DÍA DE LA MUJER

El lento camino hacia la paridad en las instituciones

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Júlia Regué / Patricia Martín

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Ni en el Congreso, ni en el Senado, ni en el Parlament. Tampoco en el Gobierno central ni en el Ejecutivo catalán. En ninguna de estas instituciones las mujeres llegan a ocupar la mitad de los asientos, pese a representar al 50% de la población. Aunque han trascendido avances en cuanto al número de mujeres en las esferas de poder, la paridad no se ha alcanzado completamente. 

La ley de igualdad del 2007 no selló una cuota cerrada, pero sí requiere que haya un mínimo de 40% y un máximo de 60% de hombres y mujeres en las listas electorales, en las administraciones públicas y en los consejos de administración. Cumplen ligeramente con ello en el Parlament, con un 43% de mujeres, el último Govern catalán, con un 42%, y en el Congreso, con un 41%. El Gobierno de Mariano Rajoy suspende con un 35%, cifra que desciende hasta un 28% si se tiene en cuenta a todos los altos cargos y no solo a las ministras. En el Senado sucede algo parecido: las mujeres suponen el 36% de los electos.

Cuestión de voluntad política

Los partidos políticos tienen el mando para romper el techo de cristal en las instituciones. Sin embargo, en las ejecutivas de los grupos las mujeres representan tan sólo el 37%, siendo Unidos Podemos el más paritario y ERC el que menos, con un 23%, según datos del Instituto de la Mujer del 2017. "Somos conscientes de que se tiene que feminizar el partido y, por eso, hemos comenzado a hacer listas cremallera", señala la diputada republicana, Carme Forcadell.

Ella fue la segunda mujer en presidir la Mesa del Parlament, y se enorgullece de la ley para la igualdad aprobada por esta Cámara en el 2015. Aún así, admite que, aunque las leyes son "imprescindibles", "también lo es que haya una voluntad política firme para hacer un cambio social". De todas formas, esta norma se ha incumplido recientemente con la constitución de la nueva Mesa, en la que sólo hay una mujer, Alba Vergés (ERC). "El machismo existe en las instituciones porque se nos juzga por cómo somos y no por lo que hacemos. Está muy lejos aún la igualdad real", remata Forcadell.

De hecho, en las pasadas elecciones en el Parlament, sólo una mujer encabezó una lista electoral, Inés Arrimadas (Ciutadans), y en las del Congreso, ninguna. Tampoco se ha investido nunca a una presidenta, ni en el Gobierno central ni en el Ejecutivo catalán. 

Salto progresivo

Es indiscutible, no obstante, que las féminas han ido ocupando más escaños con el paso del tiempo. En la década de los 80 estaban casi excluidas de los órganos de decisión, ya que sólo representaban el 5,18% en el Parlament, el 6% en el Congreso y el 2,8% en el Senado.

Una de las primeras en ocupar un escaño fue Maria Dolors Calvet (PSUC), primero en el 1977 en el Congreso y más tarde en la primera legislatura del Parlament en el 1980. "No fue fácil con todo lo que suponía ser mujer en aquella época, tanto en la vida personal como en el trabajo. Había unas leyes que iban en contra de las mujeres y tenías que ver cómo encontrar la forma de subsistir", comenta, y recuerda que su generación tuvo que cumplir el Servicio Social y que la mayoría de edad para las mujeres se situaba a los 21 años, algo que se anuló con los avances hacia la Constitución española.

Diez años después, las cifras ascendieron hasta el 10,37%, el 15% y el 12%, respectivamente. En esa época, algunas diputadas, como Matilde Fernández (PSOE) accedieron al Gobierno de Felipe González, ella como ministra de Asuntos Sociales. "El mayor problema con el que nos encontrábamos entonces era el paternalismo de los hombres, cuando te apoyaban, y la invisibilidad, cuando no lo hacían", comenta.

Las mujeres empezaron a visibilizarse en el Ejecutivo catalán en los años 2000, pilotando las conselleries de Justícia i Interior, Benestar Social y Ensenyament. También incrementaron su presencia en todos los hemiciclos, llegando hasta el 28% en el Congreso y el 23,7% en el Parlament. 

Inamovilidad legislativa

Pese a las carencias, el Gobierno no prevé sacar adelante una ley que fije presencias paritarias. "A mí no me gusta obligar a nadie a nada, sobre todo a las empresas, eso de sacar una ley es arriesgado", señaló recientemente Mariano Rajoy. En su opinión, es preferible hacer "pedagogía", que introducir modificaciones legales o propiciar las listas cremallera que pide la izquierda y que sí rozarían el 50% de presencia del sexo femenino, al menos en los parlamentos. Ya se aplican legislaciones similares en AndalucíaBalearesCastilla-La Mancha y País Vasco.

Está por ver si la huelga de mujeres le hace cambiar de opinión. Rajoy ya dio marcha atrás sobre la brecha salarial, después del revuelo que provocó su manifiesta indiferencia hacia la cuestión. Rectificó públicamente y se mostró dispuesto a "tomar cualquier medida que sirva para hacer justicia" en la igualdad de salarios. 

La presencia de la mujer en la política es necesaria porque su visión no sólo influye en las medias a adoptar, sino que también visibiliza a las mujeres y lanza el mensaje a la sociedad de que debe de ser igualitaria y condenar la discriminación. Además, los políticos deben ser un espejo de los ciudadanos a los que representan, y la mujer constituye la mitad de la población. Y también en la política conviene anular los techos de cristal que tradicionalmente limitan a todas las mujeres.