José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno

¿Morir en Madrid?

Una semana con dos premios Nobel que reconfortan: el de Literatura y el de la Paz. Y a José Luis Rodríguez Zapatero se le complica el frente interno del PSOE tras la derrota de Madrid. Lo que le faltaba. Mientras, en Barcelona, el 'establishment' se deja seducir por la nostalgia de Felipe González.

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JOAN TAPIA

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El domingo pasado, José Luis Rodríguez Zapatero aprobaba. Había sorteado los dos grandes peligros que lo amenazaban en verano y que podían matarlo: la falta de mayoría para los presupuestos y la huelga general. No era poco, y en la semana de la huelga (de gran nerviosismo en los mercados por Irlanda), el diferencial del bono español a 10 años con el alemán -el mejor índice de solvencia- no sufrió.

Pero ahora la tierra tiembla. No en el frente económico -elspreadcon el bono alemán ha mejorado (177 puntos básicos)-, sino en el político. La derrota de la ministra Trinidad Jiménez en las primarias de Madrid no puede ser vendida -los ciudadanos no son tontos de solemnidad- como un triunfo de Zapatero. Ha perdidoautoritasporque los 18.000 militantes de Madrid -cierto que por poco margen- han rechazado a su candidata. ¿Por qué un magullado Zapatero se metió en el lío de las primarias? ¿No tenía bastante con los presupuestos y la huelga general? ¿Era prudente retar a la federación socialista madrileña para una muy difícil batalla contra Esperanza Aguirre?

Zapatero es Zapatero. No juega conservador (no le gusta la renta fija), sino que arriesga (prefiere la renta variable). Por eso no dejó que un desconocido Tomás Gómez (en julio) se estrellara en mayo ante Aguirre. Apostó fuerte por una candidata que creía que tenía más opciones. Si ganaba, premio. Pero aunque Zapatero se cree casi infalible, esta vez ha perdido. La historia no está escrita. No es el inicio del fin del zapaterismo, pero sí que es una seria complicación en un posoperatorio delicado. En el PSOE se ha visto que el presidente no es infalible y que José Blanco y Leire Pajín llevan caminos bien diferentes. Y tras las elecciones catalanas del 28 de noviembre vienen seis meses de infarto en los que los presidentes autonómicos (y los alcaldes) se juegan su futuro.

Y -no podía ser de otra manera- los aparatos regionales están de los nervios. En algunas comunidades, donde los socialistas ganan las autonómicas pero los populares triunfan en las generales -es el caso de Castilla-La Mancha- se teme que Zapatero sea un lastre electoral. Por eso José María Barreda, político exquisitamente prudente, pidió el jueves nada menos que un cambio de rumbo para evitar un desastre en las urnas. ¡Y añadió que los presidentes no deben optar a un tercer mandato! Barreda corrigió algo el tiro ayer, pero ya había puesto el dedo en la llaga: ante los difíciles comicios de mayo, los barones regionales socialistas temen ser los paganos de la impopularidad del presidente.

Y Zapatero, que ya se enfrentaba a una fuerte marejada económica, debe aguantar ahora una tormenta en el interior del PSOE. ¿Será marejada o quedará en marejadilla?