Elecciones 12M
Álex Sàlmon

Álex Sàlmon

Periodista. Director del suplemento 'Abril' de Prensa Ibérica.

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Catalunya, en manos de los indecisos

La necesidad de ideas fáciles es más importante que nunca. Carles Puigdemont lo tiene claro. El candidato busca que su parroquia vote su vuelta. Ni sequía, ni vivienda, ni educación, ni sanidad

Los candidatos del 12-M en el debate organizado por La Sexta.

Los candidatos del 12-M en el debate organizado por La Sexta. / Jose Irun

Una cuestión que precisa de una reflexión profunda por parte del votante es si se pueden legitimar los cambios de opinión o no. Los propios y los otros. La política contemporánea es más cambiante que la pasada. Pero va con los tiempos. La vida es una transformación continua, sin ir más lejos. Si se acepta esta premisa, también deberían serlo todas las modificaciones que en los últimos meses ha puesto sobre la mesa Pedro Sánchez sobre indultos o amnistía. La diferencia, en estos casos, es la rapidez en el cambio, más bien interesado. Y eso cuela menos.

Ocurrió la semana pasada cuando Salvador Illa anunció que podría llegar a acuerdos poselectorales con un Junts razonable. Saltaron las alarmas. La declaración aguantó unas ocho horas. Ese mismo día, el propio Illa aprovechó unas respuestas de Carles Puigdemont para asegurar que nada había cambiado y que el personaje seguía en un mundo irreal.

Los más cercanos a Illa introducen la idea de que su comentario fuera una trampa dispuesta a que el propio candidato de Junts cerrara las puertas a cualquier tipo de acuerdo. Es posible. Salvador Illa es listo. Pero que esa consecuencia acabe llegando al votante no siempre es factible. Son riesgos de alto alcance.

Como la supuesta sintonía que dicen tienen Puigdemont y Sánchez. Lo apuntan aquellos que negociaron desde Ferraz. Déjenlo en barbecho. Pero sí recuerdo que algo parecido decía Albert Rivera de sus charlas con Pedro Sánchez. Tenían una sintonía empática en contra de Mariano Rajoy. Es como si el presidente fuera hábil para trazar concordias siempre contra alguien. En este caso, el enemigo es “la derecha y la extrema derecha”, que con Sánchez siempre van juntas. Veo más necesitado a Puigdemont de Pedro Sánchez que al revés. Pero los relatos lo aguantan todo. Menuda metamorfosis.

Las rectas finales de las campañas son peligrosas. Las carga el diablo. Feijóo no acabó de redondear su resultado en las elecciones del pasado 23 de julio por malas decisiones de última hora. En este caso apunta a una victoria de Salvador Illa. Pero eso y nada es casi todo. ¿Qué hacer con una victoria que no aporta gobernabilidad? Le ocurrió a Inés Arrimadas. Fue cuestión solo de un diputado arriba o abajo, aunque aquella realidad política nada tiene que ver con la de ahora.

Así que todo quedará en manos de los indecisos. ¿Y qué precisan los que dudan, los que todavía no han tomado una decisión sobre el camino a escoger, o lo que es lo mismo, la papeleta a introducir en la urna?  

La necesidad de ideas fáciles es más importante que nunca. Carles Puigdemont lo tiene claro. El candidato busca que su parroquia vote su vuelta. En definitiva, su honorabilidad. Aquello que se está denominando como “su restitución”. No hay más. Su valor es ese. Ni sequía, ni vivienda, ni educación, ni sanidad. No engaña a nadie. Tendremos que ver si esa opción seduce, aunque no tenga sentido.

Quedan unos días para procesar todo lo que está ocurriendo. En muchos casos, el voto será una decisión de última hora e improvisada. Reitero, una gran parte del electorado ya solo piensa en política el mismo día del voto, jornada que, por cierto, no se puede hacer campaña. La emoción está asegurada, pero no se atrevan a apostar. Lo perderán. Los cambios decididos son parte del pasado. 

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