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'Art Battle': el arte de la guerra

Es una velada pintoresca en la que se disputa el título de pintor más rápido del oeste. Los artistas crean cuadros delante del público en tan solo 20 minutos

Batalla que ni pintada. Participantes de la última `Art Battle¿, el pasado sábado, en la Antiga Fàbrica Estrella Damm.

Batalla que ni pintada. Participantes de la última `Art Battle¿, el pasado sábado, en la Antiga Fàbrica Estrella Damm. / periodico

Abel Cobos

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Empieza la cuenta atrás. «5… 4… 3…», dice el presentador mientras seis artistas desenfundan sus pinceles, listos para transformar un lienzo en blanco en el cuadro campeón de esta pintoresca batalla de gallos. En cuanto el reloj llega al cero, aparece un medidor de tiempo en una pantalla: empieza la guerra, tienen 20 minutos para llevar a cabo su obra de arte. No pueden permitirse perder ni un segundo, por lo que sus pinceles van más rápidos que la expansión del coronavirus de Wuhan. 

Mientras los participantes en la 'Art Battle' -cuyas entradas cuestan 12 € por persona- están pintando, el público da vueltas por la sala de l’Antiga Fàbrica Estrella Damm (Rosselló, 515), el establecimiento que acoge el evento. Algunos echan un ojo a las obras, otros van comiendo del pica-pica o bebiendo, como no podía ser de otra forma en este local, una cerveza. 

Michel Vázquez, uno de los artistas invitados, empieza pintando un fondo verde con unas flores abstractas superpuestas que podrían decorar un bolso del Desigual. A medida que su cuadro va cobrando forma, la audiencia se acerca a los artistas. «Por favor, no invadáis el espacio de pintura», dice el presentador, para intentar que las masas, que están filmando cada segundo del proceso artístico como si fueran Kylie Jenner en un concierto de Rosalía, dejen de atosigar a los artistas. 

La tensión y el estrés de los participantes es palpable en la cara de Vázquez, que mientras da los últimos toques a su jardín, que ya ha cogido forma, tiene dibujado en su rostro el deseo de que esta batalla se celebrase dentro de un ring, protegidos por las cuerdas. 

En cuanto pasan los 20 minutos, el presentador grita «¡pinceles fuera!», como si fuera la alarma de 'Masterchef'. Los pintores se alejan de su obra con las manos levantadas, observando su creación, mientras los organizadores retiran los cuadros y los exponen al fondo de la sala. «Ahora ya podéis empezar a votar con la app», avisan al público.

Tres rondas

¿El criterio para votar? Depende de cada uno de los asistentes, en su mayoría 'millennials'. «Yo he votado el de la Sagrada Família, los otros eran demasiado abstractos», dice Carla, señalando el cuadro que ha pintado František González del monumento de Gaudí al atardecer. A su lado, una pareja mira el retrato de una mujer en amarillo que ha hecho Ana Pulido Castro, aún sin decidir a quién dar su voto. Pero todavía tocará esperar una ronda más (los campeones se anuncian al final de la segunda) para saber quién ha salido victorioso de este primer asalto.

«En total, tres rondas. La primera y la segunda son seis pintores que se enfrentan entre ellos. Los dos que ganen en cada una se enfrentarán a una tercera, de la cual saldrá el vencedor final», añaden, para situar a los que acaban de llegar y que no saben las reglas de este evento trimestral (la siguiente entrega será a finales de primavera). 

Participantes de todo el mundo

Tras preparar de nuevo el espacio de trabajo, los siguientes competidores se ponen frente a un lienzo con el material preparado. «Y ahora, presentaciones. Describíos con una frase», empieza el presentador. «Líneas, líneas y más líneas, así es mi obra», dice el primero. «Fusión de realismo con lo que ves en tus sueños», responde la siguiente. Así hasta introducir la mezcolanza de estilos que participará en esta segunda ronda. 

La diversidad artística no solo está en la técnica y la temática. También en los orígenes de los participantes, que son de todo el mundo. Solo en esta ronda ya hay un brasileño y una rusa. Eso sí, todos tienen un mismo rasgo en común: son artistas emergentes y (todavía) no mueven masas. Por ejemplo, la ganadora de la ronda final, Lorena Luna, tiene menos de 600 seguidores en su Instagram. Y aun así consiguió ganarse el favor del público con sus retratos dibujados a brocha gorda. 

Al final de la noche se pueden comprar los cuadros a través de una subasta que empieza a partir de los 50 € y que suele alcanzar cifras que pasan del centenar. Por si te enamoras de los ojos rojos que acaba de pintar Júlia Juncadella o de la marea abstracta de Héctor y te los quieres llevar a casa.