Negociaciones tras el 23J

El pactismo latente de Puigdemont: las claves de la actitud del 'expresident'

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Carles Puigdemont

Carles Puigdemont / GLÒRIA SÀNCHEZ / EUROPA PRESS

Fidel Masreal

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"Que nadie se equivoque: los pactos, y a veces, sobre todo, los pactos difíciles de explicar, son parte esencial en un sistema democrático". Quien ha escrito estas palabras no es ningún dirigente socialista tratando de convencer a sus barones territoriales de las negociaciones con independentistas. Se trata de Carles Puigdemont, expresidente de la Generalitat y etiquetado siempre como el líder de una posición radical e intransigente del independentismo. Una posición, sin embargo, que tiene muchos matices. En su entorno sí existen maximalismos, pero el propio Puigdemont ha acreditado una carrera mucho más pactista de la que se le atribuye. Estas son las claves de su pensamiento sobre el diálogo y de su actual predisposición a negociar con el PSOE.

En primer lugar, cabe recordar que el Puigdemont alcalde y, sobre todo, el Puigdemont 'president' pactaron. Pactó con el PP en el Ayuntamiento de Girona, pactó como 'president' con ERC y la CUP. Y trató de pactar el referéndum. De hecho, la frase "referéndum o referéndum", no solo era un envite y una autoafirmación, sino que contenía, en el primer "referéndum", una mano tendida a pactar sus términos, como explicó en una entrevista a EL PERIÓDICO en 2016. Pero incluso tras la celebración de la consulta del 1-O, la intención de Puigdemont fue, en todo momento, la de pactar con el Estado. Es decir, incumplir la ley independentista llamada de "desconexión" y no proclamar la independencia. Se decidió por convocar elecciones hasta que, en el último minuto, la presión independentista radical (incluida ERC) y el hecho de que el PP no se comprometía a retirar el 155 (la suspensión de la autonomía catalana) le hicieron dar marcha atrás.

Reciprocidad y reconocimiento mútuo

Por tanto el talante pactista de Puigdemont existe. Pero, eso sí, parte de unas posiciones de extrema firmeza en la defensa de la autodeterminación. Por ello, en el mismo texto citado anteriormente (llamado "Reunim-nos", "reunámonos") también advierte de la regla de oro para negociar con él: reconocimiento mútuo y la reciprocidad. Es decir, reconocer a Catalunya como sujeto político y a él como su representante, y ejercer la reciprocidad en lo acordado.

Ciertamente, la biografía de Puigdemont es la de un hombre que desde su adolescencia defiende la independencia de Catalunya. Proviene del periodismo y ficha por CiU, partido referente del pactismo nacionalista por excelencia, tanto a derecha como a izquierda. No en vano, quienes se sitúan en posiciones más radicales del independentismo en Junts creen que Puigdemont todavía mantiene vivo un "gen convergente" que es el que le está llevando a negociar con el PSOE.

Sin miedo a romper

Pero lo cierto es que Puigdemont tiene alergia a los partidos. Y por ello creó la Crida (un proyecto sin éxito para aunar al independentismo) y se desvinculó del posconvergente PDECat para crear su propia formación (que algunos consideran más un movimiento que un partido) en el que manda de forma inequívoca, en especial en la actual negociación con el PSOE. Esta alergia al partidismo hace del 'expresident' alguien que no tiene precios a pagar en sus negociaciones y que se mueve, según quienes le conocen bien, "más por los principios que por las prebendas". Esto sin duda dificulta las negociaciones, pero no las anula.

Llegados a la actual negociación, los más moderados de Junts tienen una versión más cruda de la decisión de Puigdemont de bajar a la arena del diálogo: creen que necesita, tanto él como sus acompañantes en Bélgica, volver a Catalunya, que su situación procesal puede empeorar (ha perdido la inmunidad) y que el Estado podría presionarle mucho más de cara, por ejemplo, a volverse a presentar a las elecciones europeas.

La versión más cercana a Puigdemont es que no hay cambio de guion, que él siempre ha optado por el diálogo, siempre que se den unas condiciones y se respeten unos principios. Dicho de otro modo, siempre que pueda demostrar que logra más beneficios que Esquerra Republicana, que es su principal rival junto al PSOE. Siempre que pueda arrancar una salida colectiva -en Junts acusan a ERC de haber negociado para conseguir únicamente beneficios para Oriol Junqueras y otros dirigentes de Esquerra- y un relato que permita a Puigdemont situarse como el que ha conseguido esa reciprocidad y reconocimiento. Con ello podría regresar a Catalunya como un líder 'superior' a Junqueras en sus logros hacia la independencia. Aunque tal cuestión, la independencia, siga lejos en el horizonte.

Los más radicales

Puigdemont negocia, pues, y ha negociado. Con condiciones. Y condicionantes. No es ajeno a la opinión pública soberanista, al mundo mediático. Y ello puede suponer un riesgo dado que en Junts no faltan dirigentes que ven con buenos ojos bloquear la legislatura española, forzar la convocatoria de otras elecciones y demostrar así que no se cede en nada con el PSOE, al que consideran un partido "represor". El hecho de que Puigdemont pilote la negociación (si él dice que el pacto es bueno, muchos le seguirán a pies juntillas) y que -de momento- se quiera incluir a Laura Borràs en la amnistía, puede servir para minimizar el impacto de los dirigentes más radicales de JxCat.

Este es el escenario en el que se mueve Puigdemont y los precedentes que demuestran que no se trata de un kamikaze de la política. La negociación, insisten en Junts, será difícil pero "hay recorrido" en la cuestión de la amnistía. Lo único que falta, insisten, es voluntad política. Puigdemont, al parecer, la tiene. Siempre que logre esa reciprocidad y ese reconocimiento que él ha puesto en práctica, por ejemplo, en la negociación de la Mesa del Congreso al lograr, por escrito, la propuesta española de que el catalán sea lengua oficial de la UE.

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