Director de EL PERIÓDICO
Albert Sáez
Director de EL PERIÓDICO
Soy periodista. Ahora en EL PERIÓDICO. También doy clases en la Facultat de Comunicació Blanquerna de la Universitat Ramon Llull.
Albert Sáez
¿Cuántas vidas le quedan a Pedro Sánchez?
En política, como en la vida, la suerte también determina el destino de las personas. De los políticos que gozan de ella se dice que tienen baraka. Se trata de líderes a los que las balas siempre les silban los oídos pero no los alcanzan. La baraka puede tener causas sobrenaturales o ser el resultado de la audacia, aunque también puede serlo de la temeridad. El viernes al mediodía, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, salvó otro 'match ball'. Esquerra, PNV y Bildu anunciaron, casi fuera de plazo, que no presentan enmiendas a totalidad de los Presupuestos Generales y, en consecuencia, no dejarán prosperar las que si han presentado PP, Ciudadanos, Vox, Junts y la CUP. Al actual presidente le gusta apurar los plazos, quizás porque así hay menos tiempo para pedir contrapartidas. Lo cierto es que una vez más, Sánchez sobrevive cuando algunos ya le daban por muerto. Lo hizo en su batalla por el control del PSOE, en la moción de censura, en la repetición electoral o en la pandemia. Lo suyo es, efectivamente, una mezcla de protección sobrenatural, audacia y temeridad.
Dos alfiles para proteger al rey
Esta misma semana también hubo algunos que vieron en la lucha entre las vicepresidentas Calviño y Díaz la antesala de la caída de la coalición y, en consecuencia, de Sánchez. Pero todo indica que la fábrica de relatos de La Moncloa no dependía de Iván Redondo. Sin él, siguen siendo capaces de ocultar lo evidente. El problema de la reforma laboral no es ni el carácter ni las competencias de las vicepresidentas. El problema es que el presidente Sánchez ha firmado dos compromisos difícilmente compatibles. En el pacto de gobierno con Podemos se comprometió a derogar la reforma laboral del PP y en el contrato con la UE para recibir los fondos europeos rubricó que la iba a aplicar. Pasan los días y se agotan los plazos. Los socios de la coalición necesitan ondear la bandera de la derogación y los socios de la unión tienen que autorizar las transferencias. Pero el superviviente Sánchez ha conseguido que de esto no se hable sino que corran ríos de tinta con los dimes y diretes entre las vicepresidentas a propósito de los papeles que se intercambiaron, las reuniones que se ocultaron y las competencias que se saltaron. Espuma del tiempo que diría el gran Jorge Semprún. Y, mientras, la reforma laboral que realmente se necesita, no la simple pataleta contra el PP, ni está ni se le espera.
Esquerra sigue con la hoja de ruta
Tal como ha planteado Aragonès la partida de la legislatura catalana es poco probable que deje caer a Sánchez. Por eso tiene que extremar la gesticulación cada vez que tiene que evitarlo. Le pasa un poco como le pasó a Pujol cuando apoyó el primer gobierno de Aznar: si cobras a principio de legislatura -en este caso indultos y mesa de negociación- se hace cuesta arriba el pago de cada cuota del crédito aparentemente a cambio de nada. Sánchez cuenta con dos ventajas añadidas. Al menos durante dos años, si cae, Aragonès se queda sin relato. Y a las bases republicanas hay una imagen que les produce más pavor que apoyar al PSOE: imaginarse tal día como el viernes con Vox ocupando su lugar y retirando la enmienda a la totalidad de unos presupuestos del PP a cambio de... recuperar competencias de las autonomías, por poner un ejemplo. A veces, la suerte de uno surge de los miedos de los demás.
La siguiente bala será europea
Cuando cierre la reforma laboral, a Sánchez le vienen unos meses de tranquilidad. Al menos hasta la primavera. Pero ahí puede sufrir una tormenta perfecta: la inflación podría lastrar el crecimiento, disparar la deuda, empujar al BCE a subir los tipos de interés, de manera que los fondos europeos se esfumaran de golpe haciendo frente a los imprevistos en lugar de servir para impulsar la recuperación económica. Y entonces llegaría el momento de los ajustes y ni la coalición ni la mayoría parlamentaria que la sustenta parecen resistentes a un tsunami como este. La temeridad consiste en descartar los escenarios negativos. Pero lo que puede servir para derrotar a Susana Díaz, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias o Felipe González puede ser insuficiente para aplacar al próximo canciller alemán que, a fuer de socialdemócrata, tendrá el mismo pánico a la inflación que Merkel.
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