el personaje de la semana

Miquel Iceta, la fuerza tranquila

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TONI AIRA

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Si se atribuye a Luis XIV aquello de «el Estado soy yo», Miquel Iceta bien podría haber dicho «el aparato soy yo». El del PSC. Y el de antes más que el de ahora, pero en definitiva el de siempre, el que no debería haber dejado de ser (según él).

La comparación puede sonar exagerada, pero Iceta se tiene en grandísimo concepto y estos días anda especialmente crecido. Hasta el punto de que no se corta un pelo al describir al actual núcleo de poder en el PSC como «el aparatito», con sorna y dejando claro que aquello que existía tiempos a, con Josep Maria Sala o con José Zaragoza o con él mismo, «eso sí era un aparato», no lo de ahora que es «lo que queda de aquello». Va disparado. Normal, si tenemos en cuenta que roza con los dedos aquello por lo que hacía décadas que suspiraba: la primera secretaría del Partit dels Socialistes de Catalunya.

«¡No saben lo que han hecho!», dice con sonrisa pícara y con las mejillas rojas de emoción. Y se refiere a un reglamento de elección directa (un militante, un voto) del líder socialista en primera vuelta, y con posterior ratificación de él y su Ejecutiva por delegados.Este método dará un gran poder a quien salga elegido primer secretario. Y como va a salir elegido él salvo sorpresa mayúscula, ya está afilando los colmillos para hincarlos sin remilgos al liderazgo del partido y a lo que queda de su aparato. «¿Quién mejor para atreverse con él y para desmontar esa estructura de poder que alguien que la conoce como la palma de su mano?», advierte sobre Iceta y el aparato un veterano del lugar. Por cierto, alguien muy veterano en el PSC, pero que aún lo es un poco menos que Iceta.

Mamó un PSC naciente, a finales de los años 70 del siglo pasado, ya desde unas Joventuts Socialistes de Catalunya que cofundó, que lo bregaron en la gresca interna. Ahora, pasados los años y acumulados los galones y la autoestima, ve llegado el gran momento de poner en práctica todo aquello que durante años ha ido aprendiendo no completamente desde la sombra, pero sí desde posiciones de privilegio siempre con otro al frente que se quemara por él.

«Si llego a coger el partido unas semanas antes, Joan Ignasi Elena no se va, ¡y ya ni te cuento cómo estaríamos si lo hago hace dos años y medio!». Y lo dice con una convicción que asusta. Lo cree profundamente, igual como cree en su capacidad de convicción. Lector compulsivo y amante de la retórica, durante mucho tiempo ha sido el gran redactor de discursos de líderes del partido que han ido pasando por la cúpula. «Con José Montilla tuvo su gran reto», y ahí sigue. Se lo reconoce a sí mismo: «Con perdón, pero tengo una muy buena pluma». Y lo dice con sonrisa juguetona, provocador, recreándose en el doble sentido y desinhibido como lo está respecto de su condición de gay desde hace décadas cuando en un mitin salió oficialmente del armario.

Pero sí, no por amaneramiento sino por un verbo fluido que plasma a la perfección sobre el papel, ha escrito algunos de los discursos más sobresalientes que hemos podido escuchar de líderes del PSC. Ahora los escribirá para él. Se supone, hasta el de su despedida (cuando esta llegue), ya que de él han dicho en más de una ocasión que «enterraba como nadie». Y con ello apuntan compañeros suyos a la habilidad de Iceta para bordar los discursos de despedida o de dimisión de primeros secretarios y presidentes salientes.

«Más español que yo, ninguno», y se refiere a sus compañeros de partido. «Y más pro-PSOE, tampoco» (está en su Ejecutiva por el PSC). Lo asume con naturalidad y con ese punto de orgullo que roza la soberbia y que supura sin problemas aparentes. Eso sí, nadie más que él está por un PSC que quiere importante y que cuente. Desea que vuelva a ser lo que fue. Lo quiere recoser. Y que no le quede un Frankenstein, un muerto viviente feo y torpe en sus movimientos.

Lleva demasiados años esperando este momento y tiene demasiado ego como para permitir que la huella que de él quede en el PSC sea imperceptible o fea.

Ha estado en la sombra de Narcís Serra (en La Moncloa mismo, en el Departamento de Análisis del Gabinete de Presidencia), de Raimon Obiols, de Pasqual Maragall, de Montilla y de Pere Navarro, con diferentes responsabilidades, como portavoz y viceprimer secretario, pasando por otros cargos siempre bien arriba en el escalafón de mando. Aterrizó como presidente de la Fundació Campalans, como medio retirado en este think tank (laboratorio de ideas) del PSC, «pero sin perder nunca su autoridad y su ascendente sobre muchos en el partido».

Ahora, después de años en la recámara, es quizás esa última bala que le queda al PSC. A él le gusta citar en francés, así que se le puede aplicar aquel eslogan de François Mitterrand, «La force tranquille» (1981). Tranquilidad es lo que busca ahora un PSC inmerso en el caos. Y fuerza y decisión para trabajar en ello a Iceta no le faltarán. Durante años ha estado aguardando bastante tranquilo (la mayor parte del tiempo) una oportunidad que ahora, cuando quizás ya ni la esperaba, le ha llegado. No la querrá desaprovechar. H

Miquel Iceta