El voluntario Junqueras

El líder de ERC ejerce de presidente de mesa en el punto de participación de su ciudad

Los 'cazaselfies' 8Junqueras, ayer, en el IES Frederic Mompou de Sant Vicenç dels Horts.

Los 'cazaselfies' 8Junqueras, ayer, en el IES Frederic Mompou de Sant Vicenç dels Horts.

XABIER BARRENA
SANT VICENÇ DELS HORTS

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«Se conoce que el AMPA del instituto organizó ayer unas actividades y se dejaron la puerta abierta. Me he asomado y he visto unas urnas». Así narraba el voluntario Oriol Junqueras el inicio de la jornada de ayer en el IES Frederic Mompou, uno de los dos puntos de votación establecidos por el Govern. Huelga decir que Junqueras relataba su entrada al instituto con una sonrisa socarrona en los labios. La verdad, óbviamente, es otra y alguien, con nombres y apellidos, abrió con llave las instalaciones.

Los dos puntos de voto de Sant Vicenç se hallan situados en sendos institutos, en sendas colinas de la localidad. El acceso, cuesta arriba, motivo por el que, en su día, el alcalde de la localidad (el mismo Junqueras) ofreció algunos locales en el centro de la localidad, mucho mejor comunicados y con mayor población cercana.

El Frederic Mompou atendía a unos posibles 3.500 votantes. El Gabriela Mistral, a 17.500. Entre lo inaccesible (pese a las furgonetas que acercaban gente de manera gratuita) y la poca población cubierta, se explica que en las primeras horas la afluencia en el punto de participación del presidente de ERC fuera baja. A eso de las 10.30 horas había 23 votos en la mesa de Junqueras. En la de al lado (en total había cinco), 29. El ambiente en el Gabriela Mistral, con 21 mesas, era mucho más bullicioso.

Ante los medios, Junqueras no se salió del guión. Aunque si deslizó alguna pista de lo que pasará a partir de mañana, el 10-N: «Lo de hoy [por ayer] es muy relevante. Aunque lo decisivo está por venir», dijo, en referencia a las elecciones al Parlament que los republicanos quieren que sean anticipadas.

La jornada fue de plena y aburrida normalidad para Junqueras, al menos hasta la hora de comer, y solo tres escenas rompieron esa monotonía. La primera, cuando un grupo de personas liderados por un conocido ultraderechista de la zona entraron en instituto berreando que lo que ahí se realizaba era un acto «ilegal». Al tiempo, blandieron una fotocopia del BOE en la que, se supone, se leía la suspensión de la consulta.

La segunda, cuando lidió con una reportera intrépida que intentó de mil maneras buscar, con escaso éxito, su rostro más tenso cuando este se hallaba sentado ante la urna de cartón. Cuando ella desistió, Junqueras murmuró «Un poco maleducada esta mujer, ¿no?».

La tercera fue una constante. Vecinos que se le acercaban para tomarse selfie. Es más, eran tantos los vecinos que se equivocaban de mesa, y el republicano reorientaba, que daba qué pensar. O los vecinos de Sant Vicenç son especialmente torpes [posibilidad más que absurda] o bien utilizaban el truco para departir, ni que fuera brevemente, con su alcalde.