Limón & Vinagre
Albert Soler

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Periodista

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Fabián Picardo ya no es el llanito solitario

No es fácil el trabajo de ministro principal de Gibraltar. Uno nunca sabe exactamente si es un ministro, un delegado, un colono, un colonizador o un tipo que pasaba por ahí y se ha encontrado con un empleo bien pagado

España permite a Gibraltar "sentarse a la mesa" en negociaciones a cuatro en Bruselas

La UE y el Reino Unido logran "avances significativos" para un futuro acuerdo sobre Gibraltar

El ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo.

El ministro principal de Gibraltar, Fabian Picardo. / REUTERS / TOBY MELVILLE

A Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar, lo sentaron a la mesa por primera vez. Fue en Bruselas, donde el viernes participó con los representantes de España, Reino Unido y Unión Europea en la reunión que debe clarificar en qué situación se encuentra este territorio después del Brexit y, por supuesto, qué pasa con la verja, la verja es la eterna discusión, una verja de quita y pon, que se abre y se cierra dependiendo de los intereses políticos españoles y británicos en cada momento. Pero dejemos la verja de lado y vayamos a lo que importa: Picardo nunca se había reunido con el ministro español de Exteriores, Albares, ya que las relaciones exteriores de Gibraltar corren normalmente a cargo de la metrópoli, Londres. Este 'ascenso' de categoría -en diplomacia los gestos son de suma importancia, nunca casuales-, refrendado por el hecho de que el comunicado final de la reunión haya sido firmado por las cuatro partes, da a Picardo un 'status' prácticamente de estadista. Picardo ha dejado de ser el llanito solitario, el que se quedaba siempre a la puerta de las salas de reuniones porque no era bien recibido en ellas. Su aspecto de actor de comedias norteamericanas, concretamente del amigo del protagonista, un bobalicón de buen corazón y con problemas de sobrepeso y también sexuales, sirvió sin duda para que le abrieran las puertas de la reunión, seguro que contó algún chiste o que le sucedió algún inocente percance -derramar el café, salir del baño con la bragueta abierta- de los que alegran toda velada.

No es fácil el trabajo de ministro principal de Gibraltar. Uno nunca sabe exactamente si es un ministro, un delegado, un colono, un colonizador o un tipo que pasaba por ahí y se ha encontrado con un empleo bien pagado. Para los españoles, y en especial para los españoles autodenominados de pura cepa, Gibraltar es una afrenta, una pica que la pérfida Albión colocó en suelo patrio y se niega a sacarla.

Durante el franquismo, cada crisis política o económica se disimulaba con un llamamiento a asaltar Gibraltar. Llamamientos solo de boquilla, por supuesto, como suelen ser siempre en España -y no digamos en Catalunya-, que se resolvían con una manifestación más o menos organizada por el régimen en la que se gritaba unas cuantas veces "Gibraltar español", antes de irse todos a casa a mirar la tele comprada a plazos. Los militares argentinos copiaron esa españolísima táctica para ocultar las propias faltas e hicieron lo mismo con las islas Malvinas, aunque a los muy brutos se les fue la mano y las asaltaron de verdad. Así les fue, que siguen lamiéndose las heridas. Hay que saber con quién puede uno meterse, eso vale tanto cuando uno está en el colegio como en el Gobierno de una nación.

A pesar de la tortilla de patatas y de la sangría -que es todo lo que les podemos ofrecer- los gibraltareños prefieren seguir siendo súbditos británicos que españoles, haciendo buena la histórica frase atribuida a Cánovas del Castillo de que "es español quien no puede ser otra cosa". Puesto que ellos sí pueden ser otra cosa, es natural que la elijan, como eligen también instalarse en Gibraltar tantas empresas, para aprovechar sus ventajas fiscales. En el sur de España está Gibraltar y en el norte, Andorra, para hacer más fácil la vida a la gente que tiene dinero. O para ir de compras un día, en el caso de quienes no tienen tanto. En el caso de los llanitos, uno los imagina siguiendo de cerca la política española y cayéndose al suelo de risa si, acto seguido, alguien les pregunta si no les gustaría ser españoles.

También hay macacos, no todo van a ser temas monetarios. Los monos de Berbería, típicos del lugar, son el único primate salvaje que existe en Europa, si obviamos a los humanos, que en salvajismo no tienen rival. Son libres de desplazarse por todo el territorio -los monos, bueno, los humanos también-, aunque prefieren la zona protegida del Peñón, donde birlan todo lo que pueden a los turistas. Según la leyenda, el día que los monos abandonen Gibraltar, lo harán también los británicos, de ahí que una de las funciones de Picardo sea cuidarlos y alimentarlos. No personalmente, se supone.

Tan contento estuvo de ser considerado uno más Picardo en la reunión del viernes sobre el futuro de Gibraltar, que se pasó el día colgando fotos en Twitter, como haría cualquier adolescente invitado a una fiesta de cumpleaños a la que no esperaba ir. Aparte de eso, lo único destacable es que el encuentro cumplió todas las expectativas que se habían depositado en él, su resultado fue el de todas las reuniones políticas de alto nivel: sirvió para declarar que las partes van a seguir trabajando en la búsqueda de una solución. Y así, como decimos en Catalunya, quien día pasa, año empuja.

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