La estrategia del líder del Govern

Pere Aragonès diseña 2023 como palanca para afianzar un segundo mandato

ESPECIAL MULTIMEDIA | Las grandes batallas electorales de 2023

El republicano pone sus esperanzas en el debate sobre el Acord de Claredat para mantener el músculo nacional en un año sin mesa de diálogo

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès.

El 'president' de la Generalitat, Pere Aragonès. / FERRAN NADEU

Xabi Barrena

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2023 es el año en que el ‘president’ Pere Aragonès cruzará el ecuador de su mandato, es decir, pasará de transitar por el final del principio de la legislatura, para ubicarse en el principio del final. Si el ‘president’ agota la legislatura, algo que ha sucedido una sola vez en Catalunya, en este siglo, le quedan 25 meses para la campaña electoral de los comicios al Parlament. Es decir, si Aragonès quiere garantizarse un segundo mandato deberá hacer sus deberes.

Empezando por el principio. Aragonès será el candidato de ERC en las próximas elecciones catalanas. Es lo lógico y lo obvio, pero la derogación del delito de sedición y la reforma del de malversación abre la puerta a un acortamiento de la inhabilitación de Oriol Junqueras. Fuentes del partido niegan que sea, incluso, materia de debate. No solo para las elecciones de 2025, sino, incluso, si Aragonès repitiera en la presidencia de la Generalitat, para las siguientes. 

La sombra

Sea como sea, la sombra de una posible candidatura de Junqueras, si legalmente es posible, planeará sobre los republicanos siempre que las encuestas no acompañen. No se trata de ninguna maldición lovecraftiana. Es lo que ocurre siempre.

2023 será uno de los momentos clave para Aragonès: el año en que puede despegar como ‘president’ carismático o bien hundirse en lo grisáceo. Y coincide, para su desgracia, con el final del mandato de Pedro Sánchez, con las elecciones generales y, con ellas, con el nuevo reparto de cartas para la partida de los siguientes cuatro años.

Obvio es que el resultado de esos comicios marcará cómo finalizará el mandato de Aragonès, porque el esquema republicano consiste en tener un pie en lo social, ‘la política del día a día’, y el otro, en lo nacional. Y en clave independentista, la mesa de diálogo, supone la columna vertebral del ‘aragonesismo’, lo que le permite dedicar esfuerzos a lo pecuniario, incluidas las negociaciones 'autonómicas' de la Comisión Bilateral. 

Sin la mesa de diálogo donde intentar abordar el derecho de autodeterminación, el ‘president’, que milita en la ‘realpolitik’ como hacía años que no se veía en un líder independentista, se le acusaría de aplicar un 'peix al cove' de resultados modestos.

Mesa en barbecho

La mesa quedará en barbecho este año. El anunciado cambio de fase, de la desjudicialización al referéndum, que defiende Aragonès, deberá esperar a 2024, siempre que las cartas que se repartan en las elecciones generales agracien a los republicanos con un papel clave para la gobernabilidad del PSOE.

Es por todo ello que, a falta del azúcar de mesa de diálogo, Aragonès pondrá en la mesa pública la sacarina del Accord de Claredat. No es casual que la desaparición de escena de la primera coincida con el anuncio de un debate público, entre partidos y con las entidades cívicas, para moldear una propuesta de referéndum que se ofrecerá al Gobierno para ser negociada. Es decir, de golpe y porrazo, luz y taquígrafos con el objetivo de dotar de contenido nacional a este año que, en lo que respecta a la resolución del conflicto político, apunta a ser de transición.

El verdadero problema para Aragonès y su partido se dará, si –tras el veredicto de las urnas de los comicios generales– 2023 no es ‘el’ año de transición, sino el primero de ellos. Es decir, si el PP se hace con la Moncloa o si Pedro Sánchez logra la prórroga sin depender de ERC.

En cuanto a la gestión plenamente doméstica, el reto de Aragonès será capear la inferioridad parlamentaria con la que se enfrenta su Govern. El PSC, como se observa en la actual negociación de los presupuestos de la Generalitat, y sobre todo Junts, harán todo lo posible para que esa minoría sea visible. Y no es descartable que se esté a poco de que los socialistas empiecen a reclamar un adelanto electoral alegando la incapacidad del Govern por gobernar. 

De este temporal, como de los que ya ha vivido en el año y medio al frente de la Generalitat, el ciudadano sacará sus conclusiones del fuste del ‘president’. Su entorno coincide en que se proyecta una imagen distorsionada de él, excesivamente rígido, almidonado, seguramente porque le gusta ceñirse a los guiones establecidos y obviando, él mismo, que es en las improvisaciones, por ejemplo, en el Parlament, e incluso en los mítines, cuando Aragonès muestra su parte más carismática.

En su haber, por decirlo de algún modo, Aragonès tiene el ser el primer republicano que ha plantado cara, varias veces, al otrora todopoderoso espacio posconvergente. Nunca, hasta la llegada de Aragonès ‘president’, nadie de ERC había osado hacer un feo de estos calibre: desde romper las negociaciones con Junts cuando se buscaba el acuerdo de investidura, a sacar de la delegación del Govern en la mesa de negociación a los posconvergentes porque no alineaban a ‘consellers’, hasta llegar al último episodio, el cese de Jordi Puigneró por “desleal” y el no mover un dedo ante las tres condiciones que ponía Junts para seguir en el Executiu.

Estrategia contra el PSC

El jefe del Govern también ha dado muestras de ser buen estratega. Por ejemplo, cuando, a regañadientes, su cara ‘realpolitik’ se impuso a su cara ‘idealista’ y emprendió una negociación con el PSC, el verdadero enemigo de ERC, según dicen los propios republicanos. Inició, a su vez, una maniobra envolvente que ha buscado limitar los movimientos de su oponente, Salvador Illa. Primero con un pacto con sindicatos y patronal, la sociedad civil a la que antaño y hogaño (respectivamente) busca aproximarse el líder socialista y, finalmente, con el acuerdo con los ‘comuns’ que le dio superioridad numérica en el debate sobre los presupuestos, pasando del 33 a 33 (escaños) al 33 a 41.

En el partido republicano hay plena confianza en que las virtudes de Aragonès 'capilaricen' hacia el electorado, sobre todo porque --año y medio después ya lo dicen abiertamente-- el resultado del 14-F, entre el partido del ‘president’ Quim Torra y ERC fue demasiado ajustado para lo que los republicanos esperaban. Y no pocos subrayan que "menos mal que Oriol [Junqueras] salvó los muebles".

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