Concentración contra la amnistía
La extrema derecha más violenta se adueña de las protestas ante la sede del PSOE en otra noche de disturbios
Qué y quién hay detrás de los escraches a sedes del PSOE
El PP pide a Vox que no ayude a Sánchez: "Si las protestas son violentas, no se habla de la amnistía"
Juan José Fernández
Redactor Jefe
Reportero.
Profesor en el Master de Periodismo Avanzado – Reporterismo de la Facultat de Comunicació i Relacions Internacionals Blanquerna (Universitat Ramon Llull).
Diplomado por el CESEDEN en Altos Estudios de la Defensa Nacional.
Fue jefe de Información y reportajes y jefe de Redacción de la revista Interviú durante 19 años.
Miguel Ángel Rodríguez
Periodista político, especializado en la información parlamentaria del Congreso y el Senado
Con una lluvia de sillas de bar, papeleras, botellas, bengalas, huevos y petardos se ha bautizado la protesta contra la amnistía como nuevo punto de encuentro de la extrema derecha. El crisol es la calle Ferraz de Madrid. De sintonía el Cara al Sol, himno falangista varias veces entonado en la concentración. Como telón de fondo, una gran pancarta roja y amarilla con el lema "La Constitución destruye la nación". Saldo: 39 heridosm seis detenidos y numerosos destrozos en enfrentamientos con la Policía que recordaban en intensidad a las de la Barcelona del 19.
El escrache antisocialista y antiamnistía ya no es una cita nocturna para jubilados de la edad de la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, que sonriendo cortaba la calle el pasado sábado. A los jaleadores del PP se les ha ido de las manos; incluso a los de Vox. Durante la noche de este martes el protagonismo era para gentes como la neonazi Isabel Peralta, conocida miembro del grupo Bastión Frontal, subida al tejado de un kiosco, grabándose con el móvil brazo en alto y ondeando una cruz de San Andrés. Esa escena, en rivalidad con las de jóvenes seguidores de Vox entonando el "Que te vote Txapote" una y otra vez.
Iabel Peralta ha sido detenida durante las cargas policiales. La ósmosis entre la ultraderecha y la extrema derecha se ha desbordado en el quinto día consecutivo de protestas, y una parte de la multitud se ha dirigido hacia la Carrera de San Jerónimo con el Congreso como objetivo, y ha conseguido cortar la Gran Vía, haciendo por momentos pequeño el redoblado despliegue policial que Interior había previsto para esta jornada.
Cargas policiales
Miles de personas -la Delegación del Gobierno en Madrid ha contado 7.000 en un cálculo muy raquítico- han acudido a la calle de la sede federal del PSOE para mostrar su ira contra la ley de amnistía que el PSOE ha acordado con ERC y que ultima con Junts para lograr la reelección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno. La concentración ha comenzado con antelación y con público redoblado, y ha vuelto a terminar con graves enfrentamientos de los manifestantes contra los antidisturbios, que han cargado varías veces entre una lluvia de fuego de bengalas y objetos contundentes.
Las cargas se han extendido por la adyacente calle del Marqués de Urquijo, agravándose con los policías en cuesta y los más violentos arrojando objetos desde la parte superior. Por detrás, activistas más avispados con coreografía de ultras del fútbol han prendido fuego a papeleras, extendiendo el humo y la confusión.
La Policía Nacional había doblado su despliegue con unos 160 agentes en hasta ocho grupos de antidisturbios para tratar de contener a una multitud, ante la que ha colocado una defensa de barreras metálicas mucho más ancha y resistente. Los hierros han saltado al final bajo la presión de una vanguardia de manifestantes bajo una bandera franquista y, entre la multitud, un sol negro neonazi.
Grupos neofalangistas han ocupado la primera línea de la manifestación, entre ellos activistas de Hacer Nación y Democracia Nacional. Ha participado también el líder de Desokupa, Daniel Esteve.
La tensión en la zona ha sido aún superior a la que se vivió este lunes, cuando los antidisturbios cargaron con gas pimienta para disolver el escrache. Esta vez, previendo nuevos incidentes en torno a un edifico cerrado a cal y canto, las Unidades de Intervención Policial han interpuesto ante la sede socialista, como una muralla, cinco de sus furgones pegados entre sí.
Los manifestantes han coreado vivas a España con consignas como "No nos engañan Cataluña es España", "Esa lechera a la frontera", "Puigdemont a prisión", "España unida jamás será vencida" y "Sánchez muérete, policía únete". En el camino al Congreso también han ondeado banderas franquistas.
Traición
Ha presidido la escena en Ferraz una pancarta que reza "España no paga a traidores, amnistía no". El relato de la traición de Pedro Sánchez mueve a esta multitud, convocada por propagandistas en redes sociales, y convencida de que la amnistía es un hecho, pese a que aún no han podido leer el texto.
Pôr la tarde, antes del comienzo, Santiago Abascal, líder de Vox les había animado a acudir, y habían oído repetido en los boletines de la radio a Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, construir comparaciones: "Parece que los CDR son gente de paz y los jubilados peligrosos terroristas". En la concentración de hoy no se vio a dirigentes de la cúpula de Vox, salvo la portavoz parlamentaria Pepa Millán, ausente en los momentos broncos; y los jubilados habían sido desplazados muy atrás por los extremistas más vociferantes.
Habia sobre las cabezas de la gente una bandera singular. No tenía águila de San Juan ni flores de lis: su dueño había tomado el cuidado de recortarle el escudo, dejándole un agujero redondo, un emblema de no país como los de aquellas banderas rumanas con hueco de las revueltas contra Ceaucescu. "Lo de Barcelona no se perdona", gritaba.
Ha sido una nada metafórica noche de cristales rotos en Madrid, con desórdenes extendidos allá donde las manadas chavs y cayetanas -cada cual por su lado- se retiraban, por la calle Princesa, por Pintor Rosales y por Alberto Aguilera. Cuando ha llegado la paz a la calle, se ha visto entre los destrozos la técnica de los más violentos: cizallas para cortar las cadenas con que los bares del barrio atan mesas y sillas cuando cierran, ruptura de los adoquines en pedazos más pequeños que sirvan de proyectil, tutores metálicos de jardinería, que igual sirven de asta de bandera que de lanza arrojadiza...
Al término de la protesta, de entre los últimos parroquianos de este renacimiento ultra surgían grupos de cinco o seis yéndose a los bares de Altamirano para comentar la jugada en torno a mesas llenas de botellines de cerveza, mientras los más motivados se quedaban en los cruces de Ferraz, con decenas de banderas de España pisoteadas en el asfalto entre los pedazos de cristal y las latas vacías. Un grupo de ellos, ataviados con las banderas como capas de superhéroe, esperaban el paso del despliegue policial volvíendo a sus bases. Al pasar la comitiva se quitaban el capote rojigualda para torear con él a los furgones.
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