VOTO PARTICULAR

Gandhi en el Supremo, otro que tal

La defensa, salvo Melero-Goldwin-Mayer, se explaya en mostrar que el 1-O fue una coral muestra de resistencia no violenta

Resistencia pasiva en la escuela Ramon Llull, el 1-O

Resistencia pasiva en la escuela Ramon Llull, el 1-O / XAVIER JUBIERRE

Carles Cols

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Ha llamado un lector. Pepe. Ha echado en falta una posdata en la crónica anterior, en la que se anunciaba, cual ‘spoiler’, cuál iba a ser el video más inesperado de los exhibidos por las defensas este miércoles en el Tribunal Supremo. Ya se ha mostrado. Es una producción de Melero-Goldwyn-Mayer, una recopilación de anteriores ocasiones en que las policías españolas (incluidos los Mossos) se han comportado como eficaces hoplitas para sofocar protestas ciudadanas que trataban de talar las raíces del poder legislativo. Los ejemplos más claros del video eran el asedio al Parlament de junio del 2011 (o sea, el día en que Artur Mas tuvo que usar el helicóptero para entrar en el parque de la Ciutadella, kilómetro cero del procés, según la periodista Lola García en ‘El naufragio’, porque para el ‘president’ aquello fue una epifanía) y la protesta que rodeó el Congreso en septiembre del 2012, el día en que, según Alfredo Pérez Rubalcaba, España se le estaba yendo de las manos a Mariano Rajoy. El propósito del abogado era cuestionar las fronteras de la rebelión que propone la fiscalía en su escrito de acusación, no sea que la sentencia termine por ser el insensato acuerdo de paz Sykes-Picot que reordenó Oriente Próximo tras la primera guerra mundial. Propone Pepe, el lector, una posdata. “La paz que acabó con todas las paces”. Así terminó por conocerse aquel tratado. Cierto. Gracias.

La sentencia del caso amenaza con ser, dice un lector, como la paz Sykes-Picot, "la paz que acanó con todas las paces"

La estrategia de resto de las defensas ha sido otra. Complementaria, en cierto modo. El nexo común de la videoteca que han aportado a la causa como pruebas el resto de abogados podría bautizarse, por buscarle un nombre, como ‘Estrategia Gandhi’, lo cual no debería inducir a error, no es un elogio, porque este independentista indio tenía un lado preocupante que luego se recordará. Quedan avisadas las almas de cántaro.

La cuestión es que la jornada de videos de la defensa ha consistido en el visionado de decenas de escenas en las que, efectivamente, los votantes del 1-O recibían con formas de resistencia no violenta a las fuerzas de seguridad cuando llegaban a los colegios electorales, manos en alto o, en ocasiones, sentados en el suelo y con los brazos entrelazados con el compañero de al lado. El modo en que los agentes se abrieron paso es sobradamente conocido. 'Aporellesco'. La acusación intento en la jornada anterior, en una sesión que la prensa capitalina ha calificado de “ridículo inexplicable” por el chapucerismo del fiscal Jaime Moreno, sostener que las fuerzas de seguridad fueron recibidas aquí, allá y acullá como Astérix y compañía recibían a las cohortes de Babaourum, Laudanum, Aquarium y Petibonum, a menhirazos. Tan deplorablemente presentó Moreno sus argumentos que se puede colegir (opinión de un profano) que este pulso lo han ganado las defensas, cuestión crucial si se considera (opinión de algunos expertos) que la violencia clara y manifiesta es indispensable para sostener la acusación de rebelión. La fiscalía no se ha movido de ahí.

Método y propósito

Gandhi, por ir ya al lío, fue efectivamente un modelo de protesta no violenta mil veces referenciado, pero ya en su día Christopher Hitchens (iconoclasta feroz de figuras como de Winston Churchill y Teresa de Calcuta) invitó a no confundir sus métodos con la bondad de sus intenciones, pues sostenía que el fin que proponía, es decir, ese regreso al primitivismo rural, que cada cual tejiera sus ropas en casa con una rueca y cultivara sus propios alimentos, podría haber conducido a la India a una hambruna mortal.

La Abogacía del Estado ha subsanado en la recta final del juicio el tristón papel de las primeras jornadas

La Abogacía del Estado en este juicio, que echó a andar renqueante en las primeras sesiones allá por el mes de febrero pero que ha terminado por ponerse las pilas, parece como si hubiera entendido ese matiz, que método y objetivo son cosas dispares, así que merece la pena consignar qué pruebas de videoteca ha aportado eta semana. La letrada Elena Sáenz Guillén, antítesis del poco oficio mostrado por el fiscal Moreno, ha empleado sus minutos para recordar que el 1-O fue el clímax de un plan que llevaba el sello de la Generalitat de Catalunya, que las urnas, el censo y las papeletas corrían a su cuenta, que no era cierto, como en su día sostuvo por ejemplo Jordi Turull en la sala, que él presentara todo ese material en una rueda de prensa sin saber muy bien de dónde salía. La Abogacía del Estado, recuérdese, no ha visto en el ‘procés’ un delito de rebelión, sino uno de escala inmediatamente inferior, de sedición, que también comporta penas de aúpa, de 12 años.

Al juicio y a esta sección le quedan menos de 15 días de vida y, a lo sumo, unas cuatro sesiones. Atrás, con la de este miércoles, quedan 49 jornadas en las que, lo que son las cosas, la presencia de público jamás ha decaído. En esta segunda sesión dedicada a los videos, por ejemplo, un día muy poco Perry Mason, nada da de Marchena desencadenado, los bancos de público estaban repletos a rebosar. Ha sido una sorpresa. Este juicio ha desbrozado la senda del turismo judicial. Sin duda. Por si alguien gusta, porque aún resta por escuchar las intervenciones finales de las partes y, sobre todo, de los acusados en su derecho a la última palabra, que sepan que a una calle del Tribunal Supremo, en el número 6 de Argensola, merece la pena visitar la sastrería Enrique Gavilanes, especialista en togas y puñetas judiciales. ¡Hasta las hay de amarillo para los días de gala! Tienen hasta lo que debería considerarse un souvenir judicial, una maza de bubinga, madera muy cotizada por su sonoridad. Dice el atento sastre que, en verdad, esas mazas nunca se han usado en España, que son una tradición anglosajona. A Manuel Marchena, es cierto, no le ha hecho falta en 49 sesiones de juicio. Lástima.