Da el salto al 'trampolining'

"Haz el bicho palo", te dicen. "¡Piernas y torso siempre rectos!". Así que tú te cuadras como los de los mítines de Vox. Marea un poco al principio. "Es que estás volando", te replican como si fueras un superhéroe en prácticas. No subías a una cama elástica desde los 10 por lo menos. Duras lo mismo que Màxim Huerta en el Gobierno. Un minuto saltando y escupes automáticamente: "¡¡¡Caaansaaa!!!". Por mucho que cantes mentalmente el 'Salta' de Tequila en plan mantra. No eres el único adulto con la lengua fuera. Las camas elásticas han dejado de ser coto exclusivo de niños. 

Esto es The Indoor Jumping Club. "El primer espacio de salto en Barcelona para todos", proclama su web. El único de la ciudad dedicado solo a camas elásticas. Hay más de 30. Unos 600 metros cuadrados flexibles. "De momento somos los únicos en Barcelona -asiente Dani-. De aquí a un año, no lo sé". 

'Running' con bolsas de basura

Dani Pérez no salta, pero te dirá con precisión cuántos días te durarán las agujetas. Es el director del centro. Responsable de área de las instalaciones de deporte y ocio de Cet10 (tienen otro 'jumping' para niños y el Bosc Urbà del Fòrum).  

Trampoline parks, llaman a estas instalaciones elásticas. En el 2011 había 40 parques; a finales del 2017, más de 1.000, según la asociación internacional de 'trampoline parks'. "Y más que van a abrir", aegura Dani. "Están muy de moda y van a estarlo más", dice con seguridad de vidente. 

Es la nueva palabra mágica del 'fitness': trampolining. Ya se hacen clases en gimnasios con camas elásticas individuales. "Aquí no ha llegado todavía, pero llegará", augura Dani. Dicen que diez minutos de salto equivalen a media hora de 'running'. "Está estudiado –asiente el director–. Quemas calorías, ganas elasticidad, equilibrio. Haces mucho ejercicio.  Y sales con la sensación de haber generado endorfinas a saco", se ríe. "Es recordar cuando eras pequeño". 

"En una hora estás haciendo un mortal», te promete Gus. Gustavo Molina, el monitor, 35 años, habla con acento venezolano y da zancadas por el club como si calzara botas de siete leguas. No te fíes: su amabilidad es directamente proporcional a las agujetas que deja.

Gus te coloca frente a una cama elástica: de cuclillas, estiras las manos como si fueras a salir volando a lo Superman. Terminas dando una voltereta hacia delante nivel EGB. "Acabas de hacer tu primer mortal -se ríe el monitor-. Aunque no es olímpico". 

Lecciones de ‘coach’

"¿Subimos un poquito?" -te va picando-. En una hora lo tienes hecho". Y le dices que sí sin parpadear, pensando ya en el postureo de Instagram. Aprenderás (tarde) que uno no debe picarse nunca al saltar si no quiere convertirse en una mezcla de 'Las chicas de oro' y Chiquito. ¡Cuidado con el lumbago!

Gus va subiendo la dificultad de forma progresiva: con manos, sin manos, con colchoneta, sin. "Es ir desbloqueando pasito a pasito", explica. A veces jurarías que es un 'coach'. "Es mucho de psicología", añade. "Te ayuda aquí y fuera". 

La clase elástica incluye hasta ejercicios de confianza: Gus te coloca de espaldas a un fondo acolchado, en la zona de prácticas, y te dice que te tires en plancha sin mirar atrás. Sí, claro, ahora voy... ¿seguro? Aun con la mano en la zona del lumbago, ya estás pensando en volver otro día. "Es una cosa que no haces una vez en la vida", garantiza. 

Las camas elásticas darán aún más de sí. Este 'jumping club' añadirá en un mes experiencias interactivas, anuncia el director. "Podrás interactuar con una imagen mientras saltas", detalla. Con iluminación a prueba de adolescentes. "Como si fuese una discoteca -apunta Dani-, pero haciendo deporte".