CONDE DEL ASALTO
Fotos de mañana
Cada fotografía de antes puede ser un refugio o un recordatorio, como lo serán las que tomemos estos días
Miqui Otero
Escritor
Nos sucede a todos. Estamos viendo una película y de repente esa chica entra bailando en un bar abarrotado de gente eufórica, o esa pareja se quita la ropa apresuradamente bajo una nube de jadeos en un portal, o toda la grada toma el campo de fútbol cuando su equipo ha ganado una copa. Y entonces, sin razonarlo, una vocecita interior, quizás algo cascada y lijosa como la de Fernando Simón, suelta: “¡Qué hacéis, insensatos!”.
Lo mismo sucede con nuestras fotografías. Ni siquiera hace falta abrir un álbum, nuestros teléfonos nos recuerdan imágenes de hace unos meses y nos vemos ahí, sonriendo de oreja a oreja, en ese cumpleaños o en ese desguace o en esa gasolinera, y cerramos la imagen para luego afianzarnos mejor esa mascarilla que nos empaña las gafas cuando respiramos.
Multitudes de antes
También sucede con las fotografías de otros, sobre todo cuando son buenas. Y de esas hay muchas ahora en Barcelona, en exposiciones que se pueden visitar a pesar de todo. La primera, en La Pedrera, es la de uno de mis fotógrafos favoritos: <strong>William Klein</strong>, 'Manifiesto'. En el catálogo pone que la muestra permanecerá abierta de marzo a julio del año pasado y quizás sea esa una de las únicas cosas buenas que nos ha traído la pandemia: que determinadas cosas (las malas, pero también las buenas) han quedado ahí atrapadas y siguen abiertas. De Klein uno conoce, sobre todo, esas fotografías de modelos con vestidos plateados o franjas en blanco y negro, con ojos Disney y miradas duras. Pero abundan aquí también fotografías exteriores de neones y multitudes en Tokio, Moscú o Nueva York. Ese ajetreo multitudinario y frenético, la belleza de todas esas vidas mezcladas sin ton ni son, que ahora solo podemos disfrutar, con mascarilla, dentro de una sala de exposiciones (o de Ikea).
La segunda, en la Fundación Mapfre, es la de <strong>Bill Brandt</strong>, otro indispensable. Además de retratos alucinantes de Peter Sellers o Graham Greene, destaca una de las series, que habla del 'Arriba y el abajo'. Son fotografías tomadas durante los bombardeos nazis en Londres en la segunda guerra mundial: algunas del subsuelo, en refugios subterráneos y en los pasadizos del metro; otras, al aire libre, sin farolas ni carteles encendidos (para no atraer a bombarderos), con la vida apagada pero resistente.
Arriba y abajo
Pero aún se puede ver otra serie, que podría llevar el mismo título. Arriba y abajo, también, porque Brandt pone una al lado de otra, en dípticos, fotos del mismo tema en clases humildes y de gente rica. Un pub de madera carcomida y un club inglés enmoquetado, un minero lavándose en un barreño de hojalata y una dama del servicio, con cofia y uniforme, preparando un baño en una bañera con pies de oro, una fiesta infantil con una pelota de trapo en la calle y otra en un piso de techos altos llenos de globos de colores.
Y, del mismo modo, estos días podríamos ver fotografías de esas fiestas en el Barrio de Salamanca y de esos metros llenos de trabajadores que salen de La Verneda. Algún día las veremos, esas fotos, toda esa gente con mascarilla o sin ella, que se suponía que vivían lo mismo, pero el caso es que lo vivían muy diferente. “Every picture tells a story”, cantaba Rod Stewart. (Cada fotografía cuenta una historia). Incluso cada foto nos cuenta una vida y un momento. Y cada fotografía de antes puede ser un refugio o un recordatorio, como lo serán las que tomemos estos días, ahora.
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