A la sombra del pacto

La frustración del acuerdo PSOE-Podemos sobrevuela la primera sesión de investidura, que acabó incendiando Abascal con su discurso ultra

Iglesias y Sánchez

Iglesias y Sánchez / periodico

Juán Fernández

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

En una de sus réplicas, Pablo Casado preguntó con sorna a Pedro Sánchez cómo se le ocurría pedirle su abstención sin saber con qué aliados contaba. Alzando la cabeza de su móvil, Pablo Iglesias miró al político popular, sonrió y, asintiendo con la cabeza, remarcó: “Claro, claro, claro”. El lance que puso por unos instantes de acuerdo a los líderes del PP y Podemos señaló el nudo sobre el que descansó la primera sesión del debate de investidura: 350 diputados reunidos para decidir los designios del país, pero la trama importante de la película no acontecía allí sino en el despacho –Rivera le llamó “la habitación del pánico”- donde PSOE y Podemos seguían persiguiendo el pacto que mantiene a España en vilo.

La sombra de ese acuerdo, o su posible frustración, sobrevoló toda la sesión y brindó los momentos de mayor carga dramática. No en vano, era José Luis Ábalos, representante socialista en las conversaciones con la formación morada, quien con cara de haber dormido pocas horas debía quitarse las nubes de periodistas en el patio del Congreso antes de que Sánchez comenzara su discurso.

La respuesta a la pregunta del millón la iban a ofrecer los rostros de desidia con que la bancada morada siguió la exposición del candidato. Se supone que este debía enamorarlos con su catálogo de medidas, pero los diputados de Podemos escucharon su intervención con el entusiasmo de un bachiller en una clase del instituto un viernes por la tarde. De Pablo Iglesias –con el look de los días sin solemnidad: en vaqueros y con camisa de cuadros- hacia arriba, todos pasaron la mañana capuzados sobre sus móviles y solo cuando Sánchez mandó un abrazo a las últimas víctimas de la violencia de género, decidieron unirse al aplauso.

Tardes de gloria

El Congreso de los Diputados es un anfiteatro formado por tres sectores separados por dos pasillos. El quesito central promete dar grandes tardes de gloria en esta legislatura, dada la alta tensión osmótica que alberga en tan pocos metros de distancia. Sobre la misma vertical, se pueden dar cogotazos los electos de Podemos, PNV, ERC, JxCat y Vox, estos últimos situados en el gallinero. Sin embargo, los únicos “venga, cállate ya” que se oyeron durante las dos horas que duró la exposición del aspirante provinieron de la bancada popular, ante la mirada desconcertada de los diputados de ultraderecha. Encima de ellos, en la primera línea de la balconada de invitados, seguía atenta el discurso del candidato su esposa, Begoña Gómez, quien a menudo asentía con la cabeza las propuestas que iba lanzando su marido.

Por el ritmo que imprime el cruce de réplicas, la sesión de la tarde tuvo más intensidad aunque, según se sucedían las contestaciones, el encuentro se convirtió en una partida de frontón rota únicamente por algunos momentos chuscos. Por más veces que Sánchez le pedía a Casado la abstención, desde la bancada popular le respondían con ironía: “¡Porque tú lo vales!”. Con Rivera no hubo margen para la broma, de lo dura que sonó su alocución. Solo Rufián, al oír el miedo que el líder naranja confesó sentir al verle, se permitió mirar a sus compañeros y, alzando un puño al aire, soltó: ¡Bieeeeen!

Por la mañana, los diputados de ERC, habían llegado con margaritas amarillas en recuerdo de los diputados catalanes presos, hasta que un ujier les recordó que aquello no era una ofrenda a la Virgen y las flores fueron desapareciendo de los pupitres para quedar un único ramo sobre un escaño vacío a la izquierda de Gabriel Rufián.

El estreno de Abascal

La sesión dio para escuchar el primer discurso de Abascal en el Parlamento, pero a los de Vox se les mira en el Congreso como a especímenes de otro planeta, a la vista del discurso que gastan. Entre carcajadas y resoplidos, dos tercios del hemiciclo se debatía entre taparse el rostro con las manos o esconderse debajo de los escaños mientras el político ultraconservador hablaba desde la tribuna. “¿Escucha, señor Rivera? Es la ultraderecha”, preguntaba Sánchez al líder naranja sin que este levantara la cabeza.

Que la sesión pivotaba sobre el ‘pacto fantasma’ lo evidenció el momento de mayor tensión de la jornada, vivido minutos antes, cuando Iglesias, en su última réplica, enumeró el rosario de noes que el PSOE le había devuelto a sus propuestas de entrada en el Gobierno mientras Ábalos sonreía con la mirada perdida. Finalizada la cascada del líder morado, Sánchez miró a la presidenta de Congreso, Meritxell Batet, y le dijo: “No hay más réplicas”. La sesión de investidura sigue el martes en el Parlamento, pero el guion del serial se sigue escribiendo en otro lugar.