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Albert Sáez

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Director de EL PERIÓDICO

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Del laboratorio a la fábrica

Persona aislada en el trabajo

Persona aislada en el trabajo / 123RF

El trabajo es, desde la revolución industrial, el método más eficaz de distribución de la riqueza. Aunque algunos no lo tengan en cuenta, forma parte del proyecto de realización de las personas a pesar de que haya trabajos que no cumplen los mínimos de dignidad. Desde la irrupción de la robotización, hay un debate latente sobre la redistribución de los tiempos de trabajo y de ocio. Luis Racionero pronosticó hace décadas que transitaríamos del paro al ocio. Pero los pronósticos no se han cumplido. Los laboratorios de ideas surgidos desde el ámbito de las ciencias sociales sostienen la idea de que la mayor productividad derivada de la mecanización de los procesos productivos no debe retribuir únicamente al capital sino también al trabajo. Como modelo teórico puede funcionar, pero la realidad no siempre es tan sencilla. El grado de mecanización de las tareas no es homogéneo en todos los sectores. Muchas empresas tienen competidores en los que, desgraciadamente, el trabajo no tiene el nivel de protección que tiene aquí. Y en muchas ocasiones la mecanización suple otras carencias de productividad derivadas de la organización del trabajo, la falta de formación adecuada o ciertos hábitos culturales.

Los laboratorios universitarios nutren hoy muchos despachos del poder cuando gobiernan partidos progresistas. Está bien que el poder se nutra del conocimiento académico y no del populismo. Pero la teoría no deja de ser, como todas, una visión sesgada de la realidad y hay que contrastarla. La economía española tiene un déficit crónico de productividad y este debate no se puede desligar de hacer experimentos como el de la semana de cuatro días. Y eso no es responsabilidad de los trabajadores sino también de los empresarios. Pero desde el Gobierno no se puede prometer, solo, menos trabajo sin atender al mismo tiempo al impacto que tiene una medida como esta en la rentabilidad de las inversiones, la competitividad de las empresas y, en última instancia, la preservación del empleo. 

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