Tras la ruptura con Junts en el Consell Executiu

El primer año de ERC en solitario: paz en el Govern, guerra en el Parlament

La militancia de Junts decide que el partido salga del Govern y rompa con ERC

Aragonès: "No contemplo el regreso de Junts al Govern, pero sería deseable de cara a próximos gobiernos"

¿Catalunya tendrá presupuestos? Estas son las pistas que deja el debate de política general

Aragonès en una foto reciente en el Parlament.

Aragonès en una foto reciente en el Parlament. / EFE

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Gobierne el tiempo que gobierne, al 'president' Aragonès y a su gabinete no se les olvidará fácilmente el fin de semana del 8 y 9 octubre de hace un año. El viernes anterior fue cuando Junts apretó el botón rojo que pocos pronosticaban que algún día se atrevería a pulsar: decidió salir del Govern para convertirse en partido de oposición y dejar así a ERC en solitario con todos los resortes de poder de la Generalitat. Para hacer un balance de este primer año solo hay que recurrir a Montesquieu, teórico de la división de poderes. Aragonès ha vivido más tranquilo con un Govern monocolor -el poder ejecutivo-, pero se le ha complicado mucho la vida en el Parlament -poder legislativo-.

Lo primero que recuerdan los que vivieron más de cerca esa ruptura es el factor sorpresa. "Trabajábamos con los dos escenarios desde hacía días, pero no pensábamos que fueran a romper. Ni sus dirigentes ni sus cuadros tampoco", recuerda un alto cargo de ERC en la Generalitat. Pero Junts sometió la decisión a sus militantes y estos señalaron la puerta de salida. Superada la sorpresa, llegó la dosis de vértigo: pese a estar siempre peleados, en Esquerra fueron conscientes de que el panorama era sombrío. "No recuerdo que nadie quisiera descorchar una botella de cava", explica alguien que estuvo ese fin de semana en el Palau. Quedaban casi tres años de legislatura y el Govern tendría que aguantar con el único apoyo de 33 diputados de los 135 que tiene el Parlament.

El primer movimiento de Aragonès fue toda una declaración de intenciones. Como Esquerra ya estaba sola en el Govern, tenía que sustituir a los 'consellers' de Junts en el menor tiempo posible. El 'president' lo hizo en 50 horas. Las que pasaron entre el comunicado de salida de los posconvergentes, a las 17.13 del viernes, al comunicado del Govern de las 19.00 horas del domingo. Siete nuevos 'consellers' con un valor añadido: tres no tenían el carnet de ERC. Lo habían tenido del PSC, de CDC y de Podemos.

En la rapidez de aquel movimiento estaba el mensaje: ahora que ya no está Junts, no había excusa para no actuar sin interferencias. Y desde entonces esa ha sido la consigna. "Actuar cohesionados porque el ruido ya estará en el Parlament", explica una voz del Palau de la Generalitat. La primera prueba llegó en el campo del diálogo: al cabo de un mes el Govern cerró con la Moncloa el pacto para derogar la sedición sin más ruido del necesario. Junts lo rechazó con vehemencia, pero ya desde la oposición. No hubo grietas en el ejecutivo.

Con motivo de este primer aniversario, el Govern ha elaborado un documento con un centenar de medidas ejecutadas. Las hay de todos los colores, pero en la Palau gustan sobre todo las que pueden exhibir un cariz social: la gratuidad del último curso de las guarderías públicas; el cheque escolar; la ampliación de los descuentos en transporte; la rebaja de las tasas universitarias o el proceso de estabilización de 10.000 funcionarios.

También ha ampliado la red de delegaciones en el extranjero sin pelearse por Israel y ha acelerado el desarrollo de las renovables si en el choque público entre departamentos que era preceptivo con Junts. "Hemos acelerado la obra de Govern", defienden fuentes del Palau de la Generalitat. "Y Aragonès ya lleva más tiempo que Puigdemont y Torra", añaden. El problema de aquella vida en pareja era, según un alto cargo, que había una "competencia interna que frenaba mucho". "Tiene lógica: siempre estás luchando para mejorar una distribución de poder futura", remachan estas voces.

El calvario en el Parlament

Si Aragonès quiso mandar un mensaje claro cuando reformuló el Govern en solo dos días, la oposición le hizo lo mismo en el primer pleno del Parlament al que acudió con el ejecutivo monocolor. Le tumbó la ley de Estadística de la Generalitat a modo de advertencia, ya que era una norma que no debería haber tenido mayores problemas para ser tramitado. Allí empezó su calvario parlamentario que ha hecho que se resintiera la producción legislativa.

En este primer año en solitario, el Govern ha podido aprobar seis decretos. En el mismo periodo anterior, con Junts en el Govern, consiguió 18. Con las leyes pasa algo similar. De las 23 de la legislatura, menos de la mitad -8- llevan el sello del ejecutivo. La oposición ha conseguido marcarle más de un gol, como la modificación del fondo para los municipios con nucleares o la ley sobre las ocupaciones ilegales. Con la ley de medidas para combatir la sequía, sudó hasta el último minuto. Aquí, la pinza Junts-PSC ha sido clave. En el debate de política general, volvió el castigo: ERC perdió el 60% de las resoluciones que llevaban su firma.

La oposición también ha castigado el Govern por otra vía: ha reprobado a dos 'consellers' -Joan Ignasi Elena y Carles Campuzano- y estuvo a punto de hacerlo con un tercero, Josep González Cambray, pero fue cesado antes. No tiene efectos prácticos, pero envían el mensaje que preciso que los grupos quieren enviar: que el Govern es débil en sede parlamentaria.

La supervivencia hasta 2025

Si el 'president' ha sobrevivido ha sido básicamente porque ha contado con dos instrumentos a su favor: la oposición tiene la suficiente sintonía para hacerle perder votaciones, pero no para organizarle una moción de censura. El veto cruzado entre Junts y Comuns hace imposible pactar un presidente alternativo. Su segundo elemento a favor es que ha conseguido aprobar los presupuestos, aunque fuera a costa del desgaste que le infligió el PSC con medidas tan impopulares en el seno de ERC como el impulso de la carretera de la B-40.

Tanto el 'president' como su círculo más cercano envían el mismo mensaje: el objetivo es agotar la legislatura hasta febrero de 2025. Si Aragonès consigue sus terceros presupuestos en tres años lo tendrá más cerca y logrará algo que pocos podían imaginar ese largo fin de semana de hace un año: el Govern con menos apoyo parlamentario des de la restauración de la democracia conseguirá acabar la legislatura, algo que no hicieron ni Artur Mas, ni Carles Puigdemont, ni Quim Torra.

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