Análisis

¿Por qué Podemos tiene más probabilidades de sobrevivir que Ciudadanos al 28-M?

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Ione Belarra, Irene Montero y Alejandra Jacinto en la Fiesta de la Primavera en Zaragoza.

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Alberto López

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En 2014 se abrió un ciclo que parece llegar a su fin. Dos fuerzas, primero Podemos y luego Ciudadanos emergieron en la arena política española poniendo en jaque el bipartidismo imperfecto que reinaba en nuestro país. Nueve años más tarde, queda la fragmentación de un espacio político en el que ya es inimaginable que solo PP y PSOE se repartan el bacalao mientras que Podemos y Ciudadanos luchan por sobrevivir. En cada área hay hoy fuerzas competitivas que gozan de mucha mejor salud que ellos. En la izquierda ha brotado Sumar, formada por los antiguos compañeros de viaje de Podemos que mejor han resistido al envite de los tiempos. Además, a ojos de muchos votantes urbanitas y jóvenes, con Pedro Sánchez, el PSOE se redimió de los pecados de otra época. En la derecha se ha instalado Vox como referencia de la fuerza nacionalista española y el PP, tras su peor catarsis, lo juega todo a una doble carta —la de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y Alberto Núñez Feijóo en todo lo demás— que parece funcionarle, al menos frente a Ciudadanos.

¿Sobrevivirán Ciudadanos y Podemos al 28-M? Desde Predilect llevamos desde hace más de un mes estudiando con lupa cuál es la respuesta más convincente a esta pregunta en el Ayuntamiento de Madrid, una plaza simbólica para ambos. A pocas calles del consistorio se encuentran las sedes centrales de ambos partidos, que en Madrid han cosechado gran parte de su poder. Ambos son conscientes de lo que implicaría su desaparición en la capital. Los números ofrecen una respuesta sólida: Podemos tiene más posibilidades de entrar que Ciudadanos. Ninguno lo tiene garantizado (hay un 27% de probabilidades de que ambos se queden fuera), pero Podemos supera, en agregado, en 37 puntos la probabilidad de entrar en el consistorio madrileño a Ciudadanos (68% y 31% respectivamente).

Una primera pregunta que puede uno hacerse es si estos porcentajes son altos o bajos. Lo cierto es que ambos están suficientemente cerca del 50% como para no descartar ningún escenario. Es lógico: la situación es ambivalente con los partidos pequeños que se acercan al umbral del 5%. Por un lado, está lo que en entornos partidistas se conoce como "suelo de voto". Muchos asumen que su partido tiene un número mínimo de votantes, aquellos más motivados que bajo ninguna circunstancia les van a traicionar.

Aunque el suelo efectivo de voto es el 0%, porque un partido siempre puede perder más apoyos, el argumento del suelo tiene cierta evidencia que lo respalda. Los votantes más infieles de Podemos y Ciudadanos ya han desertado. Los que quedan son aquellos que ya han demostrado cierta capacidad de resistencia. Esto hace que, si la participación electoral general baja, los partidos pequeños suelan resentirse menos que los partidos grandes, que son los grandes tractores de voto ambivalente.

El 'efecto Titanic'

A la vez, los partidos pequeños tienen dos corrientes de aire en su contra. Una es una fuerza irracional, que afecta a los votantes menos interesados por la política, que aunque sean pocos los que queden entorno a Ciudadanos y Podemos, pueden ser imprescindibles para saltar la barrera. Esta fuerza, conocida como 'efecto Titanic', es la que aboca al fracaso a los partidos a los que envuelve una sensación de que el barco se hunde. De que su momento ya pasó o que ya nadie les vota. El tipo de votante que se ve afectado por este efecto no suele conocer el sistema electoral. No dejan de votar porque piensen que su formación preferida no va a superar el 5% necesario para ganar las elecciones.

A este tipo de votantes le importan menos las elecciones y tienen mayor probabilidad de quedarse en casa que de votar a otro partido si el 'efecto Titanic' le inunda. Pero, como comentábamos, hay otra fuerza que seguro que los lectores ya conocen por su nombre popular: el voto útil. Aquí los votantes sí están motivados por las elecciones y sí que echan cuentas sobre la probabilidad de que su formación pase o no la barrera electoral. Por lo general, si estiman que su voto puede acabar yendo a la basura lo que hacen es votar a su segunda opción.

Este último mecanismo, también llamado voto estratégico, es el que explica por qué en el contexto madrileño, pero también en el español, allá donde Podemos se presenta por separado, Podemos tiene una mejor prognosis que Ciudadanos. Desde hace unos meses, Podemos se ha encargado de reforzar una estrategia fundamental a la hora de pedir el voto: diferenciarse. Formar trincheras que expliquen las diferencias entre votarles a ellos y los partidos vecinos. Esto puede haber espantado en el inicio a algunos votantes que se situaban en el medio de la disputa pero, a su vez, asegurado unos muros que taponan las fugas de su formación a otras como Más Madrid o el PSOE. Los afiliados al voto útil, en este contexto, tienen menor probabilidad de votar a su segunda opción preferida porque la distancia entre la primera y la segunda es abismal. Es decir, como los votantes del Titanic, o bien dejan de votar o votan a su primera opción.

El último recurso de Cs

En Ciudadanos la situación es distinta. Desde hace ya tiempo su estrategia ha sido presentarse como el mejor aliado del PP en aquellos comicios en los que se presenta, salvo en Castilla y León. No es de sorprender cómo en aquella plaza sobrevivieron, pero no así en Andalucía. En Madrid, no muchos de los votantes que aún quedan en Ciudadanos serán capaces de nombrar muchos diferencias entre Begoña Villacís y José Luis Martínez Almeida. Esos votantes, inspirados por el ambiente de cordialidad en Sol, no sienten antipatía por Almeida. Es una segunda opción válida. Esto pone muy en riesgo el voto de los votantes estratégicos de Ciudadanos. ¿A qué pueden confiar su suerte? A dos elementos, primero, al voto estratégico contracorriente. Es decir, aquel que pide a algunos votantes del PP que apoyen a Ciudadanos para que así todos esos votos 'aliados' no se pierdan.

Esta estrategia está asentada en otros países con larga tradición de coaliciones que dependen de formaciones pequeñas, pero no en España. No tiene pinta de que sea una estrategia que les salve. El otro elemento es lo que queda de campaña, que es poco, pero sabemos que los ciudadanos cada vez deciden su voto más tarde. Pequeños esfuerzos de final de campaña pueden cambiar mínimamente los números, lo suficiente para que el porcentaje de votos de un partido pase de, por ejemplo, un 4,9% a un 5,1%. No se pierdan las actualizaciones diarias de Predilect para EL PERIÓDICO para seguir cómo avanzan estas probabilidades hasta el mismo día de las elecciones.

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