La historia
Hermanos mal avenidos
Jordi Pujol confesó en 1992:«Hay gente que me dice: 'Más vale que no vayas aún a Valencia'».Hacía nueve años que, comopresident,no pisaba suelo valenciano. Tampoco su homólogo del sur, el socialista Joan Lerma, había hallado un hueco en su agenda para visitar al norte. Tensiones, recelos, inercias y resquemores han marcado la historia de la relación entre Catalunya y la Comunidad Valenciana, territorios económica y culturalmente hermanos -«cosins germans», según el dicho popular-, pero que no han logrado superar unas añejas rencillas que aparecen y desaparecen como el Guadiana.
Las heridas nacieron en la transición, cuando el centroderecha hizo del anticatalanismo toda una cruzada. El resultado:senyerapropia (con franja azul), lengua con nombre propio (valenciano) yComunidaden lugar dePaíspara identificar a la región. El PSPV (Partit Socialista delPaísValencià) aceptó estas bases y se propuso enterrar el debate por la vía de la indiferencia.«No es lógico ni es bueno, pero creemos que las iniciativas no deben surgir de nosotros»,afirmaba un conciliador Pujol.
Lazos por la crisis
La crisis económica de 1992, como la actual, favoreció que se estrechasen los lazos entre los dos gobiernos. Pero la conquista del poder por parte del PP y la presión que ejerció Unió Valenciana, sobre todo en los años 90, congeló de nuevo las relaciones. En buena medida, la diferencia de color político en cada Generalitat explica parte de los conflictos. El enfoque catalán siempre ha sido buscar en el amigo valenciano un socio económico que reforzase las reivindicaciones compartidas por todo el arco mediterráneo. Pero el vecino del sur siempre ha visto tras estos movimientos pretensiones dominadoras-«Excesos nacionalistas»,según el PP;«afán invasor»,según Unió Valenciana-.
A pesar de los roces, Pujol y Eduardo Zaplana mantuvieron un diálogo fluido. Aunaron esfuerzos en la financiación autonómica y hasta desatascaron (solo temporalmente) asuntos polémicos, como las emisiones alegales de TV-3 en Valencia y la batalla por la unidad del catalán. Unas carpetas que el sucesor y acérrimo enemigo de Zaplana, Francisco Camps, se encargaría de reabrir en el 2004 con la excusa del aterrizaje socialista en Catalunya y España.
Azuzando aquellas pulsiones de la transición, Camps hizo causa común con la Comunidad de Madrid, de Esperanza Aguirre, para presentar a ambas como las grandes olvidadas de un Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero sometido al«chantaje»del tripartito catalán. Valen como ejemplos el fin del trasvase del Ebro o la traducción de la Constitución Europea. Y casi siempre, casualidad o no, la tensión coincide con una campaña electoral.
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