JUEGO DE TRONOS

España es más una isla mental que energética

Sánchez llega a Rabat para reunirse con Mohamed VI -FOTODELDÍA- RABAT (MARRUECOS), 07/04/2022.- El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (i), se reúne con el rey Mohamed VI de Marruecos (d), en un encuentro que pretende simbolizar el cierre definitivo de la crisis diplomática entre sus dos países tras el aval de España a la propuesta de autonomía marroquí para el Sahara Occidental, este jueves en el Palacio Real de Rabat, Marruecos. EFE/Mariscal

Sánchez llega a Rabat para reunirse con Mohamed VI -FOTODELDÍA- RABAT (MARRUECOS), 07/04/2022.- El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez (i), se reúne con el rey Mohamed VI de Marruecos (d), en un encuentro que pretende simbolizar el cierre definitivo de la crisis diplomática entre sus dos países tras el aval de España a la propuesta de autonomía marroquí para el Sahara Occidental, este jueves en el Palacio Real de Rabat, Marruecos. EFE/Mariscal / MARISCAL/EFE

Albert Sáez

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Cuando uno circula por la carretera y todos los coches le vienen de cara, es posible que vaya en dirección contraria. Normalmente, solo la estupidez o la altanería impide reconocerlo. Es conocida la sentencia británica cuando el Canal de la Mancha quedaba inutilizado para la navegación marítima por la niebla: “El continente, aislado”. La cuestión es el punto de vista. Como consecuencia de la invasión de Ucrania, la geoestrategia -que parecía superada por la globalización- ha vuelto a las charlas de sobremesa e incluso a los chats de los cuñados. El gran tema es la energía. Pero, en esta materia, determinar quién va en la dirección correcta no es fácil. Visto desde la España más rancia, sea de derechas o de izquierdas, Pedro Sánchez va contra dirección en Marruecos. Visto desde el laboratorio de alquimia de la Moncloa y desde sus terminales mediáticas, Europa va en la mala dirección -hasta el punto que Sánchez la intentó cambiar sin éxito- y es una suerte que España haya logrado ”la “excepción ibérica" a la hora de fijar el precio del gas destinado a fabricar electricidad. Ambas posiciones son más propias del “que inventen ellos” que de la opinión pública de la cuarta economía de la UE.

Alemania y Rusia,  no todo es el gas

Debatimos tomando café sobre el impacto de la invasión de Ucrania en los precios de la energía en un foro sensibilizado por el cambio climático. Una persona que ha deambulado por todas las cumbres del tema desde el siglo pasado revela cómo consiguió Angela Merkel, siendo entonces ministra de Medio Ambiente, sacar adelante el protocolo de Kioto. Convenció a Rusia de firmarlo haciéndole ver que la venta de derechos de emisión de gases con efecto contaminante podría convertirse en una fuente de ingresos alternativa a la venta de gas y petróleo y con más futuro por las enormes reservas que podía acumular en la tundra. Cuando Merkel fue canciller, Vladimir Putin le recordó en más de una ocasión que ningún país de la Unión Europea le había comprado jamás esos derechos de emisión. Otro resentimiento más del líder ruso que se ha lanzado sobre Ucrania por motivos tan diversos como las necesidades geoestratégicas, las urgencias de política interna y esa soberbia que, llevada al límite de la autocracia, provoca que considere que el mundo, y no él, va en contra dirección. Y en el camino se lleva miles de vidas por delante. 

Mirar hacia el futuro sin recular

Merkel es también responsable de que Alemania sustituyera sus centrales nucleares por el gas ruso para la generación de electricidad. Lo hizo porque la conciencia medioambiental en ese país se convirtió en mainstream mucho antes que en el resto de Europa. Y, a la vez, se comprometió con la eliminación de los gases de efecto invernadero. Por eso, el precio de la electricidad en Europa se fija en función de la fuente de generación más cara, que suele ser el gas, de manera que hace que sean competitivas las ventas procedentes de las renovables, incluida la hidráulica. Y eso los alemanes no están dispuestos a cambiarlo de la noche a la mañana. Miran la política con los ojos de la ingeniería. Y ahora la prioridad para bajar el precio del gas no es toparlo y poner en peligro la transición a las energías verdes -donde se han invertido miles de millones de euros- sino buscar proveedores alternativos a la Rusia de Putin, desde Estados Unidos hasta Argelia. Alemania quiere, pues, que el gas entre en Europa por el sur para poder cerrar el grifo del norte. La solución no es volver a las energías del pasado sino seguir el plan.

El Sáhara desde otro punto de vista

Aunque a Sánchez le gustan más los palmeros que los aliados, su cambio de posición respecto al Sáhara tiene sentido en este contexto sin obviar que lo ha explicado de la peor manera posible. Hay que cambiar el punto de vista. ¿Quién lo pide? Alemania, socio principal de la UE, además de Estados Unidos. ¿Para qué lo pide? Para asegurar la reapertura del gasoducto que pasa por Marruecos, aumentar la capacidad de entrada del gas de Argelia y hacer rentable la inversión del Midcat. ¿Qué riesgos comporta? La reclamación de Ceuta y Melilla que Marruecos sabe imposible a medio plazo y el enfado de Argelia, que se lo puede permitir con España pero no con toda la UE mientras su socio ruso se ha convertido en un paria.

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