DESPEDIDA DE TORRA
Blanco Herrera vuelve a casa
El 'expresident' afronta su último debate en el Parlament como un fin de fiesta
Daniel G. Sastre
Periodista
Periodista. Profesor asociado en la UB.
Daniel G. Sastre
Quim Torra comenzó a despedirse el lunes, cuando, recién inhabilitado, dio un discurso en Palau. Fue tan poco ortodoxo como lo ha sido todo su mandato, pero hubo una frase especialmente reveladora de su paso por la política. "A todos los amigos a los que he dejado absolutamente tirados: espero recuperaros. Perdonad el silencio de estos dos años". Y vais a flipar con las anécdotas, le faltó añadir.
Este miércoles, el Parlament fue el escenario último de este largo fin de fiesta de Torra. El flamante ‘expresident’ nunca ha dejado de parecer el pequeño editor interesado en el catalanismo que era cuando lo conoció Sergi Sabrià, según recordó en la sesión el diputado de ERC. Durante este tiempo ha vivido como si estuviera en un sueño, y quiso prepararse un dulce despertar rodeándose de personajes entrañables para él. Carles Puigdemont, que le dio el billete para la aventura de su vida, se hizo presente en la pantalla gigante de una de las salas del Parlament; Josep Costa, camarada activista y hoy vicepresidente del Parlament, entró al hemiciclo con él para que pronunciara su último discurso.
Como en la canción de Peret, Torra solo había desaparecido por un tiempo
Lo que dijo Torra fue lo de menos, aunque tirara de sus clásicos: afirmó que ha sido víctima de un "golpe de Estado", subrayó que Torrent le quitó el escaño... Como pasa con los homenajeados en las fiestas, lo importante era cómo glosaban sus virtudes los invitados. JxCat y ERC habían acordado darle una despedida de guante blanco, pero la proximidad de las elecciones hizo que saliera a flote el talante de cada cual: más desacomplejado el de los puigdemontistas, más asustado por perder su ventaja el de los republicanos.
Cansado de la fiesta
Luego, los dos partidos pactaron una resolución en la que aseguraban que denunciarán ante el mundo su inhabilitación, aunque no la desobedecerán. Todo tiene un final, y el propio Torra parecía en los últimos meses más cansado que nadie de la jarana. El ‘expresident’ se dio un último baño de masas cuando bajó la escalinata del Parlament entre aplausos de los diputados de JxCat; de haberse quedado, habría estropeado ese remate épico, porque habría tenido que ocupar un lugar en la mundanal tribuna de invitados. "Que vaya muy bien el debate", dijo como colofón a su trayectoria política, y se largó. Quedaban aún horas de parlamentos.
Torra se lo debe de haber pasado pipa estos dos años. Le queda un bonito recuerdo y una jubilación de 92.000 euros anuales. Ya está en los libros como un protagonista (muy secundario) de este periodo histórico de Catalunya llamado ‘procés’. Que sus amigos no sufran, ya vuelve con ellos: como el Blanco Herrera de la canción de Peret, no estaba muerto, estaba de parranda.
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