Desperfectos
Valentí Puig

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Escritor y periodista.

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El margen de Salvador Illa

Tiene experiencia probada, pero no es lo mismo que gobernar con un margen tan inestable, porque no tendrá garantizado que los acuerdos de investidura sean permanentes y sólidos

El candidato del PSC, Salvador Illa, celebrando la victoria electoral

El candidato del PSC, Salvador Illa, celebrando la victoria electoral / MANU MITRU

Los problemas de verdad comenzarán para Salvador Illa el día en que, si logra la investidura, llegue al despacho de la Generalitat. Cuando murió Roosevelt, el vicepresidente Harry Truman fue a la Casa Blanca y le preguntó a la ya viuda Leonor Roosevelt si podía hace algo por ella. Ella replicó: “¿Hay algo que podamos hacer por usted? Porque ahora el que tiene problemas es usted”. Illa tiene experiencia probada, pero no es lo mismo que gobernar con un margen tan inestable, porque no tendrá garantizado que los acuerdos de investidura sean permanentes y sólidos. Las elecciones europeas ya calientan motores.

La larga etapa de desgobierno en los años del 'procés' deja muchas cuestiones pendientes. Algunas son gestión aplazada, otras corresponden a la acción de mucho calado político y simbólico. Por ejemplo, la normativa sobre inmersión lingüística. Hay motivos para sospechar que en este punto hay nuevos estados de opinión. Otro punto es TV3, gradualmente convertida en el brazo mediático del 'procés' con pérdida de audiencia, muy necesitada de pluralismo y realidad bilingüe.  

Con la disolución de la democristiana Unió Democràtica, Ramon Espadaler se adscribió al PSC como Units per Avançar. Otro caso es el exconvergente Santi Vila, incorporado al equipo de gobierno de Barcelona. Son un cierto contrapeso a las figuras del PSC que se fueron a ERC, el hermano de Pasqual Maragall o el exalcalde de Girona. Pero no es que Illa tenga margen para una reedición socio-convergente, algo anacrónico. 

Más bien al contrario: incluso si Puigdemont no obstaculiza la presidencia de Illa –es decir, no usa la palanca de sus diputados en el Congreso- habrá tretas y gestos desestabilizadores. ERC, socio parlamentario de Sánchez, tal vez use un tono más acomodaticio que Puigdemont, aunque está a la vista que, con Pasqual Maragall, el vicepresidente Carod Rovira tuvo una entrevista funesta con ETA. El recuerdo de los tripartitos no es una bendición, ni el entusiasmo de Rodríguez Zapatero auspició un segundo Estatut que solventase nada, sino más bien al contrario.

En la oposición están los quince escaños del PP, después de una legislatura con tres. Es una oportunidad singular porque, a diferencia de los casos en los que el gobierno de España –UCD, PSOE o PP- necesitó del apoyo de Convergència, ahora Núñez Feijóo no tiene condicionamientos. Podría urdir en todos sus niveles una estrategia coherente y persuasiva en Catalunya.

Pasarán las elecciones europeas, pero el estropicio causado por el 'procés' está ahí, con Illa en la Generalitat y previsiblemente condicionado por los herederos de un octubre de 2017. Es decir, por los aliados parlamentarios de un Pedro Sánchez que no controla al socio de gobierno que es Sumar. 

La prueba del algodón para Illa serán la política lingüística y TV3. De confirmarse que Rodríguez Zapatero se encarga de facilitar los tratos con Junts y ERC, el margen de Salvador Illa no está a salvo. Con la composición de la mesa del Parlament se verá si predomina el Illa que quiere estabilidad o el Illa que tributa exclusivamente por la continuación de Sánchez.

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