"No es facha todo lo que ondea"

Manifestantes ante la Jefatura de Via Laietana, este domingo.

Manifestantes ante la Jefatura de Via Laietana, este domingo. / periodico

Juan Soto Ibars

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La sobredosis de banderas en la manifestación de Societat Civil Catalana estaba garantizada, pero según me dijo un afiliado socialista no es facha todo lo que ondea. Él iba con la arcoíris LGTB en la mano. Había cerca otras de la policía y la Guardia Civil, y la combinación me hacía pensar en los Village People. Mientras hablábamos, una señora con perlas se hacía selfis con el socialista para mandarlas por el Whatsapp. Le pregunté por qué no llevaba la rojigualda y me respondió que de eso ya se encargaban otros.

Se refería a los de los globos de Ciudadanos, a los estudiantes de Derecho y ADE con tupé, a los currantes sin polo de cocodrilo ni ortodoncia. La mezcla de gentes con asta era notable, y también los coros que agitaban a la multitud. Tan pronto cantaban “Puigdemont a prisión” como “seny”, o vituperaban el nacionalismo agitando su enseña nacional. Por allí andaban hasta los de Recortes Cero, movimiento de izquierdas antiprocés, para completar el retablo de variedades.

De esta manera, el domingo a mediodía, con un sol abrasador de finales de octubre que haría rechinar los dientes de Greta Thunberg, la marcha reactiva de 80.000 catalanoespañoles recorrió el Paseo de Gracia sin mayores incidencias. No estuvo la ultraderecha o asistió de tapadillo, y no hubo que lamentar actos vandálicos pese a los intentos de los CDR de diezmar la concentración con un corte de carreteras y vías férreas.

El profesor Gregorio Luri anunciaba en Twitter que no podía llegar a Barcelona, y el boicot fue una de las comidillas de la mani. Había gente chillando por teléfono a los amigos atrapados en distintos puntos del mapa cómo estaba la cosa, y entre los que habían llegado se comentaba que no es coherente clamar por la libertad de expresión y de manifestación en los balcones de la Generalitat y luego boicotear las marchas de tus oponentes.

Libre expresión y zancadillas

Quedó clara esta contradicción la noche antes en “Ara i aquí”, el programa que presenta el fraile Carlos Fuentes en el canal en catalán de RTVE, que es un poco como Teruel. Allí, una independentista dijo que el derecho de manifestación de SCC es muy respetable, pero que ella tenía derecho a cortarles la carretera, como si la libre expresión de ideas incluyera la imposición de mordazas y zancadillas.

Llamaba la atención que el civismo de la multitud se hubiera vuelto un asunto explícito: se congratulaban cuando alguien echaba una botella de plástico a una papelera. La educación, el “seny” y los contenedores han adquirido connotaciones políticas tras los disturbios de las últimas semanas. Se han politizado hasta los extintores, que protagonizaban una pancarta donde se leía que “seran sempre nostres”, en oposición a la piromanía de moda este otoño en la parte “rauxa” del procés.

Se hablaba del Paseo de Gracia en términos taurinos, con tendido sol y tendido sombra, y la gente se desplazaba de un lado a otro para buscar a un familiar. Tan pronto sonaba Manolo Escobar y se ponían a bailar pasodobles, como una señora de noventa años decidía usar su bastón a modo de batuta y ponía a cantar a los de la pancarta. Un grupo de mujeres hizo el corro de la patata y corearon “nos tienen hasta los huevos”, y de pronto una añadió que “nuestros maridos también” y el corro se disolvió entre risotadas maléficas.

Debajo de la fiesta, el duelo

El ambiente, más que festivo, era castizo y jacarandoso. Al helicóptero con la palabra “policía” escrita en el vientre se le aplaudía cada vez que pasaba por encima. En Delegación de Gobierno, Roger de Lluria esquina Mallorca, los policías y los mossos estaban mucho más relajados que en las manifestaciones anteriores. Recibían visitas como reclutas haciendo la mili. Se les acercaban niños con ojos brillantes y señoras con ramos de flores y refrescos.

Pero debajo de la fiesta española siempre hay duelo, y a la sombra de las banderas reptaba el resentimiento. Los comentarios sobre los “indepes” y sus políticos eran de todo menos amables, y las opiniones se dividían entre una sentencia insuficiente y el “bien empleado les está”. La división está muy lejos de apaciguarse.

En fin: el profesor Gregorio Luri anunció por Twitter que había logrado llegar a Barcelona cerca de la una del mediodía. El último constitucionalista había logrado traspasar los muros de la torre de Marfil cuando la manifestación estaba en su apogeo. Como es habitual, los ciclistas de Glovo intentaban atravesar la multitud para llevar sus mercancías a los clientes. Por ellos, parece ser, casi nadie se manifiesta en España o Catalunya.