PERFIL

Jordi Montull: Espalda plateada

Jordi Montull, a su llegada a una de las sesiones del juicio por el 'caso Palau'.

Jordi Montull, a su llegada a una de las sesiones del juicio por el 'caso Palau'. / periodico

ANDREU FARRÀS / BARCELONA

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No hay Quijote sin Sancho ni Batman sin Robin. Jordi Montull ha sido el complemento ideal de Fèlix Millet a lo largo de los últimos 30 años. No solo para el saqueo de proporciones africanas del Palau de la Música, sino para el disfrute del botín con las respectivas cónyuges de paraísos exóticos y restaurantes de lujo.

Cuando conoció a Millet, Montull trabajaba de agente inmobiliario (¡qué gran cantera de delincuentes fiscales ha sido el sector de la construcción!). Desde el primer momento se convirtió en el brazo ejecutor de una mente con talento para la estafa. Todo maestro de obras necesita un capataz, alguien que se ensucie las manos, con permiso de armas y un calibre 22 guardado en casa.

A cambio de labores no siempre gratas, Montull recibía un euro por cada cuatro que arramblaba Millet. En junio del 2009, por ejemplo, un mes antes del registro judicial del Palau, el dúo se repartió 100.000 euros ganados por el Orfeó. 80.000 fueron ingresados en una empresa de la mujer de Millet y otros 20.000 fueron cobrados por una sociedad administrada por la esposa de Montull; como en otros casos recientes, hay que ‘chercher la femme’. Asimismo, si el presidente del Orfeó se asignó un Mercedes 600, valorado en 176.000 euros, su director administrativo, para no ser más, se quedó con un Mercedes S-450, de 116.000 euros. Los dos ‘Batmóviles’ fueron pagados por el Palau, naturalmente.

Cuando en estos últimos años tenía que presentarse ante el juez en la Ciutat de la Justícia, estacionaba el coche en las plazas destinadas a los minusválidos. Una ausencia de escrúpulos que exhibía también en sus relaciones con los subordinados o con los agentes de la ley.

MIRAR HACIA OTRO LADO

En el 2002, la Sindicatura de Comptes envió a auditores para auscultar las cuentas del Palau. Montull obstaculizó la labor de los expertos, que, no obstante, hallaron graves irregularidades en la gestión del consorcio. En su informe al Parlament, los inspectores expresaron su preocupación por los cuantiosos gastos injustificados que hallaron, pero todos los diputados miraron hacia otro lado. Tendrían que pasar siete largos años para que el hedor insoportable de la joya de Lluís Domènech i Montaner atrajera a la justicia.

Con la máxima vital de que el dinero sirve para tapar bocas, Montull fue el encargado de repartir billetes de 500 euros entre los guardias urbanos del barrio para que hicieran la vista gorda ante los atascos, el ruido y el polvo que producían los camiones que participaban en las obras de remodelación del Palau a finales de los 80 y que originaron protestas vecinales. En su espléndido libro ‘Fèlix Millet, el gran impostor’ (Angle), el periodista Jordi Panyella cuenta que Montull llegó a dedicar 140.000 euros a "propinas".

EL PISITO DESCONOCIDO

Cuando a Millet y Montull les fueron embargadas las cuentas y las propiedades, la mujer de este se enteró de que su esposo era dueño de un discreto piso próximo al Palau del que ella no había tenido nunca constancia. La cara que pondría Mercè Mir al saberlo debió ser parecida a la de los consuegros de Millet al comprobar que habían hecho el primo en el banquete nupcial de su hijo.

El principio del fin de Montull lo marcó aquel bromista que, cuando el saqueador confeso jugaba al tenis en su club de toda la vida de Teià (Maresme), repitió por megafonía: "¡Corrupto en la pista central!".

Cuenta Panyella que algunos empleados del Palau conocían a Montull como 'el Gorila', tanto por su corpulencia física como por su adustez en el trato. Esta misma semana se comprobará si cumple su amenaza de tirar de la manta de CDCCDC a cambio de atenuar la condena de su hija o si solo es el golpeteo de pecho de un declinante macho de espalda plateada.