Artículo de Juan-José López Burniol: 'Solo media Catalunya'
El auténtico motor del acto era el independentismo
¿Se puede escribir en un periódico --al día siguiente-- sobre una manifestación a la que no se ha asistido? Es discutible, pero si se hace, hay que advertirlo. No asistí por entender que --estando justificados los motivos de agravio alegados, a causa del tratamiento discriminatorio que ha desembocado en un colapso de servicios-- el auténtico espíritu que le daba impulso era la reafirmación solemne de una vocación independentista explícita. Así lo pensaba desde antes de celebrarse, y así lo refleja hoy el titular de un periódico: "125.000 voces piden la independencia en la protesta por el AVE en Barcelona" (El País). No estoy en contra del derecho de autodeterminación --que defiendo sin reservas para Catalunya--, pero lo hago sin perjuicio de que, si se celebra el referendo, votaré no. Queda claro, por tanto, que esta manifestación no era mi manifestación.
Dicho esto, la pregunta es: ¿ha sido un éxito? Los organizadores dicen que asistieron 700.000 personas; la policía, 200.000, y EL PERIÓDICO, 236.000. Da igual. Me reafirmo en lo que intuí: fue una manifestación de media Catalunya, la manifestación de la que algunos llaman "la bona gent", que, más allá de su justa irritación puntual, está triste --de un modo difuso-- del mismo modo y por parecidas razones por las que está triste Francia, país al que Catalunya se parece más que a España: 1) ve tambalearse su identidad a causa de la inmigración y de la emergencia de un mundo globalizado en el que se erosiona su personalidad; 2) y, pese a seguir creciendo, su antigua preeminencia económica disminuye respecto a su entorno. Els altres catalans --antiguos inmigrantes y parte de sus descendientes--, pese a compartir la indignación por el trato injusto, pasan de la liturgia y de los baños de masas nacionalistas. Catalunya es tan de verdad una nación, que coexisten en su seno sensibilidades y posicionamientos diversos, que no son prueba de fraccionamiento, sino de vitalidad. Resulta lógico, por ello, que el PSC no asistiese.
Y, respecto a CiU, no puede preterirse la idea de que toda la derecha peninsular --y, por tanto, también la catalana-- suele echarse a la calle cuando pierde el poder, después de haber pasado largos años acampada sobre las instituciones. Pero eso solo es la guinda.
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