LA TRASTIENDA DE UNA COMPARECENCIA HISTÓRICA

Silencio lleno de estupor

Pujol se parodió a sí mismo ante la perplejidad general y se fue entre silbidos

FIDEL MASREAL / BARCELONA

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Se hizo el silencio cuando Jordi Pujol entró en la sala. Con un gesto aparentemente tranquilo, saludó al convergente Jordi Turull y al exministro socialista Celestino Corbacho. Americana, camisa y corbata de tonos azules y un pin con el escudo de la Generalitat en la solapa. Sacó sus papeles, los repasó, dio un sorbo al vaso de agua y fue entonces cuando, por primera vez, levantó la cabeza para repasar la sala, repleta de fotógrafos, periodistas, invitados y, en primer término, los diputados. Fue un repaso tímido. Cuando le dieron la palabra, se quitó el reloj e inició la lectura del texto inicial, de tono familiar y con la habitual tesis del amor a Catalunya como motivo de su existencia. Su tono, entonces, bajo.

Hasta ahí, más o menos lo previsible. Pero cuando los grupos desgranaron su interrogatorio, empezaron los gestos. Alguna sonrisa irónica, y más de una interrupción a los diputados más incisivos, porque no había oído bien una u otra frase. Pujol no se molestó demasiado en tomar notas ante la lluvia de peticiones de datos que le iba cayendo. Gesto grave, mano izquierda en la sien izquierda y gafas ligeramente caídas sobre la nariz. Nada más.

Llegó el momento de responder. Y, en lugar de ello, los diputados asistían atónitos al otro Pujol, al que todavía da lecciones de moral y de verdad riñendo. No todos asistieron al espectáculo, porque la CUP optó por no someterse y se marchó. El presidente de la comisión, estricto en el uso de los tiempos, hizo posible que todo estuviera listo a las 18,25 horas. Pujol tomó sus cosas y tras departir con algún diputado, dijo a su ayudante: «Som-hi». Y se marchó escoltado por la cúpula parlamentaria de CiU, que disimulaba muy mal su estupor, y ayudado por un inédito dispositivo de seguridad que alejaba a los periodistas del personaje. Dejó el edificio entre silbidos e insultos cuatro horas y media después de haber sido agasajado por la presidenta del Parlament con un almuerzo.