CDC modera su giro y lo contrapone al «odio» de Podemos

Mas conversa con  Rull, ayer, durante el consejo nacional de Convergència.

Mas conversa con Rull, ayer, durante el consejo nacional de Convergència.

FIDEL MASREAL / Barcelona

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El coordinador general de Convergència Democràtica, Josep Rull, fijó ayer los límites de la llamada refundación de su partido. Ante el consejo nacional convergente, máximo órgano entre congresos, y sin intervención del líder, Artur Mas, Rull presentó la moderación como eje del esbozo de cambio. Un esbozo que alguna intervención a puerta cerrada juzgó insuficiente para llevar a cabo una puesta al día de un partido con numerosos desafíos internos.

Y la mejor manera de seguir situando a CDC en espacio de la moderación fue compararla con Podemos. Rull usó unas declaraciones de la líder de Podem en Catalunya, Gemma Ubasart, publicadas en EL PERIÓDICO: «Tras el 9-N Mas tuvo un mes de gloria, pero en el mitin del Vall d'Hebron [con Pablo Iglesias] vimos el odio que despierta su persona, y ese odio contra Mas es el que vamos a usar contra él en la campaña». Para el número dos convergente, esta estrategia política está en las antípodas del modo de actuar de CDC basado, dijo, en sumar y tener actitudes constructivas en política. «Apelando al odio hubiera sido imposible la Via Catalana», subrayó.

La otra gran muestra de giro prudente la ofreció Rull al hablar de uno de los tres cambios previstos en el partido: el paso del gradualismo al independentismo. Rull dejó claro que el partido se seguirá definiendo como «nacionalista», no como independentista, y que la independencia es un «instrumento» para alcanzar el auténtico objetivo, que no es otro, aseveró, que la justicia social. Independencia, por cierto, que atisba en un plazo de 12 meses («en un año seremos una nación libre», dijo).

DOCUMENTO POR CONCRETAR / La sesión del consejo nacional tenía que ser un pistoletazo de salida al debate  y se quedó en un silbido. Apenas media docena de intervenciones de valoración de un documento inicial manifiestamente vago y breve. Esa falta de concreción fue criticada por  un par de consejeros nacionales. Otras intervenciones reivindicaron elección de candidatos más participativas, limitación de mandatos, el reconocimiento del municipalismo y más políticas de igualdad.

Pero todo sucedió en un contexto de autoafirmación y con pocas ganas de entrar en detalles respecto a debates muy pendientes en el partido y que, como diría su fundador, ahora no toca abordar, dado que las citas electorales, en especial  las municipales, están a la vuelta de la esquina. El poder territorial representado en el consejo reivindicó su peso. Pero se obvió profundizar en cuestiones como hasta qué punto hay que soltar lastre del pujolismo, qué riesgos entraña la hoja de ruta independentista, qué hacer con Unió o en qué espacio ideológico hay que situar a CDC tras dos mandatos gubernamentales marcados por los recortes.

De todo ello Rull pasó de puntillas en su discurso, que fue un resumen del texto aprobado ayer con una sola abstención. Hubo escasísima autocrítica: «El tema no es qué hemos hecho mal, sino qué queremos continuar haciendo bien», subrayó el número dos del partido en la clausura de la sesión.

Especialmente inconcreta fue la referencia al modelo social del partido. Partiendo de la reivindicación del Estado del bienstar, Rull apeló a la responsabilidad y la prevención, y a «poner el acento en los derechos y también en los deberes» de unos ciudadanos que no sean entendidos como consumidores de una empresa sino en una relación cívica y contrctual con la comunidad. Sin duda CDC tendrá tiempo de especificar cómo se traduce este discurso en propuestas. También en el ámbito de la transparencia y la democracia interna. No hubo ayer detalles de nuevos métodos de eleccion de cargos o candidatos.

El otro eje de la intervención de Rull fue una carga contra la decisión del Gobierno del PP de llevar al Constitucional la ley catalana de Acción Exterior y parte de las atribuciones del Síndic de Greuges. Sobre la primera cuestión, en tono desafiante, Rull prometió que la Generalitat seguirá ejerciendo «con plenitud» la acción exterior. Respecto al Síndic, el dirigente acusó al Estado de tener «tics antidemocráticos» y de mostrarse incómodo cuando se investigan y denuncian casos de torturas.

Una vez finalizado el cónclave, y sin haber tomado la palabra, el president Mas se fue andando hasta el Palau de la Generalitat.