Análisis
El despeñadero
Una ruptura de la unidad de los soberanistas -en la que tanto confía el Madrid oficial- supondría la derrota de Catalunya
Marçal Sintes
Periodista. Profesor de Blanquerna-Comunicació (URL).
MARÇAL SINTES
En el brazo de la V donde yo me encuentro, cerca de El Corte Inglés de la Diagonal, el ambiente es muy, pero que muy parecido al que se vio y vivió el Onze de Setembre del año pasado y también del anterior. Ambiente distendido, cordial, de fiesta cívica. Buen humor. Mayores, pequeños, familias, jóvenes... gente de toda condición. Gente normal. Gente que se parece mucho al conjunto del país, o, dicho de otra manera, que se parece mucho a la gente que, por lo que sea, no está aquí.
Me he esforzado esta vez en detectar si había cambiado algo. En concreto, pensé en Oriol Junqueras y su llamada a «la desobediencia civil» en caso de que, como parece, el Tribunal Constitucional acabe vetando la consulta que el president Mas va a convocar para el 9 de noviembre. Y la verdad es que no sé ver ese espíritu, digamos, beligerante por ninguna parte. Ni ánimo de confrontación. Creo que la gente, mucha gente -a diferencia de algunas comunidades de excitadísimos tuiteros- es consciente de que «sacar las urnas a la calle» puede no ser una buena idea. E intuyen que el camino andado es el correcto. Paso a paso. Firmeza. Cargarse de razones. No atender a provocaciones. Ser inteligentes. Mantenerse unidos. Esperar el momento.
ERC sabe lo complicado y peligroso que ese votar como sea resultaría. Por eso no se entiende que haya empezado a exigir a Mas algo que Mas no va a hacer. Si los republicanos avanzan por ese camino, lo más probable es que ni desde el Govern ni desde CiU sigan mordiéndose la lengua, y empiece el pim-pam-pum. Una ruptura de la unidad de los soberanistas -en la que tanto confía el Madrid oficial- supondría la derrota de Catalunya y probablemente acabaría abocando a un escenario político ingobernable y paralizador.
Algunos en CiU, sin embargo, tienen la esperanza de que, una vez se hallen de verdad ante el acongojante precipicio, Junqueras y los suyos acepten la complejidad de la situación. En que finalmente el soberanismo pase junto y sin despeñarse por el angosto desfiladero, como el año pasado, cuando, contra lo que pronosticaron muchos, hubo acuerdo para la pregunta y la fecha.
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