Décima avenida
Joan Cañete Bayle

Joan Cañete Bayle

Subdirector de EL PERIÓDICO.

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Bruselas: tan cerca, tan lejos

Más allá del europeísmo naíf, la pugna política interna marca la campaña de las europeas

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas

Banderas de la UE en la sede de la Comisión Europea en Bruselas

Empieza la campaña de las elecciones europeas y, de nuevo, se suceden los llamamientos a la ciudadanía a votar en clave europea y no en clave española. Se argumenta, con razón, que los asuntos que se dirimen en las instituciones europeas no son abstracciones lejanas, sino temas de primera línea que afectan de forma decisiva a los ciudadanos. Así ha sido desde que España entró a formar parte del club comunitario, pero, a pesar de la persistencia en el mensaje, los españoles suelen usar las elecciones europeas para dirimir cuentas de la situación interna, como una suerte de elecciones con red en la que se suele castigar al poder y dar premio a candidaturas o mensajes heterodoxos. Por mucho que se insista, a menudo con un discurso europeísta naíf, en las elecciones europeas se vota en clave interna. Y los partidos, que lo saben, hacen campaña e interpretarán los resultados en estos términos.

Esta vez, el PSOE intentará argumentar que el marco de la campaña europea coincide con el de la española porque el tema que se dirime en estas elecciones es si la extrema derecha toma al asalto el Parlamento europeo y cómo reaccionan ante ello los partidos conservadores europeos. Para ello buenos son una crisis diplomática con Argentina, los pactos municipales y autonómicos del PP con Vox y los limonazos que se le ocurran al ministro de Transportes, Óscar Puente. De fondo, subyacen los escenarios que abrirían un buen resultado socialista dado que cada vez cuesta más encontrarle signos vitales a esta legislatura, como se ha reflejado esta semana en el Congreso.

Para PSOE y PP las elecciones son la cuarta etapa del pulso electoral de este año

¿Qué es un buen resultado socialista? La política hay quien la explica como un asunto de gestión de expectativas, y en este sentido las del PP en este ciclo electoral que empezó en Galicia son conocidas y ambiciosas: un paseo triunfal de los de Alberto Núñez Feijóo a lomos de la amnistía frente al vía crucis de Pedro Sánchez. Cualquier resultado que no se acerque a eso será agridulce para los conservadores; si lo logran, el capital político de Sánchez cotizará a la baja tras el subidón de la ‘reflexión’ de cinco días y la victoria de Salvador Illa en las elecciones autonómicas catalanas. Así se plantean las elecciones europeas y así se interpretarán, con factores propios como la circunscripción electoral única y la abstención.

¿Y en términos europeos? Es cierto que el resultado de los partidos de extrema derecha es uno de los temas a seguir. Su previsible buen resultado electoral supone un desafío a la construcción europea. La extrema derecha acude a las instituciones europeas a obstruir, dificultar y ralentizar el proceso de construcción europeo. ¿A destruirlo? Primero está por ver que el edificio europeo sea tan endeble; y segundo, en términos europeos la llegada de la extrema derecha a gobiernos de países clave como Italia no ha supuesto por el momento una catástrofe europeísta. La institucionalidad suele tener mala salud de hierro.

Aún así, el asalto iliberal marcará sin duda el análisis electoral a nivel europeo. Pero hay otros asuntos interesantes, como el impacto de la guerra de Ucrania, los índices de participación y los resultados en los países locomotora de la integración europea, Alemania y Francia, y en aquellos países como España que tan beneficiados han sido por los fondos Next Generation. La pandemia queda lejos en el recuerdo, pero tal vez conviene recordarla como ejemplo de una gestión global y de emergencia a nivel europeo, desde las vacunas a las ayudas a los países que más lo necesitaron.

Es muy dudoso que estos asuntos (y otros, como los mecanismos democráticos de la unión o la desafección ciudadana con lo que simboliza Bruselas) formen parte de la conversación electoral de esta campaña europea. Tras el europeísmo cursi, acrítico e infantil que imperó en España durante años (los Estados Unidos de Europa, que suene la Oda a la Alegría) nos hemos instalado en una suerte de indiferencia. Ni euroescépticos como otros países ni implicados en la conversación política europea. A cambiarlo no ayuda el escaso interés de los partidos a tratar los asuntos comunitarios más que como piezas del ajedrez interno. La construcción europea no será robusta si no cuenta con cimientos ciudadanos fuertes.

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