Apuntes políticos de la semana

Diccionario de una negociación: las palabras que pueden salvar la investidura de Sánchez

La propuesta de amnistía de Sumar plantea exonerar todas las "acciones" para lograr la independencia desde 2013

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Jose Rico

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Dos figuras retóricas aderezan las negociaciones de la investidura de Pedro Sánchez, la elipsis y la hipérbole, mientras una tercera calienta en la banda, el circunloquio. En hipérboles, en quien lanza el exabrupto más exagerado, compiten las derechas con la vieja guardia del PSOE y el último en subirse al carro ha sido Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Pero a elipsis, a la omisión intencionada de una palabra para suscitar determinados efectos en el receptor, nadie gana al presidente del Gobierno en funciones, y ya oficialmente candidato a la reelección. Las palabras son cruciales en todo acuerdo político, por lo que dicen, por la manera en que lo dicen y, sobre todo, por lo que no dicen y hay que leer entre líneas. Todo apunta a que nos encaminamos hacia un pacto de orfebrería semántica en el que la terminología será determinante para alinear a la media docena de partidos de los que ahora depende la investidura... y toda la legislatura.

Abramos el diccionario.

Amnistía

A su manera, sin pronunciar la palabra para poder alegar que nunca la prometió si todo fracasa, Sánchez ha dejado claro esta semana que habrá amnistía. Solo la ha verbalizado para desmarcarse de la propuesta de Sumar, desvelada por EL PERIÓDICO. El presidente admite que la ley se está negociando y asegura que el PSOE la dará a conocer cuando esté cerrada. Quizá ni siquiera entonces tenga que volver a pronunciar el término porque no se bautizará de la misma manera que aquella ley de 1977 que catalizó la transición del franquismo a la democracia. Son esas reminiscencias las que desaconsejan a los socialistas aceptar el concepto de amnistía en el contexto actual, asumiendo (incluso en público) que la norma irá directa al Tribunal Constitucional. Se manejan alternativas como 'olvido penal' o 'alivio penal', pero ERC y Junts subrayan que no quieren que se olvide lo que sucedió en 2017 ni se conforman con una mera rebaja de condenas, sino que el objetivo es extinguir toda responsabilidad penal para sacar por completo el conflicto de los tribunales y llevarlo a una mesa política.

Referéndum

Esta palabra sí que la pronuncian todos, pero tampoco tiene opciones de aparecer negro sobre blanco. Sánchez ha sido taxativo: no habrá "referéndum de autodeterminación" porque aviva la fractura en vez de la "convivencia". Pero eso no significa rechazar cualquier tipo de consulta. ERC plantea volver a la casilla de 2019, es decir, al primer pacto de investidura que el líder del PSOE suscribió con ellos. Aquel compromiso pivotaba alrededor de una mesa de diálogo cuyos acuerdos serían sometidos luego a "consulta de la ciudadanía de Catalunya". No sería un referéndum, sino una consulta vinculante, y no se votaría la independencia (línea roja para Sánchez), sino un nuevo encaje de Catalunya en España. Se votaría un pacto, y no una ruptura. El Govern recibirá en breve el primer informe del Consell Acadèmic per l'Acord de Claredat, que podría ratificar la viabilidad de esta fórmula.

Mesa de diálogo

De la mesa ya salieron los indultos y el fin de la sedición, pero ahora ERC quiere pasar a la fase del referéndum. Antes de eso, el propio nombre de la mesa también está en cuestión, entre otros motivos porque Sánchez podría encontrarse a Junts sentado enfrente. Aragonès reivindicó en este diario que el estatus político de Catalunya lo negocia solo el Govern, pero los posconvergentes, en tanto que imprescindibles para gobernar, podrían reclamar su cuota en la mesa. JxCat se excluyó de ella cuando Aragonès vetó a los dirigentes que no fueran miembros del Govern, y acabó desdeñando tanto la estrategia republicana como la legitimidad de este foro. Como unos y otros tendrán ahora que comerse sus palabras, toca buscar un circunloquio. Esquerra intenta que cuaje la etiqueta de 'mesa de negociación', pero Junts presume de que ellos no negocian, sino que "cobran por adelantado". De hecho, no dejaron constancia escrita de su acuerdo para apoyar al PSOE en la Mesa del Congreso para poder jactarse de que mientras ERC firma palabras, JxCat logra hechos.

Mediador

El PSOE ya se enredó hace unos años en la madeja del mediador, otro muro infranqueable porque implica reconocer que las dos partes del conflicto están al mismo nivel. Pero, en realidad, el propio Carles Puigdemont ha diluido la palabra. "La total falta de confianza entre las partes hace que un mecanismo de verificación del cumplimiento de los acuerdos sea imprescindible y que deba operar desde el inicio de las negociaciones", afirmó en la conferencia del 5 de septiembre. No había rastro del espinoso término y, un detalle quizá más importante, el 'expresident' ponía el foco en el futuro, en asegurar que se cumplan los acuerdos, y no tanto en tutelar el diálogo. Así no haría falta llamarle mediador. En hallar esa fórmula neutral están PSOE y Junts.

Convivencia

Y a todo esto, ¿qué nombre le pondrán al acuerdo final? Si fuera por Sánchez, incluiría la palabra 'convivencia', que repite casi tantas veces como omite 'amnistía'. 'Reencuentro' y 'concordia' también se oyen bastante en bocas socialistas. Pero esas voces chirrían demasiado en los oídos independentistas. Aceptar que hay que volver a convivir implica admitir que un día, hace seis años, se rompió la convivencia.

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