Catalunya pasa otra pantalla

Duran es la última víctima del 'procés' mientras se abren paso nuevos liderazgos

Puigdemont

Puigdemont / periodico

NEUS TOMÀS / BARCELONA

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El 11 de junio del 2014, Pere Navarro anunciaba su dimisión como líder del PSC. Fue la primera ‘víctima’ del 'procés'. A partir de ahí cayeron otros. Joan Herrera (ICV) abandonó la primera línea y tiene previsto dedicarse a la abogacía. Alicia Sánchez-Camacho, salpicada por el ‘caso Camarga’ y con unas expectativas electorales pésimas, no repitió como candidata del PPC a las autonómicas y ha iniciado una nueva vida en Madrid (muy bien remunerada como secretaria de la Mesa del Congreso). La etapa  de Antonio Baños en la política, cuyo propósito era el de trabajar como cabeza de filas  de la CUP en el  Parlament para acelerar el tránsito hacia la independencia, ha sido tan corta como traumática. Como colofón (y vaya remate) en una semana han presentado su renuncia, Artur Mas y Josep Antoni Duran Lleida. Al primero le gustaría volver, el segundo se va de verdad. Ironías del destino, quien les iba a decir, a ellos y a nosotros, que Mas y Duran acabarían tirando la toalla la misma semana.

En argot soberanista, Catalunya ha saltado de pantalla, y han emergido nuevos liderazgos. De entrada, el del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, que deberá hacerse valer teniendo en cuenta la larga sombra de Mas y la no menos alargada de Oriol Junqueras, cuya vicepresidencia es una plataforma electoral, y lo sabe.     

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En el frente de las izquierdas, la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha conseguido convertirse en un referente hasta el punto de que su apellido ha dado nombre a un movimiento: el ‘colauismo’. Ideológicamente situada en sus antípodas, otra mujer, Inés Arrimadas (Ciutadans), tendrá que demostrar si, más allá del cargo, ejerce realmente de jefa de la oposición en el Parlament. Y habrá que estar atentos a Anna Gabriel, que pese a los intentos de Convergència por apartarla, será uno de los referentes de la CUP en la Cámara catalana.

¿REFORMA CONSTITUCIONAL O CARTA MAGNA PROPIA?

El primer reto del nuevo Govern es garantizar la cohesión interna. Sus integrantes confían en que el escarmiento del tripartito sirva de vacuna, y tanto en CDC como en ERC esperan que la figura de Puigdemont ayude a aplacar las desavenencias. Al menos, no existe la desconfianza reconocida entre Junqueras y Mas. El talante de Neus Munté y Raül Romeva también puede contribuir a la paz interna. Por si acaso, el ‘president’ en su primera reunión les recordó que las deliberaciones del Consell Executiu son secretas y que confía en la lealtad de todos sus ‘consellers’.

Puigdemont, hombre de discursos breves, ha enviado un mensaje claro: quiere la independencia pero sabe que todavía no está a su alcance. Y para lograrla aspira a convencer a votantes situados en el flanco de la izquierda. Si el nuevo inquilino de La Moncloa es Pedro Sánchez -con colaboración de C's y Podemos-, el conflicto se puede destensionar.  Claro que de ahí a solucionarlo hay un trecho. Sea un reforma constitucional (que debe contar con el apoyo del PP) o una Constitución catalana, la última palabra será de los electores.