Análisis

Sánchez y el don de hacer a (casi) todos felices con una crisis de Gobierno

Pedro Sánchez

Pedro Sánchez / Valda Kalnina/Efe

Gemma Robles

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La remodelación de gabinete que ha hecho Pedro Sánchez el 10 de julio de 2021 no es menor, ni de trámite, ni para salir del paso. Es para cambiar el paso. Han caído tres piezas que hasta ahora parecían intocables, esto es, Iván Redondo, Carmen Calvo y José Luís Ábalos, figuras que han sido indispensables para el presidente y sus objetivos hasta la fecha; temidos por separado por sus adversarios -internos y externos- e incapaces de formar un conjunto y entenderse como triángulo de poder. ¿Y ahora?. Por el momento se declaran "ex" felices, bien directamente o a través de sus personas de confianza, coincidiendo ¡esta vez sí! en el argumento común de que se van porque quieren, no porque nadie les haya echado.

Bueno. Puede ser. O puede que no. O puede ser que sí y que no. Si realmente se van porque quieren, Sánchez habrá estrenado un nuevo don, el de dejar contentos a colaboradores antaño todopoderosos sacándolos de su lado. Si no es exactamente así o no lo es en todos los casos, al menos les habrá dado satisfacción permitiendo difundir que fueron ellos los que decidieron cuándo se apagaba la luz. Y si han demandado el relevo porque estaban viendo las orejas al lobo y mermadas sus capacidades o influencias, todos dichosos porque evidencian tener en buen estado su capacidad de alerta y de saber retirarse a tiempo.

Punto de inflexión en la legislatura

Así que la primera conclusión que deja esta remodelación gubernamental es que para el líder del PSOE solo hay dos elementos intocables en su gabinete: él mismo como presidente y su indispensable alianza con Podemos si quiere seguir gobernando. Las carteras moradas siguen tal cual y en las mismas manos. Todo lo demás, es tocable, finito, adaptable, modulable, sustituible… y huele a cambio de ciclo en la legislatura, porque los socialistas, con Sánchez a la cabeza, van a tener que hacer frente a una durísima batalla política con la nueva relación con Catalunya como telón de fondo.

La oposición, que insiste en que quien sobra es Pedro Sánchez, ha sacado las armas de los armarios, animada por la demoscopia y los resultados electorales en Madrid. Los fracasos de los intentos de moción de censura en Murcia y León; la rocambolesca carambola madrileña que terminó con Isabel Díaz Ayuso ungida como presidenta y máxima 'influencer' de las derecha (incluida la ultra), tienen mucho que ver en esta crisis gubernamental de enjundia de sábado de julio. Eso y el inevitable desgaste por la pandemia sumado a la necesidad de no sobresaltar a Europa.

La era 'calviñista'

En este contexto, Iván Redondo será sustituido por Óscar López, un veterano de las filas socialistas que estaba, actualmente, alejado de la primera línea política y al cargo de la red nacional de Paradores de España. López, amigo de Sánchez y un hombre-PSOE, que no un paracaidista según terminología de partidos, sustituye al célebre jefe de gabinete que todo lo pudo en un momento en que parece que toca revitalizar las siglas. Y no herir sensibilidades con carnet de militante, sino arengar con un lenguaje y una estrategia que se entienda en Ferraz para hacer frente a la ofensiva que se viene desde la diestra. Al tiempo. Habrá lucha por Catalunya, pero también por los fondos europeos y las cosas de comer.

Fin de la era redondista, por tanto. Fin también de la era Calvo como máxima guardiana de esencias de un Ejecutivo socialista obligado a compartir mantel gubernamental con Podemos. Qué complicada ha sido la relación de la hasta ahora vicepresidenta primera con algunos ministerios morados. Especialmente con el de Irene Montero, titular de Igualdad, un área que ella jamás hubiera deseado que saliera de su propia jurisdicción. A Calvo, en cuestiones ligadas a la presidencia, a la memoria democrática o las relaciones con las Cortes, le sustituirá Félix Bolaños, un fontanero monclovita de lujo apreciadísimo por Sánchez. Y será otra vicepresidenta con aires económicos, Nadia Calviño, quien ocupe su lugar en la vicepresidencia primera y quien tome los mandos de la comisión de secretarios y subsecretarios -verdadera cocina de cualquier Ejecutivo-.

El nombramiento de Calviño es todo un mensaje para la Unión Europea, a punto de soltar el próximo martes el primer tramo de fondos para la recuperación postcovid dirigido a España, y pendiente de que se cumplan con ortodoxia las reformas (no tan sencillas) prometidas a cambio de que el dinero llegue a las arcas nacionales. Calviño no es un nombramiento. Es una declaración de intenciones. Y un dique para Unidas Podemos, que desde ya sabrá sin preguntar dónde están los límites...

Guiño territorial con melodía electoral

Hay muchos más cambios. Vaya que si los hay. El propio presidente destacó ante la prensa que a partir de ahora tendrá un gabinete más rejuvenecido y donde las mujeres tendrán más peso. Entran al terreno de juego monclovita caras nuevas para el público nacional -a las que difícilmente se podrá pedir explicaciones por decisiones polémicas pasadas- provenientes de la política territorial... ¿con dobles intenciones al ser las próximas elecciones autonómicas y locales?. Pues eso. La castellanomanchega Isabel Rodríguez será la nueva portavoz del Ejecutivo porque la actual, María Jesús Montero, bastante va a tener con Hacienda, los presupuestos, los fondos y la función pública, que cae en sus manos después de que Miquel Iceta pierda el ministerio más ligado al modelo de Estado (que hereda también Rodríguez) y hasta ahora también a los funcionarios para pasar a ser titular de Cultura y Deporte tras el adiós a José Manuel Rodríguez Uribes.

Otra ex alcaldesa valenciana, Diana Morant, sustituye a Pedro Duque en Ciencia y la catalana Raquel Sánchez se hace con el ministerio de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana que deja vacío Ábalos. Eso es inversión pura. En este cambio sí gana peso el socialismo catalán, compensando el que aparentemente pierde Iceta, que se encontraba en esos momentos preparando la reunión bilateral que en breve se mantendrá con la Generalitat. Pilar Llop, que estaba presidiendo el Senado, ocupará el sillón en Justicia que desocupa Juan Carlos Campo tras haber gestionado los indultos a los presos del 1-O. En Educación, Pilar Alegría llegará desde Aragón para sustituir a Isabel Celaá, mientras que el diplomático José Manuel Albares -también de la máxima confianza de Sánchez- ocupará el hueco que deja Arantxa González Laya. Sánchez ya tiene nuevo equipo... Y todos contentos salvo la oposición. O eso dicen.

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