TEATRO
'Una gossa en un descampat', el latido más conmovedor
Clàudia Cedó golpea la Beckett con una brillante historia de superación sobre la pérdida de su hijo no nato. Maria Rodríguez y Vicky Luego lucen espléndidas en el dinámico y poético montaje que firma Sergi Belbel
Imma Fernández
Periodista
Imma Fernández
¿Durante cuánto tiempo debes llorar a un hijo muerto? Clàudia Cedó, dramaturga, directora y psicóloga, tuvo que enfrentarse a esta y otras desgarradoras preguntas que acompañan la trágica experiencia de la pérdida, en su caso perinatal. Como ya hicieran Gemma Brió y Norbert Martínez en 'Llibert', decidió abrir su corazón y contarlo, de manera brillantísima, en la autobiográfica 'Una gossa en un descampat', que acoge la Sala Beckett hasta el 29 de julio.
Conmovedora inmersión en las heridas más profundas del alma humana, la autora –y psicóloga– consigue el sano equilibrio entre el dolor lacerante y la necesidad de cerrar el duelo y seguir hacia adelante. No es fácil, pero de eso se trata, y Cedó nos muestra el camino sin caer en el señuelo lacrimógeno.
Ira, tristeza, culpabilidad, abandono, esperanza, ilusiones... A esa montaña rusa de sentimientos, tremendamente duros pero tratados con un alto vuelo poético y resquicios para el humor, se sube un espectador golpeado por la verdad que transmite el magnífico reparto. Maria Rodríguez y Vicky Luengo se turnan espléndidas los papeles de Júlia y su voz interior, un desdoblamiento antagónico –sufrimiento y rabia versus esperanza– que aligera el drama (también hay risas en la platea) y potencia el juego teatral. Este gran hallazgo permite sacar a combate todas las dudas, los reproches y los deseos de la joven, empezando por la decisión crucial: continuar con un embarazo de riesgo o acallar el latido del hijo deseado, y otra igualmente clave: ver o no ver al bebé muerto. Negación o aceptación.
El vientre del teatro
Redondea esta historia de superación la muy dinámica y poética puesta en escena de Sergi Belbel, apuntalada por la mágica escenografía de Max Glaentzel, los efectos sonoros y la iluminación que construyen el onírico descampado del título, espacio mental de la protagonista en el que irrumpen sus miedos, sus fantasmas, en forma de perturbadoras sombras.
Sobre la evocadora arena de desechos (plásticos, neumáticos, faros..., rastros de la vida), se entrecruzan dos tramas realistas:el relato discontinuo principal,que empieza con la llegada de Júlia al hospital con problemas en su embarazo a los cinco meses de gestación y, en paralelo, el vientre del teatro:el trabajo y las relaciones entre bastidores. Los 'flashbacks' enriquecen la narración, en la que también se lucen una estupenda Anna Barrachina, y el resto del elenco: Pep Ambròs (la pareja de Júlia), Xavier Ricart y Queralt Casasayas.
La autora de la premiada 'Tortugues: la desacceleració de les partícules' y 'L’home sense veu' se consagra con esta valiente y aclamada pieza, un canto a la vida y al teatro con el que el acto escénico adquiere todo su sentido. El arte de compartir, y celebrar, la vida.
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