La fiesta del 23 de abril
Recepción de bolsillo
Austeridad en todo. En la comida y la bebida, en el número de participantes, en la duración del acto. Si será austero el Govern de Artur Mas, que incluso decidió ahorrarse la presencia de su hombre fuerte. Josep Antoni Duran Lleida no estuvo allí. Las imágenes del Palau de la Generalitat fueron ayer las de unas pocas bandejas con cruasanes y bocadillos, café y dos micrófonos plantados a cierta distancia el uno del otro. El primero, para el presidente de la Generalitat, en la Galería Gòtica. El otro, para el resto del mundo, en una esquina del Pati dels Tarongers. Al estilo de la reciente cumbre económica. También hubo contención en las declaraciones, algo bueno tenía que traer la precariedad.
El Sant Jordi de la crisis y el plan de recorte empezó con un acto religioso, como siempre en estas jornadas, aunque sin eucaristía, ya que según la tradición en Sábado Santo no se puede hacer misa hasta la noche. Esta vez, y eso es inusual, las palabras del obispo Lluís Martínez Sistach recabaron la atención mediática. Fue más que nada por lo escuálido de la agenda restante. También Sistach se mostró comedido: a diferencia de ediciones anteriores, evitó alusiones a la actualidad, se centró en recordar la visita del papa Benedicto XVI a Barcelona y se ciñó al mensaje de la casa:«Vivir sin creer en Dios acarrea consecuencias dolorosas a las personas». Del Govern, solo Felip Puig falló a la cita, por lo que se perdió la advertencia. Se hacía bastante extraño caminar cómodamente: 100 invitados frente a los 3.000 que llegaban a acudir al palacio de Pedralbes. Jordi Pujol, muy activo, buscaba a alguien con quien departir. Ya se había ido todo el mundo y allí estaba él, hablando con Jordi Vilajoana, Francesc Homs y Andreu Mas-Colell.
Antes habló Mas, que no dudó en comparar el sufrimiento del pueblo japonés por el terremoto y el tsunami que acabaron con decenas de miles de vidas con las«vicisitudes»que han afrontado en otras ocasiones los catalanes. Ambos pueblos, subrayó, han sabido levantarse.
Libros «coyunturales»
Entonces elpresidentrecibió la clásica pregunta de qué libros quería recomendar a los catalanes en un día en el que es tradición adquirirlos. Quedó claro que no traía la cuestión preparada.«Hay novedades que me pueden resultar bastante cercanas. Pero si recomiendo algunas, alguien podría decir que lo hago por proximidad»,dijo Mas. Y pese a que él mismo lo había censurado, lo hizo. Citó un libro de candidato,Paraules per Barcelona, de Xavier Trias;Catalanisme deucentista. A la recerca d'un Estat eficient, de suconsellerde Cultura, Ferran Mascarell; Moon River, de Vicenç Villatoro, y también nombró a Pilar Rahola, sin concretar el libro. Podía aludir a un reciente ensayo sobre el islamismo o aLa màscara del rei Artur, en el cual la periodista se centró en la figura del actual presidente de la Generalitat y en su trayectoria antes de que lograra acceder al cargo.
Todo ello pareció incomodar al jefe de la oposición, Joaquim Nadal, que fue a replicarle en la esquinita del resto del mundo, el micrófono del Pati dels Tarongers: advirtió de que lo que procede no es recomendar libros«coyunturales», sino«que duren toda la vida».A su entender, son ejemplos de ello la poesía completa de Joan Maragall yUn hotel a la costa, de Nancy John-
stone, la historia de dos británicos que se instalaron en Tossa de Mar en 1934 y vieron el paso y la caída de la Segunda República, la guerra civil y la llegada del franquismo.
De política no se habló mucho. Mas renunció a hablar sobre el fondo de competitividad y esos 1.450 millones que su Ejecutivo reclama al Gobierno central. No solo Duran dio prioridad a sus vacaciones. Ni el líder de ERC, Joan Puigcercós; ni el de ICV, Joan Herrera; ni el de Ciutadans, Albert Rivera, acudieron. Ni los dirigentes de Solidaritat ni Joan Laporta. Según algunas fuentes, republicanos y ecosocialistas quisieron regalar la foto a sus alcaldables en Barcelona. Según otras, estos no iban a acudir hasta que el alcalde, Jordi Hereu, decidió que sí asistiría y los grupos municipales se vieron obligados a imitar el gesto.
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