DESDE MADRID

Sánchez-Abascal, la coalición negativa

Pedro Sánchez y Santiago Abascal

Pedro Sánchez y Santiago Abascal / DAVID CASTRO

José Antonio Zarzalejos

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Pedro Sánchez y su Gobierno esperaban con impaciencia mal disimulada que Santiago Abascal formalizase en el Congreso la petición para presentar y debatir una moción de censura constructiva, prevista en el artículo 113 de la Constitución. Se trata de un mecanismo parlamentario para exigir la responsabilidad política del presidente del Ejecutivo y prosperaría si la apoyase la mayoría absoluta de los diputados. En ese caso, Abascal sustituiría al secretario general del PSOE al frente del Consejo de Ministros.

Como ni en sueños ocurrirá tal cosa, la moción de censura de Vox es una operación política que conviene sobremanera al PSOE, a Unidas Podemos y al partido de Abascal, aunque por razones distintas, y pone al PP en un trance complicado porque no puede avalar la moción ni rechazarla, lo que le condena de antemano a una desairada abstención de la que los populares, sin embargo, no pueden moverse.

Para Sánchez y sus ministros, la moción de censura es una ocasión para que se visualice la recomposición de la mayoría de la investidura –incluso ampliada– que llevó al socialista a la presidencia del Gobierno en enero pasado. Tal ocurrirá, además, en puertas del debate de Presupuestos, quizá adelantando una posible mayoría reforzada para su aprobación.

Aglutinar a la izquierda

Pero la utilidad de la iniciativa de Abascal dispone de más beneficios para Sánchez y el Gobierno: nada aglutina más a los electorados de la izquierda que sea un partido de ultraderecha el que arremeta contra los de izquierda que están en el Gobierno y contra sus aliados nacionalistas e independentistas.

El mejor de los escenarios parlamentarios para Sánchez es batirse en la tribuna con Abascal y es igualmente beneficioso para el líder de Vox –aunque la moción la defienda Ignacio Garriga, diputado catalán de su partido– recabar en exclusiva la atención del presidente del Gobierno. El portavoz de Vox va a volcar contra Sánchez toda una cascada de reproches que comparte un amplio espectro de la derecha y que va más allá de la que le vota, y al que el líder socialista se ha encargado de irritar de manera constante y consciente.

La censura tiene ya un guion: el propósito de Sánchez de reventar el sistema constitucional mediante sus pactos con bildutarras e independentistas catalanes, con el veto al Rey y con anteproyectos de ley divisivos (libertad sexual, memoria histórica...). Aunque el núcleo de la reprobación de Vox será la gestión de la pandemia, además de los posibles indultos a los políticos presos del 1-O y la reforma exprés del delito de sedición en el Código Penal para satisfacer las aspiraciones de ERC.

Pinzar al PP

Pero tanto en un líder como en el otro existe un propósito compartido: pinzar al PP, erosionarle, ningunearle. Y así, con ese beneficio recíproco, Sánchez y Abascal constituyen lo que se denomina una coalición negativa, que es aquella cuyo objetivo consiste en que dos adversarios se unen coyunturalmente para derribar a un tercero que lo es de ambos. A Sánchez le interesa que crezca Vox porque lo hará a costa del PP y a Abascal le importa incrementar sus efectivos hasta donde más se acerquen a los que ya tiene el partido de Pablo Casado.

Mientras en las encuestas tanto el PSOE como el PP están clavados en parecidos porcentajes electorales a los que obtuvieron el 10-N, con Unidas Podemos claramente a la baja, Vox remonta. Según la última encuesta de Metroscopia, el partido de Abascal estaría ahora en 64 escaños. Por otra parte, Vox es de los siete partidos más importantes del Congreso (PSOE, PP, UP, ERC, PNV, Cs) el único que no tiene responsabilidades de gobierno en ningún nivel político y carece por tanto de la 'mochila' de los que sí tienen responsabilidades ejecutivas.

Vox, que cuenta con poco respaldo mediático, monta la 'performance' de la moción de censura para reclamar foco sobre su discurso en una sociedad con fuerte fatiga psicológica, repleta de incertidumbres, adolorida por las consecuencias de la pandemia y en trance socio-económico y laboral crítico. Abascal quiere introducirse en nuevos ámbitos electorales –busca el obrerismo desideologizado de las 'manos callosas' y cabreado– con ese proyecto de sindicato denominado Solidaridad y, a la vez, depurar con un poco más de sofisticación sus tesis ideológicas, para lo que ha puesto en marcha un 'think tank' denominado Disenso, que dirige el expopular Martín Frías y que cuenta con colaboradores tan sorprendentes como el exministro Carlos Bustelo, un socialdemócrata que lo fue en tiempos de Adolfo Suárez.

'Win-win'

Los estrategas de Vox saben muy bien –lo dicen los sondeos– que la derecha es acéfala porque el bloque de los tres partidos no reconoce el liderazgo indiscutido ni de Casado, ni de Inés Arrimadas ni del propio Abascal, en tanto que el bloque de la izquierda se lo atribuye sin discusión a Sánchez. Abascal pretende ser el más valorado como líder de un amplio espectro de la derecha porque está también comprobado que, hoy por hoy, su organización, además de retener el voto ya obtenido es la única de las tres fuerzas en su espectro que lo atrae del PP e, incluso, de Ciudadanos.

En otros términos, la moción de censura en un 'win-win' para Sánchez y para Abascal, un serio contratiempo para el PP y Cs y un festín dialéctico para los portavoces socialistas, morados, nacionalistas e independentistas. El grado de polarización –lo quieren el uno y el otro– será máximo porque aquí, en los extremos, hay un propósito de exasperar al personal con sentido utilitario. Sánchez necesita a un Vox más echado al monte y Abascal, a un nuevo PSOE que parece imperturbable ante el peor relato desestabilizador de Podemos. Ambos obtendrán satisfacción a sus objetivos, pero para el país esa victoria suya será pírrica.

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