuucho tiempo observando pacientemente todo lo que ocurre en la agitada calle de Joaquín Costa. Es un histórico del Raval que ha vivido distintas etapas sin cambiar su aspecto y que comienza una nueva etapa en manos de los bartenders Antonio Naranjo, Adal Márquez y Edir Malpartida. Ahora el Bareto Olímpic (Joaquín Costa, 25) es el mismo bar de barrio de siempre, con una carta de bebidas que, lejos de alinearse con las últimas modas cocteleras, intenta recuperar el viejo sabor de los cubatas que bebían nuestros padres y abuelos. El nuevo Olímpic es más viejo que nunca y la fórmula funciona. Han recuperado el vaso de tubo para disfrutar de brebajes de fiesta mayor como el Mamadeta & Tonic, la Pomada Collins o el Marianito Preparado. Un bar moderno que reivindica lo viejo y Rosalía sin conocerlo todavía.   

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