el tablero catalán

Pedagogía soberanista

Convergència se ha reunido con una treintena de embajadores en España para exponer su hoja de ruta y ha obtenido un discreto resultado de esos encuentros

En el Parlament  El 'president' Artur Mas y el coordinador nacional de CDC, Josep Rull, en noviembre.

En el Parlament El 'president' Artur Mas y el coordinador nacional de CDC, Josep Rull, en noviembre.

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Una de las obsesiones del 'president' Artur Mas en el proceso soberanista es el reconocimiento internacional. O, en palabras del propio líder de CiU, la «internacionalización del conflicto». No en vano, Mas ha insistido en que para que las hipotéticas elecciones plebiscitarias sean útiles, deben ser planteadas de tal manera que su resultado pueda ser interpretado con nitidez a ojos de la comunidad internacional.

Sobre el papel de los estados, la acción del Govern se ha ido incrementando. Se ha reforzado el área de Exteriors y se ha generando atracción mediática y política. En paralelo, y de forma muy discreta, el nuevo hombre fuerte de Convergència, Josep Rull, de la mano del diputado en el Congreso Jordi Xuclà, ha establecido ya una treintena de contactos con otros tantos embajadores en España de países de todos los continentes.

En realidad, el jefe de filas de CiU en Madrid y líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, es quien preside la Comisión de Exteriores de la Cámara baja. Pero tanto la distancia manifiesta de Duran respecto del independentismo como la mala relación que mantienen Rull y el líder democristiano hacen impensable que estos contactos diplomáticos los emprendieran ambos mano a mano.

Objetivo: explicarse

Esos encuentros persiguen un claro objetivo: hacer pedagogía diplomática sobre el plan del soberanismo catalán. Según fuentes de CDC, estas reuniones nunca se pueden traducir en acciones concretas. Se trata simplemente de dejar constancia del proyecto. La explicación es siempre la misma: se trata de un proceso con base jurídica que se plantea ante el Estado español en forma dialogada y cívica. Y un proceso que no se basa en un fogonazo repentino, sino en una voluntad sostenida en el tiempo por parte de una porción significativa de la ciudadanía catalana.

El resultado de esta treintena de contactos es desigual. Algunos representantes de países no han tenido reparo en mostrar su rechazo indisimulado a los planes de Convergència. Pero la mayor parte de las citas se han resuelto con una disposición del embajador de turno a escuchar. Como mucho, en algunas ocasiones, el interlocutor ha mostrado su sorpresa por la falta de voluntad de diálogo de los representantes del Gobierno central. Un Ejecutivo, el de Mariano Rajoy, que, según admiten en CDC, sigue muy de cerca cada uno de los movimientos diplomáticos del soberanismo, por discretos que sean. Y que trata de cortocircuitar sin titubeos este plan divulgativo nacionalista.

Las reuniones cuidan al milímetro el protocolo. Así, se evita en todo momento preguntar al embajador su opinión una vez se ha expuesto la hoja de ruta soberanista. Se trata de mantener un lenguaje cordial. Y apreciar detalles como si el representante del país extranjero acompaña o no a los visitantes de CDC hasta la puerta de acceso a la embajada. Detalles que sirven a los convergentes para hacer un balance positivo de estos encuentros, que se mantendrán en el tiempo en plena coordinación con el Govern.

Sus frutos están por ver. Y de la misma manera que es conocido el poco interés de los estados y de organizaciones como la UE en acoger a nuevos estados-nación, CDC insiste en que, una vez se den los pasos hacia la secesión, la tarea previa de pedagogía habrá servido para preparar el terreno que están seguros que se abrirá: el de la negociación y el diálogo con una realidad que, según explican Rull y Xuclà a sus interlocutores, no va a ceder, sino que irá a más, la realidad del independentismo catalán.