cita en el camp nou

Penaltis en la jornada de reflexión

Los seis candidatos jugaron a ser futbolistas dos días antes del clásico

JOSEP MARIA FONALLERAS

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Pisar el césped del Camp Nou dos días antes de un Barça-Madrid es algo impactante. En cualquier otra circunstancia también, por supuesto, porque el escenario impresiona aunque uno no sea un culé convencido. Pero si, además, sabes que ese pasto, como decía Di Stefano, será dentro de nada la alfombra verde donde se verán las caras y las piernas Messi y Cristiano, pues eso, que te queda el corazón un poco compungido. Lo de alfombra verde es de Pere Jansà, director de comunicación del Barça, que se enorgullece de tener la mejor hierba del mercado. En cualquier caso, es una hierba que a estas horas (sobre las diez y media) está muy húmeda. «Nos dejaremos los zapatos», dice Mas cuando la pisa.

Al cabo de unos minutos se habrá acabado la sesión fotográfica en la que todos los candidatos juegan a ser futbolistas por un momento. «¡Que tiemble el Barça!», dice también Mas, sin demasiada convicción, al ver el nombre de los seis políticos estampados en seis camisetas del Bar-

ça. Durante el rodaje (porque se parece a un rodaje: todos atienden las indicaciones, casi órdenes, del equipo de fotógrafos de EL PERIÓDICO, con extrema profesionalidad y grandes dosis de paciencia), ha habido fotos en el vestuario, en el túnel de acceso al campo, en el banquillo, en el césped, chutando, rematando un córner, simulando un rondo. Y cuando la cosa parece que se acaba, soy yo quien se atreve a meter un gol en la portería del gol sur. Lo consigo, aunque bien es cierto que no hay portero. Le comento a Mas lo bien que se siente uno metiendo un gol así y, entonces, el líder de CiU coge el balón, manda a uno de sus colaboradores (se llama Piqué) que actúe de cancerbero, se quita la americana y se dispone a disparar un penalti. Todos (menos Alicia Sánchez-Camacho) le imitan. Para ser sinceros, el señor Piqué (el de CiU) ejerce de portero con honestidad. Es decir, no deja que su jefe meta el gol con la facilidad que podríamos suponer. Se lanza a su derecha con estilo y, de paso, destroza sus pantalones. Pero Mas marca con un cañonazo. También marcan Puigcercós y Rivera, de potente chut, y Herrera, con un poco más de lloriqueo. Llega el turno de Montilla y entonces se produce el momento metáfora. Mas advierte al improvisado portero: «¡Cuidado, que te juegas la vida, Piqué!». No es necesario que el de CiU pare el chut del president, porque el proyectil de Montilla, débil y sin convicción, se pierde por la izquierda, sin peligro.

Lo dicho: tal vez sea una metáfora. Futbolística y fiel a los augurios.

El espectáculo de los seis en el Camp Nou ha empezado temprano, al menos para Montilla. Llega a las diez menos cuarto, acompañado de Laia Bonet, con una corbata pensada para la ocasión. O al menos lo parece. Es azulgrana. Después, puntualísimo, Herrera, y, tres minutos más tarde, Puigcercós, que arrasa con una energía que debe proceder de los aires del Pirineo, dándose golpes en las manos para sacudirse el frío. En cuanto se enteran de que la primera instantánea será en el vestuario visitante, Puigcercós argumenta que es lógico, porque no puede profanarse el santuario del primer equipo. Además, Guardiola no lo habría permitido. Montilla, casi susurrando el txist, insinúa que dejará un mensaje en una de las taquillas para que lo lea Mourinho el lunes.

En esas llega Mas, con un retraso que no es comparable al de Rivera (que se presenta con el atuendo de un existencialista francés en un musical americano) ni, por supuesto, al de Sánchez-Camacho, que amaga con una broma argumentando que es el típico retraso de la novia en una boda. Viste con tonos claros, demasiado claros para estar en el Camp Nou. Ya me entienden.

«Es la última cosa rara que os pedimos», arguye Enric Hernàndez, y todos sonríen. «En un campo de fútbol, siempre me lo paso bien», dice Mas. Bajamos al vestuario que será del Madrid. Noto a Puigcercós excitado, como si ya intuyera el sudor de las axilas madridistas o el goteo de las lágrimas que se derramarán aquí el lunes. Bueno, eso lo digo yo, que también me excito con la previsión. Mas abre una taquilla y, en cuento ve una pelota, no para de botarla. Solo se detiene ante las órdenes del fotógrafo Julio Carbó, que coloca a los candidatos como si fueran futbolistas del tiempo de Samitier. Las camisetas se las podrán quedar, y eso alegra a más de uno. Luego llega la porra. Sánchez-Camacho varía su predicción. Hace días apostó por un 2 a 1, pero hoy se desmarca con un contundente 3 a 0. Dice que no se acuerda de lo que dijo. Al ver tantos 3 a 1, la popular intenta construir un chiste («¡mira, otro tripartito!») que no hace la menor gracia a Mas.

Nos encaminamos luego hacia el terreno de juego. Antes, sin embargo, Puigcercós advierte de la postergación que habría sufrido un hipotético candidato perico. Pero resulta que Alberto Fernández Díaz no está, y tampoco Josep Sánchez-Llibre. Si no son del Barça, lo parecen, sobre todo en cuanto pisan el césped. Se les ve como niños. Aunque hay niños a los que les gusta más el baloncesto (como Herrera, un poco despistado) y niños que nunca supieron darle al balón (como Montilla) y niñas que nunca le dieron.

Sentados en el banquillo, Mas dice en voz alta lo que todo el mundo piensa: que, desde ahí, es imposible darse cuenta del partido. Se oye por el altavoz de las visitas guiadas una especie de mantra barcelonista que consiste en un popurrí que incluye el himno, las alineaciones y unos cuantos cánticos. A toda pastilla.

Aunque el estadio esté vacío, la cosa acaba impresionando al más indiferente. A mí, por supuesto. En mis notas, estoy a punto de escribir «un tibio sol otoñal baña el césped», que es una de las frases tontas que se te ocurren en un momento así, pero no tengo tiempo, porque ya están todos con el balón, en especial Mas y Rivera, que incluso se marcan un toque de espuela. Puigcercós se atreve a colocarse en la portería, pero se los meten todos. Quizá es otra metáfora o puede que solo sea por temor a desgraciarse el traje. Montilla está pendiente de las gafas y, a la salida de un ficticio córner, con los seis intentando rematar, el director Hernàndez advierte: «No os hagáis daño, que mañana tenéis partido». La hierba sigue estando muy húmeda. El frío cala en los pies, pero el espectáculo debe continuar. Tres fotos de un chut que no se concreta y una foto final en la que todos disparan al unísono. «Es importante sincronizar», dicen los fotógrafos. Hoy lo están. A las ocho de la tarde del domingo, ya veremos quién se entiende con quién.