REACCIÓN

La encrucijada inmediata de Puigdemont: o Govern o elecciones

Xabi Barrena

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El 27 de abril de este año, como el 27 de octubre del pasado, han caído en viernes. Se cumplen, por tanto, seis meses absolutamente exactos y simétricos del día que el Parlament declaró simbólicamente la independencia. Y del día que se aprobó la aplicación del artículo 155, del cese del Govern, del de la convocatoria de las elecciones del 21-D. Y Catalunya, como hace exactamente y simétricamente seis meses, no cuenta con un Govern. Carles Puigdemont tiene este puente del 1 de Mayo para decidir qué hacer, si permitir que haya un Ejecutivo, liderado por el plan d, o si se va a nuevas elecciones, el 15 de julio. Es la encrucijada final.

El ‘expresident’ sufrió el jueves un doble revés. Especialmente la prohibición del Tribunal Constitucional de realizar cualquier investidura a distancia de Puigdemont. Ante el movimiento del Estado, el independentismo puede optar por desobedecer o no. El portavoz de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, ya ha sacado al personal de la duda al afirmar, este viernes, que descartaba forzar a la Mesa del Parlament que preside Roger Torrent (ERC) a la desobediencia con tal de investir a Puigdemont.

Si el plan era abordar, de nuevo, la investidura del ‘expresident’, acaso como gesto simbólico y propagandístico cara al exterior, a sabiendas de la imposibilidad de que el nombramiento fuera efectivo, y despúes realizar la ‘unción’ real, el proyecto ha quedado cojo.

Y a 25 días de que venza el plazo para una investidura, Puigdemont, en su retiro berlinés donde espera noticias de lo que la justicia alemana quiere hacer con él, deberá resolver la gran duda: mantener el pulso simbólico con el Estado, que llevaría a las urnas, o permitir que se configure un Ejecutivo bipartito entre los suyos y ERC.

De momento, según la ACN, el grupo parlamentario de JxCat ya ha aceptado que se postule un cuarto nombre (el plan d), ni que sea de manera temporal hasta que se pueda investir a Puigdemont, a lo largo de la legislatura. Elsa Artadi sigue liderando las apuestas. Nunca en 40 años de democracia CDC y ERC habían acercado tanto sus posiciones, fruto sobre todo de la cruda realidad que les asola, en forma de líderes de ambas fuerzas en la cárcel y el exilio.

Adversarios de acuerdo

Ni uno ni otro partido se han siquiera planteado que Torrent desobedezca al TC. Se sigue la ‘doctrina Junqueras’ la que comunicó a lo sus allegados del partido: “nada de fuegos artificiales y menos si la ganancia es pírrica”. Lo cierto es que en ambas fuerzas quedan pocos ánimos para seguir enviando mártires a las cárceles madrileñas.

También coinciden posconvergentes y republicanos en el pavor a los comicios. Y es que en el mejor de los escenarios que prevén se repetiría el bodegón retratado el 21-D, apuntan. Es decir, una frágil mayoría independentista en escaños y sin llegar al 50% en votos. Y con la boca pequeña vislumbran la posibilidad de que hubiera una menor movilización del público secesionista.

Y no solo eso. La puesta en marcha de un ejecutivo es prioritaria para ambos partidos como palanca para expulsar el artículo 155 de la política catalana. La inacción que se deriva provoca, por ejemplo, el freno en la financiación de los ayuntamientos, a 12 meses de las elecciones municipales donde unos y otros, especialmente los posconvergentes por estar más acostumbrados a desplegarse institucionalmente por los cuatro puntos cardinales catalanes, se la juegan.

Sobre todo ello deberá de reflexionar Puigdemont hasta el próximo miércoles. Para el jueves está convocado el pleno del Parlament que debe de aprobar la reforma de la ley de presidencia que permite la investidura a distancia. Sobre dicha reforma pesa el dictamen del Consell de Garanties Estatutàries, que la tilda de contraria al Estatut y a la Constitución (ese es el segundo revés).

La linea roja del independentismo

Siendo el CGE un órgano consultivo, el independentismo podría aún aprobar esa reforma sin cruzar la línea roja marcada por el TC. Esa raya solo se traspasaría si Torrent nombrara a Puigdemont como candidato y convocara un pleno de investidura.

Con todo, el independentismo no ambiciona precisamente una tensa sesión plenaria en la que la oposición esgrima una y otra vez el citado. De desarrollarse así, el pleno tendría cierto perfume a 6-7 de septiembre, fecha del tormentoso pleno en el que se aprobaron la ley del referéndum y la de transitoriedad jurídica. Aunque la diferencia estriba en que, en esta ocasión, toda la polémica que se generaría sería en balde, por cuento, como ha dicho Pujol, no va haber desobediencia.