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Albares repite para consumar el acercamiento a Marruecos y el posicionamiento sobre Gaza y Ucrania

El ministro de Exteriores deberá navegar un entorno internacional impredecible marcado por dos guerras y unas elecciones europeas en junio en las que la ultraderecha podría ganar fuerza

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares.

El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares. / EP

Mario Saavedra

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José Manuel Albares coprotagonizó en 2018 una de las fotos más famosas de la primera época de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. El jefe del Ejecutivo, que estrenaba su puesto, apareció en el avión presidencial Falcon con gafas de sol, departiendo con alguien desconocido para el gran público. Albares, diplomático de carrera, era por aquel entonces secretario general de Asuntos Internacionales, Unión Europea, G20 y Seguridad Global. El consejero en política internacional de Sánchez.

Desde aquel año, el mundo sufriría una serie de crisis sucesivas cuyo resultado está por ver aún: una pandemia global que acabaría con la vida de siete millones de personas; la invasión rusa de Ucrania, la primera gran guerra en suelo europeo desde la de Yugoslavia; y, ahora, la guerra de Israel contra Hamás en Gaza, un conflicto de consecuencias imprevisibles por el momento.

"La posición de José Manuel Albares se explica por su proximidad y lealtad al presidente", opina para El Periódico de España, del grupo Prensa Ibérica, Eduard Soler, experto en política exterior de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Su llegada al ministerio estuvo muy marcada por la crisis con Marruecos y la voluntad de superarla. Su mandato ahora coincide con un contexto internacional más adverso: más conflictos y crisis y socios más hostiles. Hoy es Argentina [donde ha ganado el ultraliberal Javier Milei], y veremos qué pasa con Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos del próximo año, y con el resultado de las europeas y el nuevo liderazgo en las instituciones".

La crisis de Marruecos y Argelia

Tres años después de la instantánea del Falcon, en julio de 2021, Albares fue nombrado ministro de Exteriores, Unión Europea y Cooperación. Su predecesora, Arancha González Laya, había salido de forma abrupta tras una crisis diplomática sin precedentes con Marruecos.

Laya había permitido la entrada en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para tratarse de Covid. Eso irritó a Marruecos (en guerra con el Polisario), que alentó el asalto de miles de inmigrantes marroquíes a Ceuta en un día, y retiró a su embajadora de Madrid como protesta.

Albares entró precisamente para lidiar con ese toro, que ha marcado a fuego sus dos años y medio como titular del departamento. España se enteraría por una nota de la Casa Real marroquí de que Pedro Sánchez había decidido cambiar la neutralidad tradicional hacia el conflicto del Sáhara por otra más favorable a las posiciones de Rabat, que defiende que el territorio por descolonizar es suyo y debe quedarse bajo una autonomía.

Albares ha sido permanentemente cuestionado sobre este asunto cada vez que iba al Congreso o al Senado, o en cada entrevista con medios, por el motivo del giro y por lo que España había obtenido a cambio. Se le acusaba de ocultar información sobre el desarrollo de los acuerdos.

Él defiende que la inmigración irregular ha caído, y que el comercio bilateral ha aumentado, además de que se han normalizado las relaciones con un socio clave. Pero la apertura de aduanas en Ceuta y Melilla que prometió aún está por materializarse. El rey Mohamed VI dio plantón a Sánchez en la cumbre de alto nivel de Rabat del pasado febrero.

Tras arreglar el asunto de Marruecos, el problema para España surgió en la vecina Argelia, defensora del Polisario, que contraatacó retirando a su jefe de delegación y cancelando el comercio exterior con España, salvo el gas. Esa crisis ha provocado a las empresas españolas un roto de cerca de 2.000 millones de euros, aunque parece encaminada ya hacia su resolución. Argel ha enviado un nuevo embajador a Madrid, según los analistas consultados por este diario, por un doble factor: han asumido que hay cuatro años de Sánchez por delante, y han apreciado su postura moderada hacia el conflicto en Gaza.

Este es el último y más imprevisible de los conflictos abiertos. España es un actor secundario, pero debe fijar su posición, como miembro de la Unión Europea. El ministro y el presidente han definido desde el principio una receta diplomática que se aleja de la de socios más pro-israelíes como Alemania o Estados Unidos, y está más cerca de la de Francia o las Naciones Unidas: condena firme a los ataques de la milicia islamista Hamás, que acabaron con la vida de unos 1.400 israelíes; pero exigencia de contención a la represalia israelí contra Gaza, que ha segado la vida de más de 16.000 personas, en su mayoría, niños. En las últimas semanas, tanto Sánchez como Albares y otros miembros del Gobierno, como la titular de Defensa, Margarita Robles, han elevado el tono y hablan de masacre de civiles que debe parar. El titular de la diplomacia española lleva días insistiendo en que se celebre una conferencia de paz, rememorando la que se organizó en Madrid en 1991, tan solo dos años antes de que se consumara el acercamiento entre palestinos e israelíes en los Acuerdos de Oslo. Una de las tareas del ministro será, precisamente, impulsar esa agenda negociadora y presionar para que Israel detenga la matanza de palestinos en la Franja mediterránea.

De Gaza llegaron el pasado jueves 139 hispano-palestinos, en una operación de evacuación conjunta con el Ministerio de Defensa. Las evacuaciones de nacionales son otra de las marcas de la casa de Albares: completó con éxito la salida de Afganistán de españoles y trabajadores afganos en pleno asalto talibán y cerco del aeropuerto, nada más llegar al cargo, en 2021. Después vendrían las de Ucrania, Sudán, Israel...

En la guerra de Ucrania, la posición de política exterior fijada por España no se ha separado ni un milímetro de la marcada por la Unión Europea y su Alto Representante de Política Exterior, Josep Borrell. Tras unas primeras semanas de dudas sobre cuánto iba a ayudar militarmente nuestro país al invadido por Rusia -especialmente por la disonancia del socio minoritario del Gobierno, Unidas Podemos-, finalmente se tomó la decisión de contribuir con armamento y financiación, si bien en cantidades que fueron reprochadas en un primer momento por Kiev.

Sigue sin avanzar el acuerdo entre Reino Unido y la Unión Europea, con la participación de España, para definir las condiciones en las que se tratará la "frontera" con Gibraltar tras la salida de su metrópoli de la UE. Está congelado y con "la pelota en el tejado" de Londres, según Albares.

El pasado viernes, ante decenas de jóvenes europeístas venidos de toda la UE a Madrid para un foro internacional, el Ministro advirtió sobre la importancia de las próximas elecciones europeas del mes de junio. Se prevé un auge de los partidos de ultraderecha, y hay preocupación en las cancillerías sobre la posibilidad de que, para sumar, el Partido Popular Europeo decida romper con décadas de pacto tácito con los socialdemócratas y acercarse a los ultras de partidos como Giorgia Meloni. Albares se jactó de que, gracias a la investidura de Pedro Sánchez, España ha evitado el ascenso de la ultraderecha en nuestro país y garantiza así "cuatro años de Gobierno europeísta". Él mismo fue clave para el acercamiento del PSOE a los independentistas catalanes: envió tras las selecciones una carta de su puño y letra a la Unión Europea para que se incluyeran el catalán, el vasco y el gallego como idiomas oficiales de la UE. Fue el primer paso para unas negociaciones que concluyeron con el acuerdo sobre la amnistía a los delitos relacionados con el proceso independentista. Y eso llevó a la formación de un nuevo Gobierno del que él será, durante los próximos cuatro años, previsiblemente, el máximo representante de la política exterior.