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El bálsamo de Sant Jordi

Nada mejor que esta fiesta para acallar a quienes dibujan una sociedad rota o una lengua en extinción

La lluvia sorprende en  Sant Jordi.

La lluvia sorprende en Sant Jordi. / ZOWY VOETEN

Con la complicidad de un tiempo inseguro pero finalmente respetuoso con la fiesta, la ‘diada’ de Sant Jordi ha vuelto a ser el éxito que, pese a estar ya tan establecida, sigue sorprendiendo cada año a propios y extraños. Quienes hayan visitado por primera vez una localidad catalana ayer no habrán salido de su asombro, pues nada hay parecido, en ningún país, pese a las iniciativas que despliegan muchos gobiernos para impulsar la lectura. Y es que la clave de esta fiesta del libro y de la rosa no reside en la intervención de los poderes públicos, sino en la implicación de la sociedad civil. Las librerías, en primer lugar, para quienes las ventas del 23 de abril suponen una ayuda inestimable a su maltrecha economía. Pero también las otras piezas necesarias para que se escriban libros, se editen, se distribuyan y llamen la atención de un lector algo confundido ante tanta novedad y sometido a una oferta audiovisual que compite en el tiempo del ocio que dedicamos a la lectura. 

Por los datos que se intuyen al final de la jornada y se conocerán, con mayor o menor fiabilidad, en los próximos días, Sant Jordi ha vuelto a contradecir algunos de los tópicos que rodean el libro. Los kilómetros de puestos de venta que convertían el centro de Barcelona en una gran librería, como en el centro de cada ciudad de Catalunya, son la mejor respuesta a los agoreros que se empeñan en anunciar la muerte del libro. Las ventas son positivas tanto en el libro escrito en castellano como en el escrito en catalán, en libros para adultos y en libros para el mercado infantil y juvenil.

Una de las particularidades de este Sant Jordi ha sido su cercanía a las elecciones catalanas, cuya campaña comienza la próxima semana. Ello podía hacer pensar en una contaminación política de la fiesta, y sin embargo es imposible que sea así. Lógicamente, los líderes de las principales formaciones que concurren a los comicios han aprovechado la jornada para dejarse ver, comprar un libro, regalar una rosa y hacer declaraciones voluntariosas a favor de la cultura, del libro, y del apoyo al catalán. Sin embargo, el bálsamo que supone la ‘diada’ también ha conseguido, al menos por un día, atemperar los discursos. Nada mejor que Sant Jordi para acallar a los extremistas que dibujan una Catalunya al borde del precipicio, o que hablan del catalán como un idioma a punto de desaparecer. Nada mejor que pasearse entre los cientos de miles de personas que llenaban las calles, comprando libros en catalán o en castellano, regalando rosas y haciendo cola para obtener la firma de un autor o autora, de aquí, del resto de España, o extranjeros.

Sin querer abusar de la metáfora del oasis catalán, Sant Jordi sirve para poner de manifiesto cuánto hay de artificioso en la tensión que vive la política. La española y también la catalana, como vemos a diario. Sin pecar de ingenuidad, recomendamos a los líderes políticos catalanes que han recorrido sus circunscripciones que tengan en cuenta el clima en el que ha transcurrido la jornada para desterrar la palabra fácil en la próxima campaña y para centrarse en aquello que interesa a los electores. Retos, oportunidades y desafíos de los que hablaban algunos de los libros más vendidos.