Planes pintorescos
La última moda de Instagram: ¿dónde aprender a pintar vajillas de cerámica?
Es la tendencia 'instagrammer': pinceles y 'mindfulness'. Desde el año pasado, las quedadas para pintar vajillas se han reproducido más rápido que Julio Iglesias de gira mundial
Abel Cobos
Periodista
«Tu reserva está lista», dice Guille, copropietario del local, mientras te enseña tu mesa. Observas la carta, con una gran variedad de platos y copas. Te decides por un 'bowl' con buena pinta. Ahora solo faltan los ingredientes. «¿Qué pintura quieres para tu plato?», te pregunta. No, no estás en una cena con tu pareja: la cita de hoy consiste en pintar cerámica, la última moda 'influencer', como atestiguan sus decenas de 'stories' con vajillas 'handmade'.
«La cerámica es como un restaurante, reservas mesa, en el menú tienes todo tipo de piezas, escoges pinturas, estilos, y al final hay horno y cocción», bromea Katia que, junto a Guille, es la copropietaria de Studio Kanay (Bruc, 5), estudio de cerámica pionero de Barcelona. Empezaron en 2016, «cuando a penas éramos cinco estudios». Ahora «hay una decena en cada barrio».
El 'boom' de la cerámica se dio en 2017, aunque tras la pandemia volvió, cuando todo el mundo se aficionó a manualidades. Pero este 'hobby' es complejo, y «requiere dedicarle muchísimo tiempo», aseguran. Por eso, cuando los 'influencers' descubrieron que pintar vajillas era «la vía rápida para experimentarlo», este tipo de planes se reprodujeron más rápido que Julio Iglesias de gira mundial.
«Ayer tuvimos aquí a Amelicious, la de 'Masterchef'», cuenta Guille, que le explicó cómo pasar de los hornos de repostería a los de cerámica. Y no es la única: influencers como Carla di Pinto o María Martí, entre otras, también han pasado por Kanay. «Cada día tenemos una media de 60 personas», añade Katia. Teniendo en cuenta que el local tiene una capacidad máxima para seis grupos de cuatro personas, y que cada uno tiene hasta dos horas para pintar… Sí, hay mucha demanda. «Ya tenemos reservas para abril», comentan.
La pintoresca experiencia empieza justo en la entrada, donde en una estantería reposa la vajilla de cerámica virgen que acabará bañada en color a lo Agatha Ruiz de la Prada. Mientras escoges qué lienzo decorarás, decenas de platos, candelabros, huchas y teteras te contemplan como si estuvieras paseándote por el castillo de 'La bella y la bestia'. «Las tazas son las más populares, seguidas por los comederos de perro», señala Katya.
En cuanto tomas la decisión -casi más difícil que la de Sophie-, Guille te entrega el Pantone, los pinceles, y lo acompaña de una 'masterclass' exprés de las técnicas y estilos con los que puedes pintar, desde líneas, puntos y brochazos hasta composiciones complicadas a lo 'trencadís' de Gaudí. Y manos a la obra.
El ambiente que se respira en la sala es tranquilo: aunque hay algunas charlas suaves, pintar es absorbente, como una especie de mindfulness, así que reina el silencio. «Aquí el tiempo se detiene», asegura Katia. De hecho, así empezó ella: «Soy informática, y me apunté a talleres mientras hacía un máster para desestresarme. Al final, me gustó tanto que me empecé a dedicar profesionalmente a la cerámica».
Pero, a pesar de la concentración, a la que te sales de la línea por primera vez, te das cuenta de que es más difícil de lo que parecía. «Esto es como un hijo, te lo quieres salga como salga», comenta una clienta, mientras mira con cierto escepticismo el resultado de su taza. «Tranquila, todo el mundo dice siempre que quedó mejor de lo que esperaba. El horno hace milagros», asegura, riendo, Guille. Eso sí, no lo sabrán hasta dentro de diez días, cuando, después de reposar y pasar por el fuego, esté lista su vajilla.
El público habitual tiene entre 20 y 35 años (sí, la audiencia típica de los 'influencers'), pero está abierto a personas de todas las edades. Hoy, por ejemplo, se ha reunido un grupo de jubiladas para ponerse al día entre pinceles. Hace unos meses, recuerda Guille, se pasó una despedida de soltera, que hizo nueva vajilla para los recién casados. Y hasta un enamorado le escribió una carta de amor a su pareja en una taza. Está claro que ya no necesitará el café para animarse las mañanas.
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