primera jornada de la novena legislatura

¿Del tripartito al bipartito?

Pujol (sentado), Mas y Maragall, en la entrega de unos premios en Barcelona, ayer.

Pujol (sentado), Mas y Maragall, en la entrega de unos premios en Barcelona, ayer.

CARLES COLS

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Los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo en el PSC. José Montilla anunció el domingo por la noche que dejará la dirección del PSC en el próximo congreso del partido y, ayer, apenas 12 horas después, comunicó que ni siquiera recogerá el acta de diputado. Una cosa es abrir el melón sucesorio. La otra es cortarlo a dados y servirlo. Montilla hizo ayer lo segundo. Las elecciones, sin embargo, las ha ganado Artur Mas, y por ello merecen primero especial atención Unió y Convergència, dos partidos que en los siete años que han pasado en la oposición han tenido sus pequeñas riñas pero que, paradójicamente, fue cuando gobernaron mano a mano la Generalitat cuando protagonizaron en público unas broncas de padre y muy señor mío que, al menos en una ocasión (en febrero de 1997) estuvieron a punto de romper la coalición.

El motivo de esa mirada a tiempos pasados no es otra que la constatación de un hecho: dirigentes de Convergència descartaron la presencia de Josep Antoni Duran Lleida junto a Mas en el Govern y, en paralelo, dirigentes de Unió expusieron que la condición para que su líder deje el Congreso por la Generalitat es que sea ungido número dos del Ejecutivo catalán. Ha nacido el bipartito.

SI ME LO PIDEN / Duran, desde que el jueves confesó en un mitin que él quería haber sido el heredero de Pujol, ha sido la sombra de Mas en todas y cada una de sus comparecencias. La sombra y también la voz. Fue así durante la noche electoral y no fue una excepción ayer en una comparecencia en la que, entre otras cuestiones, el futuro president invitó a no hacer conjeturas sobre la composición del nuevo Consell Executiu. Pero las hace la prensa porque las hacen los propios dirigentes de la federación.

La fórmula que utilizaban los cargos de Unió para abordar la espinosa cuestión era de diplomacia casi vaticana: «Si Mas lo necesita en el Govern de número dos, Duran no podrá decirle que no...». La alternativa para el número dos de la federación nacionalista es Madrid.

Ese exilio dorado es el que, con elegancia, dijo ayer preferir para Duran el hasta ahora portavoz parlamentario de CiU en la Cámara catalana, Oriol Pujol. Primero, se autoexcluyó de la lista de nuevos consellers. Al parecer, algo sabe. Pero la cuestión es que, con ese ejercicio de humildad se permitió después opinar en público sobre el futuro que le espera a Duran. «Es un rumor que ha corrido mucho. Yo no me lo acabo de creer, francamente», expuso. «Tenemos que aprovechar lo mejor posible para Catalunya el hecho de que la legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero está haciendo agua, y nadie mejor que Duran para hacer este trabajo en Madrid, como mínimo hasta las elecciones generales del 2012», añadió Pujol.

DE GISPERT, EN JUEGO / Como suspense para empezar la novena legislatura no está mal. Y más si se tiene en cuenta que hay un factor añadido en juego que puede alterar el statu quo entre CDC y UDC. Los democristianos aspiran a que Núria de Gispert sea la nueva presidenta del Parlament. Es la segunda persona en rango institucional de Catalunya, que Unió ya ocupó con Joaquim Xicoy y Joan Rigol. Un fiasco en ese frente obligaría a reequilibrar la balanza de la federación repartiendo los pesos de algún otro modo. Vamos, un quebradero de cabeza que Mas ayer dio claras muestras de quererse ahorrar en su primera rueda de prensa como virtual president. Al mismo tiempo que tendía la mano a la oposición recordaba que ya es hora de que una mujer presida la Cámara catalana. Complicó así a sus rivales políticos cualquier hipotética alianza si estos pretenden poner al frente del Parlament a un hombre, por poner un ejemplo, Higini Clotas.

La oposición, por el momento, tenía ayer otras preocupaciones más urgentes.

De entrada, Montilla anunció ayer que no volverá a pisar el Parlament como diputado, que se dedicará ahora plenamente a preparar la sucesión (no a dirigirla, subrayó) y que, en ese periodo de interregno quiere que Joaquim Nadal presida el grupo parlamentario y que Miquel Iceta sea el portavoz. Por lo tanto, la número dos de la lista, Montserrat Tura, no se llevó ni una carantoña. Nadie le ha cerrado el camino de la sucesión, pero un síntoma de que las tensiones pueden terminar por aflorar en público es que dos de los representantes del alma catalanista del PSC, Ernest Maragall y Marina Geli, fueron ayer los más críticos en la reunión matinal de la ejecutiva del partido. «Tengo que ordenar mi alma. Hay que reconstruir el catalanismo político», twitteó ayer por la mañana la consellera de Salut.

ANDANADA DEL PSOE / Puede ser un frente de conflicto, como lo puede ser también la esperada reaparición en público de Antoni Castells, ausente en la noche electoral y ausente también ayer en la ejecutiva del partido. No obstante, el PSC tiene, hoy por hoy, una fuente de conflicto superior a la que representa ese alma catalanista. Es el PSOE. Algunos barones territoriales, como el extremeño Guillermo Fernández Vara y el andaluz José Antonio Griñán, se ensañaron con Montilla, al que acusaron de practicar una «política errática» y de ser una «mala copia» de CiU. En su estrategia de abrir un cortafuegos entre Zapatero y el resultado electoral de Catalunya, el PSOE tal vez taló algunos árboles de más. El PSC evitó el choque con sus primos hermanos, pero fuentes de la dirección del partido no se abstuvieron de subrayar un detalle: el gran ascenso del PP en Catalunya tiene mucho de reacción a la política de Zapatero y poco, probablemente, de enojo con el tripartito.

Es curioso, pero así lo interpretó el propio PP. Alicia Sánchez-Camacho no celebró ayer la resaca electoral en Barcelona. Lo hizo en Madrid, donde recibió de manos del líder de su partido, Mariano Rajoy, un enorme ramo de flores y un sinfín de felicitaciones, y donde asistió después a un hecho con pocos precedentes. El PP televisó para los medios de comunicación el discurso de Rajoy ante los miembros de la ejecutiva. En diciembre del 2003, cuando el tripartito venció a CiU en las urnas, Zapatero, aún en la oposición, se asomó al balcón de la Generalitat. Rajoy realizó ayer una versión corregida y disminuida de aquel acto.