Seis instantes en la vida de Felipe VI

Felipe, en un cochecito, seguido atentamente por Juan Carlos, en 1975.

Felipe, en un cochecito, seguido atentamente por Juan Carlos, en 1975.

EL PERIÓDICO

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En el túnel del viento (y del tiempo)

JULIÁN GARCÍA

Apenas tres semanas antes de que Arias Navarro anunciara, con ojos de pájaro y voz de moquillo, la muerte de Franco, Juan Carlos y su hijo Felipe se daban unas carreras por los jardines de la Zarzuela en un día extrañamente soleado para tratarse de finales de octubre en Madrid. A Juan Carlos, la corbata se le puso veloz, dinámica, como los nuevos aires que debían soplar en el túnel del viento de la transición, corriendo al lado de un Felipe despendolado, con el tupé alzado y la cara de velocidad, al volante de un kart con forma de boogie playero. La cara veloz del niño, sin embargo, quizá fuera más cara de canguelo, pues el paso de tiempo no nos ha dejado más pruebas de que Felipe sea un apasionado del mundo del motor (él es más marino, más de vela) como lo ha sido Juan Carlos, de quien las leyendas urbanas, o no, decían que solía salir a triscar en moto, de noche y de incógnito, por la carretera de La Coruña. Menudo parque móvil, el del monarca ya en retiro: más de 70 vehículos, entre coches y motos, entre ellos tres Rolls Royce Phantom IV, un Mercedes-Benz SL55 AMG y una MV Agusta. A sus pies, majestad.

Abanderado en los JJOO de Barcelona 92

XAVIER MORET

La ceremonia de apertura de los Juegos de Barcelona, aquel 25 de julio de 1992, está guardada en la memoria de Felipe de Borbón como uno de sus momentos estelares. Su desfile como abanderado del equipo español, con pantalón blanco y sombrero a juego, hizo que su hermana Elena rompiera en lágrimas y que la multitud reunida en el Estadio Olímpico le dedicada un largo aplauso. 

Semanas antes, en una entrevista con Mariángel Alcázar y Iosu de la Torre de EL PERIÓDICO, el Príncipe contaba sus emociones como integrante del equipo olímpico de vela y afirmaba: «Mi padre es de la idea de que en el mar hay que buscarse la vida. Es como mejor se aprende».

La vela ha sido una de las grandes aficiones de Felipe, que siempre se ha revelado como un buen deportista. En 1989 y 1990 su embarcación se clasificó en primer lugar en el Campeonato de España de la clase Soling. En 1990 quedó quinto en el Campeonato del Mundo de Vela y en 1992 fue seleccionado para participar en los Juegos Olímpicos, donde se clasificó en sexto lugar en la clase Soling. No obtuvo medalla, pero sí un diploma olímpico que le acredita como deportista de elite. 

Como persona que vive a fondo el deporte, Felipe de Borbón sabe muy bien que , tal como sentenció el barón Pierre de Coubertin, «lo importante es participar».

Al oído del Príncipe de Girona

NÚRIA NAVARRO

«¿Y a este qué le digo?», le podría haber preguntado Felipe a Letizia, apelando a su instinto periodístico. «Dile algo en catalán y no menciones al Tribunal Constitucional», le respondería ella al calor de los aplausos tras la presentación de la Fundació Príncep de Girona, el 14 de diciembre del 2011. Un año antes el alto tribunal había amputado el Estatut y más de un millón de catalanes había salido a la calle detrás de la pancarta Som una nació. Nosaltres decidim. Aquella fue la parrilla de salida de una aspiración que Artur Mas aún no abanderaba, y que ha podido ser una causa de peso en la abdicación de Juan Carlos. Ahora ya no valdrán titubeos.

De promoción a la otra punta del planeta

ELOY CARRASCO

El oficio de Príncipe, y no digamos ya el de Rey, obliga a echarse a la espalda una kilometrada de aúpa. Los intereses de la nación pueden estar escondidos debajo del adoquín más remoto imaginable, y si hace falta levantarlo, se levanta. Y si hace falta adoptar los modos quijotescos del «donde fueres, haz lo que vieres», se adoptan, que por algo es una cima de la españolidad. De esta guisa, para una ceremonia local, se puso el joven príncipe a sus 22 años en un viaje oficial que lo llevó a Australia y Nueva Zelanda, justo las antípodas de la patria, en 1990, dos siglos después de que los primeros navegantes españoles se plantaran con sus intrépidos navíos en la otra punta del planeta. Dos semanas y casi 50.000 kilómetros. Por España.

Entre el Ejército y Georgetown

NÚRIA MARRÓN

Antes que VI, a Felipe se le solía apellidar el Preparado porque, desde que nació, el palacio de la Zarzuela se ha esforzado en comunicar que se le había diseñado una formación enfocada a la Jefatura del Estado. Pero ¿qué quiere decir eso exactamente? ¿Qué instrucción ad hoc recibe un rey?

Más allá de la proximidad del hasta ahora heredero al jefe del Estado –y que ha alimentado leyendas como aquel «ven, Felipe, y aprenderás como se para un golpe de Estado» que, según cuentan, le dijo Juan Carlos la noche del 23-F–, el nuevo monarca estudió EGB y BUP en un centro privado –el Santa María de los Rosales, donde también acuden ahora sus hijas– e hizo el último curso de secundaria en Toronto. Al acabar, teniendo en cuenta que un día estaría al frente de las Fuerzas Armadas, se enroló en la Academia Militar de Zaragoza, en la Naval de Marín y en la Academia General del Aire. Luego volvió a la acera civil en la Universidad Autónoma de Madrid, donde estudió Derecho, y en Georgetown, donde cursó relaciones internacionales. En la foto de la derecha se ve a Felipe en el 2008, dirigiéndose a un cazabombardero. La imagen inspiró un desplegable de El Jueves que acabó colgado en una pared de la Zarzuela. Definitivamente, eran otros tiempos.

La paternidad responsable

FERRAN IMEDIO

Desde hoy, Felipe VI ya siente el peso de la corona sobre su cabeza. Pero desde hace ocho años, tiene otra carga sobre sus hombros, que pide tanta o más responsabilidad que la jefatura de Estado: la paternidad por partida doble. Y eso que cuando anunció su compromiso con Letizia, explicó que quería tener más de dos y menos de cinco hijos, aunque de momento se han plantado en dos: Leonor (foto) y Sofía, de 7 años. Como padre, Felipe tiene el deber de cuidar de ellas; como rey, el de formarlas como dignas representantes de la familia real. Sobre todo con Leonor, la heredera al trono más joven de Europa, tímida y tranquila como su padre. Como él, deberá estudiar y pasar por los tres ejércitos.